www.diariocritico.com
El timo del federalismo

El timo del federalismo

Por Gabriel Elorriaga F.
x
elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 17 de marzo de 2014, 13:05h
Tuvo que venir al Congreso de los Diputados, a petición de los socialistas, un ex ministro canadiense, Stephane Dion, para explicarles que el federalismo ni sirve para contentar a los nacionalistas ni mejora la estructura descentralizada del actual Estado constitucional. Parece mentira que los socialistas tengan que escuchar a un canadiense de Quebec para comprender que presentar el federalismo como una fórmula de consenso entre el separatismo y la unidad nacional es una fantasía inútil.   A finales del siglo XIX ya había puesto en marcha este invento Pi y Margall como señuelo atractivo de su republicanismo, malversando el principio existente de soberanía indivisa desde el que es posible delegar funciones de autogobierno en favor de la operación inversa en que se basa el federalismo, como es la existencia de diversas soberanías previas desde las que se avanza hacia una unión superior de Estado. Nuestra historia nos enseña que, triunfante y presidente de la I República, Pi y Margall tuvo que dimitir a los pocos meses al sentirse incapaz de sofocar la insurrección cantonalista, de inspiración anarquista y antisistema, con la que pretendían ejercer su "derecho a decidir" los vecinos de distintas comarcas. Su sucesor, Nicolás Salmerón, también dimitió tras tres meses de presidencia, negándose a firmar la sentencia de muerte de unos militares que se habían pasado al bando carlista para luchar por el foralismo. Por tanto, la I República no fue nunca federal, a pesar de sus proclamas originales, sino unitaria, hasta la dimisión de Castelar tras una sesión del Congreso interrumpida por el general Pavía que cedería el poder fáctico al general Serrano para reafirmar la Constitución monárquica de 1869. Así fue el final de aquella I República que solo fue federalista de boquilla y cuyo fracaso permanecería en la memoria de los políticos como una vacuna antifederal.

Con la Restauración liderada por Cánovas se promulgaría una nueva Constitución, en 1876, que partiría del hecho de que las naciones eran fruto de su historia y no de la voluntad de cada facción política ni de cada proyecto de maquillaje o racionalización de la organización territorial del Estado. En 1918 unas asociaciones gallegas tituladas "Irmandades da fala" volvieron con la matraca del federalismo basándose, como su nombre indica, en razones lingüísticas. También hubo un partido Reformista Republicano que intentó sin éxito levantar el banderín de enganche del federalismo. Frente a estas tendencias se opuso el socialismo que se manifestó autonomista, que es proponer la dirección contraria al federalismo. Esto no impidió que el socialismo, en cuanto partido, se considerase federal en su organización interna y no en su concepto de Estado, como hoy sigue adjetivando de federales o federadas a sus organizaciones regionales lo que, como puede observarse, le procura disgustos y discordias en cuanto alternativa nacional de gobierno. Pero este es su problema.


La II República, en sus breves cinco años de débil estabilidad, no cayó en la trampa del federalismo y optó por un concepto de "Estado integral" compatible con posibles autonomías, considerando caducas las fórmulas federales. Contra el criterio republicano se manifestaron algunos políticos catalanes, como Macià y Companys, proclamando un "Estado Catalán" dentro de una Federación de Repúblicas Ibéricas, idea que sería rechazada inmediatamente por la Constitución de 1931 que, por si acaso, prohibiría la federación de las posibles regiones autónomas. En 1932 una mayoría de izquierdas aprobaría un Estatuto de Cataluña que no tenía ninguna característica de federal.

Así mismo, en la actual Constitución de 1978, no se tendría en cuenta ninguna ficción federalista sino las ideas de autonomía y autogobierno emanadas de una soberanía unitaria y, así, fue redactada y refrendada con la participación de representaciones socialistas y tendencias de matiz nacionalista. No tiene, consecuentemente, ninguna coherencia que el PSOE de nuestros días salga con la monserga de un federalismo en el que nunca creyó y que parece enarbolar para engatusar las vanidades retóricas de los caciques territoriales. La reforma constitucional que puede convenir a nuestro tiempo no es federalizar "contra natura" sino aclarar el reparto de competencias y el fortalecimiento de la coordinación del Estado común. El federalismo de los socialistas no es la panacea para arreglar tensiones territoriales sino un timo que complica perversamente las cosas al poner en discusión la preexistencia de una soberanía nacional sin mitigar las infecciones separatistas que exigen convertir las actuales comunidades en unos Estados cuya independencia sería solamente terminológica, dentro de una superior Unión de Estados, que solo serviría para aumentar la burocratización  y confusión jurídica y económica. Resulta difícil entender que el socialismo contemporáneo no sea capaz de ser coherente con su propia historia y con su seña original de españolidad. Resulta extraño que tenga que venir un político de Quebec, por si fuera poco, a decirles que: "La democracia es la fórmula de juntar gente que piensa diferente y habla diferente". 

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios