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Derecho a decidir

Derecho a decidir

miércoles 21 de noviembre de 2007, 21:34h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

Menuda sesión hemos tenido este mediodía en el club, amadísimos globalizados, megaletileonorisofiados y decididos niños y niñas que me leéis... Tato Ganduxer, que va de catalán-catalán por la vida, ayer por la tarde había estado en la conferencia-mitin de Artur Mas, el telonero de Oriol Pujol Ferrusola para dentro de nada (ayer el malvado del Vilariño, en Diariocrítico, digamos que estuvo como malévolamente acertado, el tío) y aún andaba digiriendo eso del derecho a decidir (“dret a decidir” , dicho sea en catalán, idioma co-oficial).  Se había producido una especie de epifanía de Tato.

Mi amigo del alma, que a la hora de encargar su primera consumición del aperitivo, para desespero de camareros, es como un ser hamletiano, un ser dubitativo: ¿dry martini o jerez? ¿Quizá un negroni? ¿Tal vez champagne?. Hoy no. Llegó, pidió un whisky doble y, acto seguido, exigió con voz firme, unas rodajitas de butifarra blanca. Pototo Sedó, que ejerce de cronista oficial del club, se apresuró a anotar el acontecimiento, para consignarlo entre las efemérides del año. No pude por menos que preguntarle a Tato el por qué de su rápida decisión. Y, por descontado que fui prolijamente informado. “Los catalanes tenemos derecho a decidir, Tito”, empezó a afirmar con rotundidad. Acto seguido, nos repitió de carrerilla, y sin más pausas que las necesarias para trasegar tres whiskies y embaularse como medio kilo de butifarra de La Garriga, todo el speach del líder de Convergència Democrática de Catalunya.  

Al acabar su disertación, muchos de mis amigos, mientras Tato pedía con gestos firmes y decididos, una nueva consumición, prorrumpieron en vítores, aplausos y hasta un conato de empezar a cantar “Els segadors”, himno catalán que, a diferencia del español, tiene letra pero que pocos conocen en su totalidad, más allá de lo de “Catalunya triomfant// tornarà a ser rica i plena...” (se entiende perfectamente, por lo que omito la traducción). No sé si a consocios como Willy Ramos, José María Torruella, Geni Giral, Fito Soldevila de Monteys Quico Boada le salía la vena patriótica o empresarial, pero en sus miradas se notaba un brillo especial. ¿Cómo cuánto de especial?, os preguntaréis vosotros, pequeñines/as míos/as, pues como el que reluce en la mirada de un agente de Bolsa al cerrar una operación rentable o en la de un promotor inmobiliario al conseguir la recalificación –por un precio irrisorio, ni falta hace recordarlo—de unos terrenos en primera línea de playa.

Un sector de la sociedad civil catalana, el más pudiente, empieza a percibir que lo del soberanismo catalanista puede ser un buen negocio. Al menos es lo que anda diciendo por ahí Artur Mas, y, en algunos cenáculos barceloneses, se le empieza a creer.

¿Peligra la unidad de España? ¿La Patria común e indivisible de los españoles –catalanes incluidos—está a punto de romperse? Pues no. Rotundamente no. Bastará con que las líneas de cercanías de Renfe en Barcelona vuelvan a funcionar y que los obreros empiecen a llegar puntualmente a su diaria y matutina cita con el reloj de fichar, para que el empresariado catalán, haciendo uso de su derecho a decidir, vuelva a lo de siempre: “más vale España en mano, que Cataluña libre volando en alas de su soberanía”. A esto, por estos pagos, los de Pedralbes, le llamamos seny.

Eso sí, el que está más cabreado que un babuino al que le han robado su ración de cacahuetes, es Josep Lluís Carod-Rovira. Se ha visto desbordado por Artur Mas en esto del soberanismo independentista. O sea, que nadie se extrañe si denuncia a CiU por apropiación indebida. Y es que los de Esquerra Republicana, no sin razón, pueden decir que lo del soberanismo lo dijeron ellos primero. Pero, tranquilo Josep-Lluís, que como dijo el sabio: “bienaventurados nuestros imitadores porque de ellos serán todos nuestros defectos”. Amén de los suyos, claro.

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