La obra de Suso de Toro (¿) consiste en reproducir declaraciones, sin preguntas, del propio Zapatero, de su hermano Juan, de su primo José Miguel, de José Blanco, de Julián Lacalle (director general en la Secretaría de estado de Comunicación), de Trinidad Jiménez, de María Teresa Fernández de la Vega y de alguna otra persona, todos ellos entusiastas de la figura de José Luis Rodríguez Zapatero, comenzando por el propio interesado ( o sea, Zeta), que es su mayor ‘fan’.
Porque autocrírtica, lo que se dice autocrítica, o crítica al personaje por parte de sus familiares y subordinados, simplemente no existe. Aunque, como digo, se puedan encontrar cosas interesantes: la profunda convicción de Z en algunas cosas, su enorme satisfacción consigo mismo, ciertas reflexiones políticas de algún valor, aunque estén escondidas entre muchas frases banales y difuminadas por el incienso.
Temo que a Zapatero le llega un poco pronto este libro, tan hagiográfico que podría haberlo escrito él mismo, o haber encargado directamente su redacción al fidelísimo Moraleda. Habitualmente, este tipo de obras se escribe cuando un presidente ha abandonado ya La Moncloa, o cuando el personaje alcanza la categoría de mito (en este sentido, recuerdo un libro, un tanto bochornoso por lo demás, de conversaciones entre Felipe González y Juan Luis Cebrián, por ejemplo). Zapatero no se para en barras: llegó pronto al poder, llegó pronto a la gloria, llega pronto a la glorificación. Pienso que no debería haber permitido (¿facilitado?¿fomentado?) esta obra, recogida –que no escrita—con tan buena voluntad y tanto amor por su hagiógrafo.