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Hermanos hasta que Alaya nos separe

Hermanos hasta que Alaya nos separe

jueves 30 de octubre de 2014, 20:19h
En el sindicato hermano están que se suben por las paredes.Y total por casi nada. La Junta le reclama a UGT de Andalucía algo más quince millones de euros por el asunto de las facturas falsas. Vamos, calderilla si tenemos en cuenta que en los últimos años tanto Manuel Chaves como José Antonio Griñán le habían regalado por la cara a Manuel Pastrana y a Francisco Fernández Sevilla cientos y cientos de millones sin control alguno a través de los tan cacareados acuerdos de concertación con los que, según decía Griñán, se iba a acabar con el paro en Andalucía. Bueno, a Pastrana, a Fernández Sevilla, a Paco Carbonero y al fallecido Lele Alvárez Colunga o a Santiago Herrero, entre otros dirigentes. Los acuerdos de concertación no sólo no acabaron con el paro sino que lo situaron a la cabeza de toda Europa, Sin embargo sí lograron llenar las arcas de unos y otros, empresarios y sindicatos, legal o ilegalmente, que de todo hay en la viña del Señor.
 
Pero pasa lo que pasa y hasta en las mejores familias salta la liebre. Dice el refrán que donde tengas la olla no metas...la mano. Y aquí todo el mundo sabía que, tanto los empresarios como los dos grandes sindicatos, CC.OO. y UGT, tenían la olla de su financiación puesta a calentar sobre los millonarios presupuestos de la Junta de Andalucía con los famosos y carísimos cursos de formación falsos de los parados, que pagaba religiosamente la Administración autonómica con el dinero de todos los andaluces. Hasta aquí todo lo normal que pueda ser en esta España de charanga y pandereta, de chorizos y mangantes, el hecho de que los curritos de a pie, despedidos de sus empresas sin que nadie moviera un dedo por defendernos de los EREs o los despidos, le costeáramos los pisos, los coches, las mariscadas y las juergas a los abnegados dirigentes sindicales.

Durante varias décadas las llamadas fuerzas sociales se han estado financiado con estos fondos y no han restringido en gastos. Desde jamones cinco jotas a viajes, pasando por sofisticadas cámaras de fotos, estancias de hoteles de lujo o comilonas pantagruélicas, eran los regalos navideños habituales a los periodistas económicos que se encargaban de cubrir las huelgas, las manifestaciones y las reivindicaciones sindicales. Así era hasta que llegó la comandante Alaya y mandó a parar. No sólo eso, sino que comenzó a destapar el amplio cajón de sastre del fraude que rodeaba los EREs, los cursos de formación y las facturas falsas de la UGT, Y entonces, la nueva líder socialista, la superpresi Susana Díaz, la que repite y repite sin cesar como si fuese un disco rallado que va a acabar con la corrupción "caiga quien caiga", aunque lo único que haga es ponerle trabas a la investigación de la magistrada astigitana, no tuvo más remedio que encargarle al consejero de Economía, José Antonio Sánchez Maldonado, ejemplo vivo de oratoria docta y fluída, que le reclamase al sindicato hermano, póbrecito mío, quince millones de euros, algo así como el cinco por ciento de la cantidad total que le ha dado en los últimos cinco años.

Y, claro, la nueva lideresa sindical, la que es otra copia ugetista de Susana, Carmen Castilla, ha montado en cólera, se ha agarrado un cabreo de padre y muy señor mío y ha acusado al partido hermano, el PSOE y a su secretaria general y presidenta de la Junta, Susana Díaz, de "actuar de forma inquisitorial contra el sindicato" y de "intentar quemar en la hoguera a la UGT con tal de salvar su imagen". No le falta razón. Susana está viendo como su estrategia de ser la jefa en la sombra hasta que Pedro Zapatero Sánchez acabe quemándose, comienza a fallarle. Ya no concita las unanimidades y los aplausos de hace tan sólo medio año en Madrid. De hecho, a su última comparecencia en los desayunos de Europa Press acudieron escasas figuras emblemáticas de su partido que antes no hubieran faltado por nada del mundo. Susana tiene que ponerse pronto las pilas y hacer algo notorio porque el nota de la coleta de Podemos amenaza con darle una pasada por la izquierda, tanto a ella como a sus socios del bipartito, que va a dejar en pañales al mismísimo Marc Márquez.
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