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Nacionalismos, localismos y otras cateterías

Nacionalismos, localismos y otras cateterías

martes 23 de septiembre de 2014, 15:20h
Dice el adagio que el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando y yo añadiría que leyendo, leyendo, claro está, no sólo aquello que pontifica a su favor manipulando la historia de forma torticera, sino otras teorías políticas diferentes y relatos del exterior que analizan los hechos desde un prisma mas objetivo. Aquí, en Andalucía, el nacionalismo no ha tenido demasiada implantación, en parte porque no existía esa burguesía acomodada que lo ha mantenido vivo más de un siglo en Cataluña o el País Vasco, y en parte porque lasa fuerzas políticas y los dirigentes que lo han representado han dilapidado cualquier atisbo de raigambre en el pueblo. Mientras el socialismo y el comunismo plantaron sus raices en el atraso y la pobreza de la clase jornalera mayoritaria en nuestra comunidad en el siglo XIX, el andalucismo nació de una intelectualidad que pretendía importar a Andalucía el nacionaiismo catalán de Pi y Margall, Cambó o Maciá o el vasco de Sabino Arana., adobándolo con toques culturales y folkclóricos propios de nuestra dilatada historia y los distintos pueblos (iberos, fenicios, romanos, visigodos, árabes y castellanos) que la han conformado. Blas Infante, su primer y gran ideólogo, reconocido posteriormente como "Padre de la Patria Andaluza", era notario y se rodeó de intelectuales que esbozaron su Ideal Andaluz en la sede del Ateneo de Sevilla. Era, por lo tanto, un nacionalismo de raíz cultural y folkclórica muy apartado de la triste realidad latifundista, el analfabetismo y la pobreza que soportaba Andalucía a finales del siglo XiX y principios del XX y que poco tenía que ver con las aspiraciones reivindicativas de un pueblo que apenas tenía para comer. No había, por lo tanto, una base popular como en Cataluña o Euskadi, que lo sustentara durante mucho tiempo y le proporcionara la suficiente fuerza política.

Pero es que, además, tras acabar la dictadura de Franco e iniciarse el periodo democrático a finales de los años 70 del pasado siglo, sus dirigentes no supieron, no quisieron o no pudieron aprovechar las nacientes ansias nacionalistas que forjó en amplias capas sociales andaluzas el "café para todos" de Adolfo Suárez y Manuel Clavero. De hecho tras un inicial buen éxito en las urnas en las primeras elecciones generales de 1979 en las que lograron cinco diputados en el Congreso, su estrella se fue apagando poco a poco debido, en parte, a las luchas internas por el poder entre sus líderes, Alejandro Rojas-Marcos y Pedro Pacheco, y en otra buena parte, en sus diversos pactos a dos bandas con el PSOE y el PP, según les conviniera a sus líderes, para obtener cuotas de poder ya fuesen consejerías en la Junta o importantes alcaldías como la de Sevilla. Además sus continuos cambios de siglas, de Partido Andalucista  (PA) pasó a llamarse Partido Socialista Andaluz (PSA) y posteriormente volvió al PA,  hizo que sus confundidos electores optaran por huír y, en el mejor de los casos, apoyar a PSOE de Andalucía. Hoy, el nacionalismo andaluz anda de nuevo en una travesía del desierto que se antoja casi definitiva. Otras fuerzas como UPyD o Podemos, de carácter centralista, le han tomado el testigo del relevo que ha quedado arrinconado en unas escasas alcaldía de municipios gaditanos.

Visto desde la distancia y el tiempo, el nacionalismo andaluz ha sido una pura catetería politica, un simple resfriado inocuo y pasajero que apenas contará con algunas líneas en los libros de historia. Y aunque en un primer momento les voté y fui uno de sus defensores más acérrimos, gracias a mis viajes por todo el mundo, desde Europa a Oriente Medio y desde Sudáfrica al Cono Sur de América, y a la lectura de diversos autores, historiadores, ensayistas y novelistas, he podido curarme a tiempo de ese sarampión nacionalista. En un mundo globalizado y sin fronteras en el cualquier acontecimiento ocurrido en China o Australia nos afecta directamente, queda bastante ridícula la autarquía de encerrarse en una región o un pueblo reivindicando que lo propio es mejor que lo ajeno. Yo nací en Arjona (Jaén) y vivo desde hace cuarenta años en Sevilla. Quiero a ambas ciudades y a mi Andalucía natal donde considero que la calidad de vida es preferible a otras muchas zonas del planeta, pero no me importaría nada pasar mi vejez en cualquier otra nación de la Tierra que me acogiera. Es lo que hay.

P.D.- En contra de lo que pensaban cuando leyeron el título de este artículo, habrán observado que no he nombrado ni a Arturito Mas ni a Jorge Pujol y su familia ni he hablado del coñazo del referéndum independentista de los catalanes. Bastante tenemos con aguantar la pesada murga que nos dan unos y otros un día sí y otro también.Ya está bueno lo bueno. Como me comentaba con cara de pocos amigos y de no hab er pegado ojo en toda la noche el ex presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla, el pasado lunes, "tengo el cuerpo cortado, estos payasos me tienen hasta la coronilla".  
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