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La triste realidad y el ansiado deseo

La triste realidad y el ansiado deseo

viernes 20 de septiembre de 2013, 13:43h
Uno no puede ni creérselo. Parece estar soñando. De un tiempo a esta parte casi todos los telediarios (excluidos, claro, los de la Sexta, que siguen dale que te pego con el Caso Bárcenas) abren sus informativos con buenas y esperanzadoras noticias económicas. Que si la Bolsa alcanza cotas históricas de hace cinco años superando los nueve mil puntos, que si la prima de riesgo se encamina ya hacia los doscientos puntos básicos, que batimos todos los récords de turistas, que nuestras exportaciones aumentan a un ritmo exponencial, que las agencias internacionales vuelven a poner sus ojos en España como territorio de inversión preferente, que, aunque lentamente, el paro ha detenido su ascenso y comienza poco a poco a bajar, que a finales de año comenzará un leve pero mantenido crecimiento de nuestra economía,...No sé si estos nuevos brotes verdes que anuncia el Gobierno de Rajoy a bombo y platillo florecerán o se quedarán mustios como otros anteriores. Lo que sí sé es que los españoles, todos los españoles de buena fe, estábamos deseando escuchar estas esperanzadoras noticias después de cinco años de desgracias encadenadas, de amenazas intervencionistas de la Unión Europea, enjuagues bancarios, de cierres de empresas, de quiebras, de concursos de acreedores y de drásticos recortes en nuestros cada día más debilitados sueldos.

¿Será verdad que estamos despertando de la horrible pesadilla en la que nos sumió Zapatero con su política de huida hacia adelante y con la connivencia del despilfarro generalizado de todos? Uno, que ha sufrido en sus carnes el despido camuflado como "prejubilación" tras treinta años de trabajos forzados, como le ha ocurrido a millones de españoles en este último lustro, no acaba de creerselo y mantiene sus dudas por lo que pueda ocurrir a corto y medio plazo, pero, al menos, está dispuesto a soñar con que las cosas pueden cambiar a mejor si todos ponemos nuestro granito de arena y seguimos apretándonos el cinturón. Porque es cierto que el retraimiento económico, el miedo del consumo, la falta de estímulos depende, y mucho, de la confianza de los ciudadanos en el futuro..

Y mientras la calle sigue esperanzada en que acabe de una vez esta pesadilla y la situación comience a normalizarse, nuestros representantes políticos continúan debatiendo quién de ellos es más corrupto, qué partido es el que se lo ha llevado calentito durante más tiempo, qué personaje ha sido el que más ha robado. Todos sabemos que aquellos partidos que han tocado poder desde el Gobierno central hasta el más humilde de los ayuntamientos, se ha financiado ilegalmente. No hay excepciones. PSOE, PP, IU, CiU, todos han hecho de su capa un sayo y han desviado dinero público de las instituciones a las cajas del partido. Convendría por lo tanto que dejaran que la Justicia realizara su labor en las decenas de casos abiertos, y que afrontaran una nueva etapa con controles estrictos para impedir que se reprodujesen en en futuro los mismos defectos. De ello depende su propia supervivencia y el que los ciudadanos sigan confiando en un sistema que se ha ido deteriorando a pasos agigantados. Es urgente y necesario un pacto de Estado contra la corrupción, venga de donde venga y caiga quien caiga.

Es cierto que la corrupción política se sitúa en estos momentos como el segundo gran problema de los españoles. Casos como el de Bárcenas o el de los EREs fraudulentos de la Junta de Andalucía, que han copado en los últimos años cientos de portadas de periódicos y miles de minutos en radios y televisiones, han contribuido a crear un clima de desconfianza dificil de superar, pero no es menos cierto que la primera gran preocupación de los ciudadanos sigue siendo el paro y la crisis económica. Por ello, una vez que la Justicia dilucide las responsabilidades penales y políticas de los encausados, todos deberíamos echar borrón y cuenta nueva y dirigir nuestros esfuerzos comunes a consolidar las mejores expectativas de futuro que ahora asoman. La sociedad necesita de acicates a los que agarrarse para ir arrinconando el pesimismo. Y éste parece ser un buen momento para iniciar un nuevo camino de recuperación. Habrá que ponerse las pilas, subsanar errores y mirar al futuro con las confianza suficiente como para enfrentarnos a los retos que nos plantea. Por el bien de todos y el de nuestros hijos.


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