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Lágrimas de cocodrilo

miércoles 02 de diciembre de 2015, 15:41h
Lo confesaba hace pocos meses un alto miembro del PP que ha tenido responsabilidades en el Gobierno de la nación. “¿Sabes cuáles han sido nuestros principales problemas en los últimos veinte años, decía, el no haber controlado ni los medios de comunicación ni haber amarrado en corto a los resortes del Estado”. Lo de los medios de comunicación no es nuevo. Si el PP ha pecado de algo en sus diversas etapas de Gobierno, algunas de ellas con mayoría absoluta, ha sido el de primar a los grupos periodísticos que no eran de su cuerda.

Desde la época de Aznar hasta la de Rajoy, los Ejecutivos del PP siempre han beneficiado a ciertos lobbies informativos que le hacían el juego al PSOE, llámense Prisa (El país y la SER), Mediaset (Tele 5) o Roures. No sé si sería por aquello del complejo dictatorial de la derecha o simplemente porque, sabiendo positivamente que tenían en su mano a otras empresas que le bailaban el agua como la Cope, A3 Media, Unedisa (El Mundo) o Vocento (ABC), no fueron nunca capaces de potenciar, favorecer y primar a estas para su mayor difusión e influencia social. Al contrario, Aznar salvó a Prisa del desastre concediéndole una televisión privada de pago (Canal Plus) y Rajoy ha hecho otro tanto con la misma empresa en el último reparto de las concesiones de las TDT. Al enemigo no que huye sino que ataca, puente de plata. Con dos pares.

Eso es algo que al PSOE nunca le ha ocurrido. Ni a Felipe González ni a Zapatero se le hubiera pasado nunca por la cabeza apoyar o hacerle favores a aquellos medios que formulaban ciertas críticas contra sus Gobiernos. Lo digo con conocimiento de causa porque en Andalucía los diversos Ejecutivos socialistas de la Junta han marginado repetidamente muchos años de la publicidad institucional a las que consideraba “empresas enemigas” sin que se les cayera la cara de vergüenza a los responsables, habiendo llegado el asunto a los tribunales

Casi todos estamos de acuerdo, y sus dirigentes lo corroboran en privado y en público, en que el PP ha tenido en los últimos veinte años una política mediática bastante errática y desconcertante para quienes defendían sus postulados. Pese a ello y aunque han gozado de una más que amplia mayoría absoluta en los últimos cuatro años, siguen erre que erre. Como el asno, volviendo a tropezar por enésima vez en la misma piedra.

Con todo, siendo este asunto de los medios de comunicación trascendental a la hora de ganar unas elecciones, es mucho más importante el descontrol que, según confesaba el dirigente popular citado al principio de este artículo, han tenido y tienen los Gobiernos del PP sobre los llamados “resortes del Estado”. ¿Y cuáles son esos resortes?, se preguntarán. Pues la plana mayor de la Policía y los servicios de inteligencia (Cesid). Ambos organismos siguen en manos, al menos en la práctica, de personas poco afines al Gobierno sin que éste, pese a sus cuatro años de mayoría absoluta, haya sido capaz de desmantelarlos. Ni siquera la efectiva vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en cuyas manos puso Rajoy el Cesid, ha sido capaz de reorganizarlo y adaptarlo a las nuevas necesidades.

Yo estoy seguro de que, si en estos momentos ocurriera en España un trágico atentado yihadista similar al que pasó hace diez años en Atocha, el líder socialista Pedro Sánchez volvería a tener en sus manos la información pormenorizada de primera mano de lo ocurrido un par de horas antes que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Y no cabe duda que esos resortes del Estado son claves para la buena gobernación de un país.

No me valen, por lo tanto, las lágrimas de cocodrilo de algunos dirigentes populares sueltan por lo que no han sabido, querido o podido hacer habiendo tenido en sus manos los resortes necesarios para haberlos llevado a cabo en diversas ocasiones. Son lágrimas de cocodrilo de aquellos que no han cumplido el mandato que la mayoría del pueblo español les concedió en las últimas elecciones generales. Lamerse las heridas y lamentarse a toro pasado por lo que no se ha hecho es propio de personas que no merecen la confianza depositada en ellas. Como dice el clásico refrán español, a buen entendedor, pocas palabras bastan.
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