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OPINIÓN/Víctor Gijón

Cantabria vota derecha, con permiso de la abstención

Cantabria vota derecha, con permiso de la abstención

lunes 19 de noviembre de 2007, 11:55h
En las elecciones generales celebradas en España desde 1979, Cantabria vota más a la derecha que la izquierda. Incluso cuando los socialistas ganaban --entre 1982 y 1996-- y con a excepción del 28-O, la suma de los votos obtenidos por los partidos de centro-derecha siempre ha superado a los apoyos obtenidos por la izquierda.
En las elecciones generales celebradas en España desde 1979, Cantabria vota más a la derecha que la izquierda. Incluso cuando los socialistas ganaban --entre 1982 y 1996-- y con a excepción del 28-O, la suma de los votos obtenidos por los partidos de centro-derecha siempre ha superado a los apoyos obtenidos por la izquierda.

Otro dato a tener cuenta es el de la participación. A más votantes en las urnas, más apoyo para la izquierda; a más abstención, igual resultado para la derecha, pero merma sustancial en la sinistra.

Son algunos datos extraídos tras un análisis para andar por casa de los resultados electorales registrados en Cantabria en las convocatorias nacionales a la urnas desde 1979 hasta 2004. Son datos objetivos que permiten obtener algunas conclusiones que no siempre son tenidas en cuenta por los partidos aunque resulten más que obvias. Es más, desde las oficinas de estrategia política, se prefiere recurrir a teorías con base ideológicas, sin base real alguna, obviando los datos objetivos.

La tendencia, claramente favorable a la derecha en los comicios nacionales, tiene algunas correcciones en las elecciones autonómicas y municipales por la presencia de un partido regionalista que no presenta listas al Congreso y Senado. No obstante, y a pesar de ciertas especulaciones interesadas, el destino del voto del PRC de las elecciones municipales regionales y municipales en los comicios generales no es una cuestión trascendental. Y no por su número, que si es importante, sino por su cualidad. Se trata de un voto que está repartido desde hace tiempo entre las dos fuerzas mayoritarias, quizás con una leve inclinación hacia la derecha, especialmente a partir de 1996.

Como no se trata de hacer otras afirmaciones sin más, como esas a las que nos tienen acostumbrados los sociólogos de bolsillo en nómina de los partidos, analicemos algunos datos tomados de la página oficial de elecciones del Ministerio del Interior. Veamos, por ejemplo, las elecciones generales de 1993, en las que por última vez la derecha se presentó dividida y que por primera y última vez contó con la presencia de una candidatura del PRC. Fue, además, la convocatoria electoral en que se produjo la última victoria del PSOE, con una diferencia de tan solo 500 votos sobre el PP. Pues bien, con un participación alta, casi del 79%, las listas de la derecha --PP, CDS y UPCA-- reunieron el 46,7% de los sufragios (154.000 votos), frente al 44,5% (146.800) de las candidaturas de la izquierda (PSOE más Izquierda Unida). En esos mismos comicios el PRC recibía el apoyo del 5,6% (18.608 votos) de los electores cántabros.

Pues bien en 1996, un año después de que PP y PRC firmasen su primer acuerdo de Gobierno, y con una participación prácticamente igual a la de cuatro años antes, presentándose sólo un partido de derechas, el PP, éste supera por primera vez al PSOE, alcanzado el 50,4% de los votos, frente al 35,6% del PSOE que unido al 11,3 de IU da un resultado al conjunto de la izquierda del 46,9%. Es decir que mientras la derecha crece seis puntos --el PRC había obtenido 5,6% cuatro años antes--, la izquierda sólo aumenta en dos. En número de votos el PP alcanza los 175.651, que son prácticamente los mismos que resultan de sumar los obtenidos en 1993 por PP, CDS, la UPCA de Juan Hormaechea y el PRC.

