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No solo de Bárcenas vive Rajoy

domingo 28 de julio de 2013, 11:09h
La semana política va a estar presumiblemente dominada, claro, por la comparecencia parlamentaria de Mariano Rajoy. Me dicen que la está preparando exhaustivamente, como es lógico. Y que procurará alejarse de dos peligros: dar la sensación de que sobrevuela, sin entrar a fondo en él, el 'caso Bárcenas', es el primero de estos riesgos. El segundo, ofrecer la impresión de que España entera pende de los informes que va filtrando, día a día, el recluso más famoso -que ya es decir-de Soto del Real. Porque Rajoy no tiene que defender su gestión solamente de las acusaciones que se derivan de la instrucción y de las malevolencias del ex tesorero: el presidente del Gobierno y del PP tiene que hacer más, mucho más, para recuperar la confianza ciudadana, que se le ha escapado a chorros.
 
No soy yo quién para dar consejos al presidente, aunque este es un riesgo que siempre nos atrapa a los periodistas. Pero, si tuviese que apostar, lo haría por que Rajoy sí introducirá ahora la palabra 'Bárcenas' en su parlamento, evitando así que Rubalcaba -que también se juega mucho en este envite-y otros portavoces de la oposición ridiculicen sus 'omisiones'. Rajoy sabe coger el toro por los cuernos cuando no queda otro remedio -a veces 'in extremis'--. Y esta vez, sospecho, lo hará. Aunque haga tambalearse a una parte del PP. Lo urgente es que los ciudadanos recuperen una parte de la fe que han perdido en sus representantes, es decir, en su clase política en general y en quien gobierna muy en particular.
 
Y las encuestas dicen que Mariano Rajoy saldrá al atril en el hemiciclo de la Cámara Alta muy solo en lo que a credibilidad se refiere: la mayoría de los encuestados parece convencida de que sí, hubo sobresueldos en negro; sí, hubo intentos de 'tapar' las irregularidades -vamos a llamarlo así-de Bárcenas; sí, se han dado conductas en la sede del partido gobernante incompatibles con la ética y la estética políticas, y quién sabe si también con los preceptos del Código Penal.  A todo esto habrá de hacer frente el hombre que, no estoy seguro que del todo voluntariamente, va a salir a torear, frente a todos, y asegurado solamente del aplauso incondicional de su grupo, en el ruedo del palacio del Senado.
 
Pero ya digo que no puede agotarse en Bárcenas el destino de la nación. Me consta que hay quienes tratan de impulsar a Rajoy -complicado intento-para que diseñe un programa reformista, altamente reformista, de futuro. No basta con asegurar que los vergonzosos episodios políticos que hemos vivido no van a repetirse, no pueden ya repetirse. No vale con hablar, sacando pecho, de lo ya hecho o de lo que está en trámite de hacerse: el país aguarda, creo, un guiño sobre la reforma constitucional pendiente, sobre mejoras en la reforma laboral, una mano tendida nuevamente a la oposición para acordar cambios en materias altamente sensibles, nuevas vueltas de tuerca legales contra la corrupción, contra la cerrazón de los partidos políticos. La nación quiere, y esto es una certeza más que una sospecha, una modificación radical de usos, costumbres y reglas en las administraciones públicas. Más democracia, en suma: otra manera de gobernar. Que, al menos, la sacudida nacional experimentada con el lamentable 'caso Bárcenas', que acompaña a otra docena de 'affaires' relacionados con la mala administración 'política' de los fondos, sirva para algo. Ahí mostraría Rajoy que sí, que, pese a todo, sabe ser un estadista.



 >>El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>
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