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Doñana está más cerca de Gibraltar

Doñana está más cerca de Gibraltar

sábado 10 de agosto de 2013, 10:48h
El conflicto, otro conflicto, con Gibraltar ha centrado la semana política española, sacudida también por avatares económicos -el comisario europeo de economía y el FMI han pedido la reducción de salarios en nuestro país-y por esos incendios al parecer imparables que cada verano devastan nuestro territorio. No faltan quienes creen que la posición de dureza esgrimida desde Madrid tiene un componente de distracción de la opinión pública ante la convocatoria, para la semana entrante, de la secretaria general del PP y de uno de sus antecesores, Javier Arenas, a declarar ante el juez Ruz como testigos del 'caso Bárcenas'; puede que así sea, pero lo cierto es que la firmeza desplegada por España a la hora de restringir el paso hacia y desde el Peñón amenaza con provocar un conflicto diplomático con Londres, para no hablar del empeoramiento de las relaciones con los habitantes de la última colonia existente en Europa.

¿Tiene razón el Gobierno español con este endurecimiento? Son muchas la consideraciones que podrán, y deben, hacerse. Tras su despacho con el Rey en Marivent, Mariano Rajoy ratificaba la permanencia de esta política, de la que ahora, tras su conversación telefónica con el 'premier' Cameron, donde ambas partes se expresaron "con franqueza", no puede ya abdicar. No, al menos, mientras los barcos de guerra de la Royal Navy pululen por la zona, por mucho que ambas partes digan ahora que esta 'excursión' de diez buques salidos de Portsmouth era conocida de antemano por las autoridades españolas y forma parte de una 'maniobras tácticas normales'.  Es la 'normalidad' apoyada en los cañones, y la prensa británica, cierta prensa británica, que tampoco es que haya echado las campanas al vuelo con esta noticia, no ha dejado olvidar que alguno de los diez buques que este lunes zarpan hacia Rota y Gibraltar ya estuvo en aquellas 'maniobras' sangrientas en Las Malvinas.

Por otro lado, Londres no ha hecho nada para impedir, más bien al contrario, los desmanes de los gibraltareños atentando contra el medio ambiente  y los legítimos intereses de los pescadores españoles en una zona marítima que en absoluto pertenece a los habitantes de un Peñón convertido en cueva de negociantes e intermediarios sin demasiados escrúpulos. Algo que la UE no quiere ver, temerosa quizá de aumentar ese sentimiento antieuropeo patente en los comentarios de los lectores en la prensa digital británica, claramente dominada por sentimientos hostiles hacia España, lo que, por otro lado, tampoco es demasiado raro en la época estival en la que muchos ciudadanos del Reino Unido vienen a pasar sus vacaciones en el litoral español.


Así que Rajoy, que se ha acercado a Doñana para pasar el fin de semana antes de los próximos y presumiblemente problemáticos días, tiene muchos elementos que sopesar a la hora de establecer las líneas maestras de lo que ha de ser una política de 'dureza controlada'  en un Gibraltar en el que no faltan las protestas de cientos de trabajadores españoles que no pueden entrar fácilmente al Peñón. Un Peñón desde el que se han burlado históricamente promesas de diálogo, convenios, reglamentaciones económicas y medioambientales sin que nadie quisiese o pudiese poner coto a las irregularidades. Quizá, más allá o más acá de posibles maniobras de distracción ante otros temas 'nacionales', haya llegado el momento de abordar en serio, y sin concesiones innecesarias ni comisiones negociadoras dilatorias, ese tema que es una herida en el orgullo nacional que es Gibraltar. Otro quebradero de cabeza, por si tuviese pocos, para el hombre solitario que medita en las dunas del Coto.


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>>El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>


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