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Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud

viernes 02 de octubre de 2015, 00:02h

La frase, falsamente atribuída al Tenorio de Zorrilla, me viene al pelo para titular este artículo que trata sobre un personaje a quien todos dábamos por desaparecido hace tiempo y que surge de nuevo como por arte de magia en una amplia entrevista en el periódico en el que yo trabajé durante casi cuarenta años. Se trata nada más y nada menos que el famoso ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía, Francisco Javier Guerrero, uno de los 270 imputados en el turbio asunto de los EREs fraudulentos y un personaje clave a quien la juez Marcedes Alaya envió en su momento a prisión y, tras pagar una millonaria fianza, está ahora a la espera del juicio definitivo que lo lleve a la cárcel o lo ponga en libertad. Por si no lo recuerdan, Guerrero era ese alto cargo que, como Viera, provenía de El Pedroso, en la Sierra Norte sevillana y a quien su chófer, Juan Francisco Trujillo, culpó de gastarse el dinero de los parados andaluces en cocaína y gin-tonics en el pub Caramelo donde los beneficiarios de las ayudas hacían cola para entrevistarse con él.

No es que yo dé mucha credibilidad a las historias que a toro pasado suelen contar este tipo de personajes. Ni se la di a Luis Bárcenas cuando publicó sus memorias en El Mundo de Pedro Jota, ni se la doy ahora a Guerrero en el ABC. Pero me van a permitir que incida en algunos aspectos en los que ambos personajes coinciden y con los que sí creo que muchos observadores podriamos estar de acuerdo. Si Bárcenas hablaba de la contabilidad B del PP que toda la dirección, incluído Rajoy, conocía, Guerrero habla de la partida 31L que él mismo bautizó en su declaración como “fondo de reptiles” como algo conocido no sólo por Chaves, Griñán y todos los consejeros de Trabajo y Hacienda, sino también por altos cargos socialistas como lo era entonces Susana Díaz. Supongo que ambos llevan razón al apuntar hacia arriba en las responsabilidades últimas porque es lógico suponer que no se desvían cientos de millones de euros del erario público, como ha ocurrido con los EREs o con los falsos cursos de formación sin que, al menos, se enteren los jefes supremos del cotarro que los maneja. Lo contrario, la ignorancia supina de los presidentes y de las cúpulas, sería un disparate que más vale ni contemplarlo.

Porque, en el fondo, Guerrero, con su frase “Susana Díaz ha utilizado los EREs para un ajuste de cuentas en el PSOE-A” no hace sino confirmar lo que todos sabíamos desde que Pepe Griñán a la presidencia de la Junta y a la Secretaría General de los socialistas andalces. Susana era la elegida para liderar el cambio generacional en un partido envejecido y anclado en figuras de la transición. Había que hacer una nueva foto de la tortilla que sirviera de imagen para el nuevo siglo y para ello tenían que desaparecer toda la generación de los Chaves, Guerra, González, Borbolla y compañia, alguno de los cuales se resistían a perder su poder como gato panza arriba. Si para ello había incluso que inmiscuirlos de soslayo en algún escándalo como el de los EREs, se haría para forzarles a abandonar. Y aquí paz y después gloria.

El problema es el que decía a comienzo de este artículo, el de la buena salud de la que gozan algunos de los muertos que el PSOE daba por enterrados, sobre todo esos “cuatro golfos” a los que se refería Chaves en su momento y que puede que alguno de ellos, entre los 270 imputados, guarden en sus mochilas pruebas comprometedoras que puedan esgrimir en un momento dado y que provoquen todo un terremoto en las estructuras no sólo del partido hegemónico en Andalucía, sino en la propia Junta. Largo me lo fiais, pero aunque sea como periodista jubilado, me gustaría presenciar las sesiones del juicio sobre los EREs si es que llegan a celebrarse algún día antes de que toda la macrocausa quede prescrita.

Ver a Guerrero, a Lanzas, a Fernández, a Viera, a Chaves, a Griñán, a Zarrías, a Martínez Aguayo, a Vallejo y al resto de consejeros tirar balones fuera para salvar la honestidad propia y la del partido que les ha dado tantos años de comer, va a ser antológico. Sé positivamente que todo ello no interesará demasiado más allá de Despeñaperros donde las miradas están dirigidas siempre hacia el norte, ni incluso al propio pueblo andaluz, más pendiente de los viejos y los niños de Juan Imedio o del Se llama copla que de los que ocurre en las Cinco Llagas o en San Telmo. Pero uno, qué quieren que les diga, sigue anclado en su propia deformación profesional y aún tiene la esperanza de que este pueblo adormilado despierte de su modorra algún día aunque sea, como dice su himno, solo para pedir tierra y libertad.

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