lunes 17 de junio de 2013, 09:50h
Cuando, tras
larga espera, se renovó el Tribunal Constitucional, de acuerdo con lo previsto
en la Constitución, el comentario predominante no fue señalar que se recuperaba
la normalidad y el prestigio de tan alto organismo sino que se había producido
un cambio en su orientación al sustituirse una mayoría progresista por una
mayoría conservadora. Esta interpretación podría tener sentido en otros ámbitos
políticos pero no es relevante en un Tribunal que, por su propia naturaleza,
tiene una misión intrínsecamente conservadora: velar por la vigencia de una
Constitución y evitar que se desnaturalice o se incumpla. En otros planos de la
vida pública pueden surgir toda clase de iniciativas, doctrinas o novedades,
pero no son misión ni competencia de los tribunales de garantías, como el
citado, ningún tipo de aventuras o
futuribles, sino la conservación del espíritu de una norma previamente aprobada
por el poder legislativo y refrendada por el pueblo. Las respetables ideas de
progreso, cambio o reforma son términos propios de otras esferas de la vida
social, pero los magistrados de un Tribunal Constitucional no se deben a esos
impulsos sino a la conservación de la norma cuya interpretación se ha puesto en
sus manos.
Solo en este
sentido se puede aplicar el adjetivo conservador a unos juristas que solo
pueden actuar dentro de los márgenes de imprecisión o ambigüedad en que el
texto constitucional permita matizaciones. En otros espacios políticos los
adjetivos conservador o progresista tienen otras significaciones, a veces
negativas. Se habla de conservadores como "conservaduros" aplicándoles a los
defensores de intereses o privilegios ciertas actividades lucrativas. Se habla
de "progres" como portavoces de un izquierdismo de salón propicio al cultivo
del resentimiento y la demagogia. Circulan por la vida pública personajes con
estos perfiles pero los magistrados del Tribunal no deben parecerse en nada a
estos talantes partidistas.
Existen asuntos especialmente propios de la misión conservadora de la
esencia constitucional que afectan al conjunto del Tribunal y que nada tienen
que ver con intereses económicos ni con ideologías partidistas. Son los temas
vitales que afectan a la existencia misma de la Nación como unidad y al derecho
a la vida de quienes van a nacer en ella como proyecto. Son temas en los que el
Tribunal tiene por resolver recursos pendientes que afectan a principios
constitucionales clave en relación con la unidad nacional o la defensa del no
nacido. Son temas que no privilegian a nadie, que no son patrimonio ni de partidos
ni de intereses de clase sino del bien común. La vida de una Nación que no
quiere dejar de serlo o la vida de un ser que quiere nacer no son cuestión de
bandos. Nación y nacimiento, he aquí dos principios constitucionales cuya
relajación o traición desmoronan los "valores superiores" del conjunto. "La
indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos
los españoles" y el "Todos tienen derecho a la vida", con que comienzan los
artículos 2 y 15 de la Constitución, son el fundamento y justificación de todo
lo demás. De nada servirían los derechos y estructuras políticas que la
Constitución enumera si no están bien definidos y defendidos sin vacilaciones
estos principios que enmarcan cual es el terreno de aplicación de la norma y
cuál es el respeto que merece la vida de todos los que viven, nacen o van a
nacer sobre una unidad de convivencia política. Nación y nacimiento como marco
geográfico de comunidad, desarrollo y continuidad de una estirpe. Las
sentencias del Tribunal Constitucional que toquen estos temas serán las que
califiquen para la historia la eficacia del Tribunal y la integridad de sus
miembros. No se les juzgará por si fueron más progresistas o conservadores,
sino por si fueron leales a los "valores superiores" de esta Constitución cuya
salvaguarda se ha puesto en sus manos en un momento histórico. Estos vocales
deberán comportarse como personas libres de los compromisos de origen de sus
nombramientos, de las etiquetas mediáticas, de las presiones partidistas, de
los alborotos callejeros, de los oportunismos coyunturales y de las pasiones
locales. Sus magistraturas no son puntos para sumar a un "curículum" partidista
sino méritos en su hoja de servicios a España.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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