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Cuaderno de fin de año

Cuaderno de fin de año

sábado 20 de diciembre de 2014, 12:38h
Sólo es cuestión de encontrar una buena palabra para que todo mejore, como por ejemplo honestidad, y decirla entremetida en cada frase, dentro de cada idea, al lado de cualquier descripción que pretenda enmarcar la broma infinita de la vida. Y luego convertirla en un dardo que se dispara hacia lo que pasa, un dardo que llega con un aliento de fuego quemando los matorrales negros del día a día, horadando la mentira con un velo blanco de luz que avanza por el aire para taparla, y luego elevarse, para que quede la corrupción al aire y todos vean que aquello que pasó no debió pasar. Como por ejemplo que se vaya un fiscal honrado que nos tranquilizaba cada vez que el gobierno, o cualquier político manazas, nunca mejor dicho, manoseaba algo importante. Los que son indudables en la honestidad nos representan. Los que caracolean, justifican, visten sus mentiras, ocultan intereses egoístas, son los verdaderos enemigos de un pueblo cansado de no creer, cansado de dormirse cuando debería tener los ojos abiertos y gritar unánime oiga eso no está bien, ese fiscal es un tipo honrado y en su independencia abriga la mejor manera de representarnos. Además es un experto en cine, y la vida es una trilogía de tres filmes: el del nacimiento, el del desarrollo y el de la muerte.

Solo es cuestión de encontrar una buena palabra para el comienzo, como decía Hemingway de los artículos que se atascan en la mente, o en el estómago, que ya hay teorías que dicen que nuestro ser no está solo en el cerebro, sino en cada gramo de nuestro cuerpo, sí, encontrar una palabra buena para que todo mejore, quizá talento, y recordar el miedo de Platón a las mediocridades, miedo que le llevó a un sentimiento ácido aristócrata, o como Shakespeare con Coriolano, no dejándose llevar a la humillación de su altura de miras por los mediocres tribunos que querían cortar su orgullo, y tirarle de los pies hasta llegar a la mediocre medianía, y ahí perderse en un cuerpo que ni sueña, ni busca lo sublime, ni se exige adentro para encontrar esa luz profunda que nos acerca a lo divino.

Es esa palabra, talento, que en su moribunda acepción describió Kennedy Toole con la conjura de los necios, solo así es posible entender que un tipo como Rato, todo alta superficialidad, tocara con sus huellas figurantes tanto poder y tantos millones. Solo es cuestión de encontrar una buena palabra, por ejemplo verdad, y empezar con ella el nuevo año, aunque como decía Demócrito esté escondida en un hondo pozo y sea esquiva como un sueño. Encontrarla y sentirla como brújula cotidiana de lo lejano y lo cercano, de lo que se admira o se desprecia, porque la verdad, como insistía el gran Baroja, es lo único por lo que merece la pena luchar.
    
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