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Los himnos

Los himnos

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 07 de abril de 2014, 10:08h
            La pasada semana los españoles oímos los compases solemnes y contundentes del himno nacional en la Catedral de la Almudena, con ocasión del funeral de Estado por Adolfo Suarez. A Rosa Diez, esa especie de llanera solitaria de la política, no le gustó el protocolo. Quizá prefiere oír como suenan los ejes de su carreta. Solo es un síntoma de mal gusto. A la señora Diez No le gusta el órgano. Como sus antiguos correligionarios prefiere el frio silencio de los actos laicos.
 
            El himno español tiene una singularidad providencial. A Dios gracias -con perdón- no tiene letra. Sus notas majestuosas y envolventes solo suenan a unidad y, muy oportunamente cuando, cosa poco frecuente, son escuchadas respetuosamente por los representantes de las diecisiete comunidades autónomas. No arrastra versos ideológicos ni tan siquiera define lenguas oficiales. Es un auténtico símbolo de todos los españoles, sin discriminación ni parcialismo, como los colores rojo y gualda. Solo la efímera II República cayó en el grave error de cambiar los símbolos seculares por un pabellón exótico y un vulgar pasacalles que forman parte no desdeñable de las causas de su fracaso. El himno republicano sí tenía una letra cuartelera pero sus devotos preferían sustituirla por aquella de: "Si los curas y frailes supieran -la paliza que van a llevar". De aquella bandera basta ver como es utilizada hoy en día en alborotos anarquizantes y antisistemáticos, como un pendón excluyente y anticonstitucional.
 
            Esto de las letras de los himnos europeos es engorroso. El himno alemán, que tenía todos los ingredientes de un patriotismo exacerbado -"Alemania sobre todos"- hubo de ser retocado para liberarlo de contaminaciones xenófobas que, quizá le eran ajenas sin el paso por la dictadura nacionalsocialista. Las estrofas actuales endulzadas -"florece con el resplandor de esa felicidad"- resultan demasiado melifluas, como la versión de los austríacos: "gente bendecida con belleza". Otra nación, como Francia mantiene esa pegadiza canción llamada "Canto de los marselleses" que trasciende sus fronteras para galvanizar cualquier movimiento insurreccional, aunque nada tenga que ver con la República francesa. Una ley de 2005 obliga al aprendizaje de esta brillante marcha en las escuelas, cosa comprensible dentro del chauvinismo francés, aunque sus estrofas digan cosas tan truculentas como aquella de: "vienen a nuestro encuentro -a degollar a vuestros hijos y compañeras". Hay otros himnos que se refieren a circunstancias históricas desactualizadas y, sin embargo, se siguen cantando seriamente. Así el himno de Holanda concluye con: "Al Rey de España siempre he honrado" y el de Polonia invoca a Napoleón: "Nos ha dado ejemplo Bonaparte -de cómo debemos vencer". El de Rumanía se remonta a la Roma imperial: "Triunfante en las batallas el nombre de Trajano". El de Portugal parece invitar al suicidio a sus ciudadanos al ordenarles: "¡Contra los cañones marchad!".
 
            Hay himnos de tono monárquico-familiar, como el del Reino Unido de la Gran Bretaña, que tiene un aire de canción de cumpleaños en honor a la Reina. Por ello no es agresivo ni laico: "¡Que Dios proteja a la Reina!". Parece efectivo, ya que la petición de "Que su reinado sea largo" se está cumpliendo, como pudo comprobar el Papa Francisco al recibir las botellas de Whisky de su longeva Graciosa Majestad. De todas estas florituras literarias -sean épicas o líricas, sangrientas o tiernas- nos hemos librado los españoles a pesar de los intentos, reiterados a través de los siglos, de completar la música con unas palabras rimadas. Gracias a ello es un símbolo inconfundible de la España de todos los tiempos, liberado de modas y pasiones. Suena grande, lo mismo en la banda de un regimiento que en una orquesta sinfónica, en un estadio deportivo que en la nave de una iglesia, porque no es una canción de combate sino un abrazo musical.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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