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Hacer o jugar a la política

Hacer o jugar a la política

jueves 29 de noviembre de 2007, 21:10h
El gobierno ganó en la Argentina las elecciones de octubre con una combinación de tres elementos: (a) éxito económico, (b) “caja” que le permitió seducir a líderes y tropa y (c) agresión contra los que no compartían su proyecto.

Es obvio que la oposición no puede mostrar resultados económicos ni dispone de recursos para comprar voluntades. ¿Cómo puede imaginar que tendrá éxito en dos -o en cuatro años- si su política consiste en agredir todo lo que puede, tanto al gobierno como a los otros miembros de la oposición? No sería una mala idea pensar que el gobierno ya lo está haciendo, y, en todo caso, haciéndolo mejor.

Treinta días después del 28 de octubre están destruidas las dos coaliciones que siguieron en orden de votos a Cristina.

1. En el ARI “descubrieron”, después de ser electos, que no podían convivir con Patricia Bullrich, ni con Alfonso Prat Gay, ni con Santiago del Sel. El descubrimiento lo hicieron, por supuesto, “desde la ética”. Pero la “novedad” mayor es que Carrió toma decisiones políticas sin consultar.

2. Los radicales que se sumaron a UNA están furiosos con Lavagna porque advierten, “ahora”, que no los consideró como correspondía durante la campaña. Lavagna, como todos saben, perdió las elecciones.

Pregunta ética: ¿si Carrió o Lavagna hubieran ganado las elecciones se escucharían las mismas críticas indignadas de los miembros de ambas coaliciones?

El gobierno está encantado con el cuadro anterior: 40 % de los votos opositores a Cristina (23 de Carrió y 17 de Lavagna) del 55% total, están siendo pulverizados por los mismos miembros de esas coaliciones, sin el aporte de ningún subsidio estatal.

¿Piensa la oposición ganar el corazón de la gente, de los ciudadanos, en todo caso del opositor con esta política y este discurso?

¿Se puede hacer política sin decirle al que está enfrente que es un traidor o un corrupto?

Existe en la argentina política -y en la sociedad- una visión muy particular de la ética: pareciera que corrupto es solo el que pone en sus bolsillos lo que no le corresponde. Sin embargo, hay varias carreras políticas construidas íntegramente sobre denuncias y ataques a la decencia de los otros, que nunca pudieron probarse.

¿Cómo se llama, éticamente, la construcción de ese capital político?



La realidad ha creado una fantasía: de un lado los corruptos denunciados, del otro los que se prestigian denunciando lo que no pueden probar. Gran parte del juego político argentino está sostenido en este sistema demencial.

El fenómeno tiene naturalmente raíces más profundas. No es gratuita la falta de credibilidad de la ciudadanía en la política, ni menor la incidencia del poder judicial desprestigiado.

Sin embargo, la misma realidad 2007 tiene dos mensajes positivos.

1. En las únicas cinco elecciones para gobernador en las cuales el gobierno nacional perdió, los ganadores utilizaron dos argumentos “inexplicables”: propuestas y no agresión. Macri en la Ciudad de Buenos Aires, Ríos en Tierra del Fuego, Binner en Santa Fe, Sapag en Neuquén y Rodríguez Saa en San Luis triunfaron con otra receta: hablar y convivir con el que está enfrente, incluido el gobierno nacional.

2. Ha aparecido, cruzada en diferentes partidos, una generación de dirigentes jóvenes que están tejiendo en silencio una red de confianza mutua. Por primera vez en muchas décadas esta juventud no es “una promesa”: la mayor parte de ellos son o serán legisladores o funcionarios ejecutivos en gobiernos provinciales y municipales.

La diferencia entre un grupo –la nueva generación y esos cinco gobernadores- y el otro –los candidatos que quedaron en el camino-, sea probablemente la siguiente: los primeros quieren gobernar mientras los otros solo juegan a querer gobernar. La política es, para varios de ellos, un juego sin mucha responsabilidad que les permite evadir el anonimato y ser famosos.

El costado lúdico de la política es muy importante, pero no es toda la política.
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