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El error básico

El error básico

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 13 de octubre de 2014, 10:20h
            Se publican encuestas que muestran la pérdida de votos del Partido Popular. Sin darle más trascendencia de la poca que tienen los sondeos fuera del tiempo electoral y del marco territorial, no cabe ocultar que son indicativas al corroborar las pérdidas expresadas en las pasadas elecciones europeas. Suceda lo que suceda en el futuro, se detecta un descenso en el presente de la valoración del partido por parte de los mismos electores que hace tres años le otorgaban una contundente mayoría absoluta.
 
             El error que parece anidar en el estado mayor del partido, reducido a estado menor, es creer que esta depreciación se produce por mantener las ideas que le llevaron al triunfo y que no coinciden con el punto de vista de sus adversarios y rivales. Este cálculo equivocado le lleva a despreciar sus compromisos programáticos y conductas coherentes para acomodarse a un ambiente artificial promovido por quienes no les van a votar nunca. El error es debilitar la adhesión y confianza de sus propios votantes que no son una minoría alborotadora sino la gran base social que constituyó la mayoría más importante lograda nunca por una oferta unitaria del centro-derecha español.
 
             La rebaja en la estima del electorado no es la normal consecuencia del desgaste producido por la administración de una crisis ya que, en este terreno, existe comprensión suficiente para valorar positivamente los sacrificios tendentes a la recuperación que, aunque aún no se palpen sus consecuencias sociales, indican que nos encontramos en un camino bastante mejor que aquel por donde transitaba el gobierno socialista. Tampoco es achacable al hedor de corrupción que ensucia la vida pública española pues, desgraciadamente, ese tufo se reparte, en mayor o menor grado, por todos los colores del espectro político. La depreciación se produce por la pérdida de confianza en la firmeza de los propios dirigentes y por su falta de empatía para la comunicación y la argumentación política. Poco claros, poco consecuentes y poco simpáticos, quienes pierden intención de voto lo hacen por sus propios comportamientos y no por las agresiones de las burdas campañas de un entorno rencoroso y descerebrado.
 
            El fenómeno sería explicable si, en estos tiempos, el Partido Popular tuviese enfrente a líderes emergentes de gran categoría o irresistible carisma que presentasen serias ofertas de renovación y progreso frente a un liderazgo añejo, mediocre y discutido. Pero, por ahora, enfrente hay muy poco o casi nada, salvo un poso de demagogia y rencor envidioso. Pedro Sánchez, como mascarón de proa de una oposición tan o más devaluada como los gobernantes, no dice más que ambigüedades y tonterías, hace el ridículo en Europa y parece dispuesto a acentuar el desarme físico y moral de España cuando el mundo está siendo amenazado por los conflictos más peligrosos desde el fin de la última Guerra Mundial. La tercería son los delirios de Pablo Iglesias que, como otras actitudes reactivas, rencorosas y anticonstitucionales, no merecen más atención que la inevitable por su presencia mediática. Pero hay que notar que, como otras posiciones extremistas en Europa, circula como pez en el agua por pantallas y portátiles. No hay hacia la izquierda liderazgos serios para pensar que puedan secuestrar por sí mismos el sentido común de una sociedad madura que viene demostrando su sensatez, década tras década de democracia parlamentaria defectuosa pero moderada. Al sistema no le está comiendo el terreno nadie con poderosas fauces. Pero hay quien está devorando a su propia estirpe, como Saturno a sus hijos.
 
             Ni la representación corporativa, ni el tono del discurso, ni la gestualidad individual de los gobernantes se corresponden hoy con el paisaje que configuró una alternativa de gobierno en anteriores ocasiones. Con esta tropa no da la impresión de que pueda repetirse la suerte si solo se dedican a limarse sus propias garras. Hay que cultivar preferentemente al propio electorado, lo que se llama el "electorado disponible", esa base social con potencia de holgada mayoría, y no creer que difuminando los programas propios se pueden conquistar sectores del electorado "indispuesto". La capacidad de superar los vaticinios de fracaso de un partido reside en los principios de sus bases y en la lealtad a una mayoría social determinante. La recuperación de expectativas está en su interior, en su autenticidad, en sus principios y en la regeneración con recursos humanos no contaminados por la suciedad del ambiente. El gran error es creer que se pueden ganar indecisos con la indecisión propia mientras se desprecia la lealtad electoral nadando entre dos aguas. El gran error es traicionar los valores propios por miedo a la algarabía de las bandas vociferantes y de los escritores de portátil.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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