El panorama electoral descrito para 1996 no sufrió cambios espectaculares en cuanto al PP en el 2000. 20.000 votos más y casi siete puntos porcentuales por encima, aunque ello fue debido fundamentalmente a una alta abstención que se cebó en la izquierda. Con ocho puntos menos de participación (71%) que en 1993, el PSOE pierde en 1996 únicamente un punto porcentual y algo más de 10.000 votos. Pero el desfondamiento de los resultados globales de la izquierda llega de la mano de la perdida espectacular de apoyos por parte de IU, que pierde 6 puntos y 23.000 votos. Por primera vez no se produce un trasvase entre votantes de izquierdas, algo que desde 1982 era una constante en todas las citas en las urnas. Y es que un descenso del PCE, luego IU, llevaba aparejado siempre un ascenso del PSOE y viceversa. Así en 1982 el PSOE logra el 45% de los votos, frente a un 3% del PCE; pero en 1989, la proporción es de PSOE, 40%, IU, 6,4% y en 1996, PSOE, 35,6%, frente a 11,3% de IU.

El ejemplo más claro de que el voto del PSOE depende de la participación es el resultado e las elecciones generales de 2004. En esos comicios, los últimas celebrados, IU pierde dos puntos con respecto al 2000, pasando de 5% a 3,3%, y 5.000 votos, en tanto que el PSOE crece siete puntos y obtienen casi 40.000 votos más que cuatro años antes. El PP, que ve reducido su porcentaje de votos en cinco puntos, mantiene prácticamente los mismos votos (1.000 más que en 2000). La clave que explica la mejora socialista es, por tanto, la participación, que pasa de un 71,8% en 2000 a un 77,23% en 2004.

Más allá de los datos o, mejor dicho, sobre ellos se hace necesario establecer algunas conclusiones. Primera, que el voto regionalista no será determinante para el resultado del PSOE, salvo que exista un cambio masivo de tendencia de la parte de los votantes del PRC que optaron a partir de 1996 por dar su apoyo al PP. Segunda, que el PP, una vez reunido todo el voto de la derecha, tiene asegurado el 50% de los votos, como viene ocurriendo desde 1996. Y tercera, que el PSOE, contando con el desfonde cada vez más acusado de IU, podría alcanzar entre el 43 y el 45% de los sufragios emitidos en marzo próximo, siempre que la participación esté cercana al 80% del censo.

No es mi intención establecer de antemano un resultado cerrado de las urnas, pero las tendencias son evidentes. El PSOE gana cuando la derecha se presenta divida y pierde cuando sólo hay una lista de esa opción política. El PP no tiene ahora competidor alguno en Cantabria en su lado del espectro político. Los votos de la derecha han sido más, incluso cuando el PSOE obtenía tres diputados al Congreso y tres senadores, por dos y uno, respectivamente, del PP, como ocurrió en 1989 y 1993. Desde 1996 hasta ahora, los populares reúnen más sufragios directos y más porcentaje que la izquierda junta, reduciéndose esa distancia en la medida en que aumenta la participación.

Si se dan por buenos los datos anteriores, que lo son, el PP lo tienen fácil si se limita a hacer una campaña de preservación del voto propio al tiempo que intenta desincentivar la participación. Para su suerte, no para las de los ciudadanos y ciudadanas de Cantabria, la política de oposición que practica, crispada y de enfrentamiento radical, y siempre que no la exagere, les sirve a los populares para lograr los dos objetivos: reforzar su base electoral y producir hartazgo en sectores moderados y progresistas, proclives a la abstención ideológica.

La izquierda, y más concretamente el PSOE, tiene como principal tarea la de incentivar la participación. A ello pueden ayudar los despropósitos nacionales del PP volviendo a pasear por el escenario político la guerra de Irak, el 11-M o el ‘Prestige’. Pero necesita, sobre todo, demostrar que se puede hacer otra política, que se está haciendo otra política, en el ámbito nacional, pero también en el regional. Una política de izquierdas y sin complejos. Las políticas sociales, como la llamada Ley de la Dependencia, o leyes ideológicas, como la de la Memoria Histórica, ayudan a romper el abstencionismo de votantes progresistas.

En cuando al voto regionalista que no esté ya alineado, y que después de las elecciones del pasado mes de mayo pueden ser algunos miles, su decisión última dependerá tanto o más de la posición de su líder, Miguel Ángel Revilla, que está claro que va a apoyar al PSOE, como de la influencia que tenga la ducha escocesa a la que la derecha somete a los regionalistas. Con un Ignacio Diego que los condena al infierno, al tiempo que Iñigo de la Serna les ofrece la mano para que no se abrasen en las calderas de Pedro Botero.
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