Cosmopolitismo, pero menos
lunes 20 de enero de 2014, 10:23h
Cuando
a finales de la década de los 80 del siglo pasado me acerqué, junto a mi esposa y mi hija, a que la pequeña conociese París, me sorprendió contemplar
en vivo lo que tantas otras veces
había visto ya en fotografía
y en cine. La osadía del parisino
admitiendo con absoluta normalidad en su paisaje
urbano estructuras tan rompedoras
y atrevidas como el Centro Pompidou, la pirámide del Louvre,
o la antigua estación de Les Halles reconvertida en museo.
Pocos años después, confirmé que Nueva York constituye todo un muestrario de esa osadía propia
de un pueblo que sabe
reconocer el talento, incluso en el arte, que no
deja de sorprender al
viajero cuando encuentra
un nuevo edificio, el toque
audaz en la fachada de unos grandes almacenes o la profusión
de hiperpantallas en la zona de Times Square que parecen
renovar constantemente el entorno
con la sucesión de ofertas comerciales y culturales del momento.
Ahora en Madrid, las autoridades municipales han permitido
que en la plaza del Callao y aledaños, en plena Gran Vía madrileña, se
instalen unos artefactos electrónicos gigantes, en forma de macropantallas, que han
eclipsado la majestuosa, colorida y
estética sencillez del anuncio de Schweppes que corona el
edificio situado entre la calle Jacometrezo
y la propia Gran Vía. Son consecuencias
lógicas de quien llega tarde a las cosas, intentando imitar otras zonas y ciudades del planeta que llevan ya decenios y decenios recorriendo ese camino. El resultado, claro
está, es todo un quiero y no puedo, un ejercicio de imitación
de un cierto cosmopolitismo que
quiere convertir la zona en una especie de Times Square en pequeñito
y en cutre en donde la
comparación de la capital de España con la capital del mundo (NY), la
primera queda muy mal parada...
Más recientemente, en la ciudad de Moscú, a finales de noviembre pasado, la
firma Louis Vuitton, llevó la polémica
a la Plaza Roja al instalar muy cerca
del mausoleo de Lenin, una enorme maleta (del tamaño de una gran carpa) en cuyo
interior tenía previsto acoger una exposición con maletas de personajes
históricos. La
decisión, sin embargo, generó tantas
críticas que el Kremlin ordenó,
finalmente, su desmantelamiento.
Uno cree
imposible que una decisión así
hubiera prosperado en
ciudades como Nueva York, París,
Berlín, Londres, Bangkok y hasta Pekín.
La causa es bien sencilla. Una
ciudad que está segura de sí misma, que tiene claro que
es única, singular en el mundo, no
duda un momento en transgredir, temporal
o permanentemente, las reglas
clásicas del urbanismo, la pintura, la
escultura o el nuevo arte
audiovisual cuando hay un fundamento estético
-más que funcional, aunque ambos
pueden ir también unidos-, si una decisión como esa está sustentada en el
buen gusto, y no en el esnobismo o en el
oportunismo político o económico
(como fue el caso de Moscú) o en
la vulgar imitación (como ha sido el de Madrid). En otras palabras, que elegante, estético, singular, fascinante o
ejemplar, no es quien quiere, sino quien puede.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
26067 | Daniel - 21/01/2014 @ 17:25:41 (GMT+1)
No puedo estar más en desacuerdo con el autor en lo que se refiere a Madrid, la capital de España.
Tengo que decir que conozco tanto Madrid como Nueva York. En la primera vivo desde hace diez años; a la segunda voy con asiduidad por razones familiares... y salvando las distancias (Nueva York es la gran ciudad de la primera economía del mundo) hay que decir que en lo arquitectónico y no digamos en lo histórico, Madrid NO TIENE absolutamente nada que envidiar a Nueva York, más bien lo contrario. En absoluto sale Madrid mal parada al lado de Nueva York si se tiene una conversación seria y no sensacionalista.
En absoluto creo que Madrid copia a Nueva York instalando soportes publicitarios digitales en las fachadas de los edificios situados en el entorno de la Plaza de Callao. Básicamente porque esa zona de Madrid SIEMPRE ha sido el escaparate de grandes marcas publicitarias, estrenos de cine, obras de teatro; lo único que ha hecho Madrid, a su ritmo, es sustituir las grandes carteleras inanimadas que cubrían las fachadas de cines, teatros y comercios, por pantallas LED de las que llevan años en Nueva York y que son más propias del siglo XXI. El mundo avanza y los soportes publicitarios también. ¿Acaso se puede decir que una ciudad con la personalidad de Londres copió a Nueva York con su Picadilly Circus?¿Y Tokio?... No, definitivamente no.
Los "artefactos electrónicos" más conocidos como pantallas LED no eclipsan en absoluto el vintage cartel publicitario de neón de Shweeps, al contrario... Las nuevas tecnologías establecen un diálogo con las antiguas, como prueba palpable de que la publicidad y la luz siempre ha estado unida a la plaza de Callao y la Gran Vía.
No se empeñe, que no va a convencer a nadie con un poco de sentido común.
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