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Una de mosqueo

jueves 14 de abril de 2016, 09:57h

Ha tenido tiempo el ministro Soria, desde que el bufete panameño Mossack Fonseca denunciara que le habían pirateado sus archivos, de preparar una explicación coherente sobre su presencia ligada a una sociedad "offshore". Porque el cúmulo de disparates, contradicciones, y explicaciones a medias, han dejado sus credibilidad bajo mínimos.

Primero fue una suplantación de personalidad; alguien había incluido su nombre y su firma en una compañía de la que no tenía noticia. Ante tamaño desafuero pidió al fiscal (que no necesita permiso de nadie del Gobierno para investigar delitos) que averiguara su presencia en los llamados "papeles de Panamá". Sin necesidad de mediar la Fiscalía, pronto se supo que una compañía británica, de idéntico nombre a la de Bahamas, estaba registrada en Londres. Soria, raudo y veloz, declaró que nadie de su familia tenía, o había tenido, nada que ver con la firma.

Horas más tarde, una visita al Registro Mercantil de Londres desvelaba que el fundador de UK Lines era precisamente el padre del ministro. Nuevamente Soria sale a la palestra y, cuando se le inquiere por semejante contradicción, responde que no lo dijo porque nadie le había preguntado. Menos mal que no se extendió en explicaciones sobre el grado de parentesco con su padre o si nuevamente un impostor había suplantado su nombre y firma (del padre, se entiende). Su último dislate se produjo en los pasillo del Congreso, en el que piensa comparecer la semana próxima --esperemos que con argumentos más sólidos y mejor preparados-- cuando dijo que acababa de enterarse de que, según el citado Registro, había sido secretario de UK Lines durante unos meses. Una compañía que según Soria era de capital 100% británico, con la salvedad de que él y su padre poseían el cincuenta por ciento de las acciones.

Pues bien, pese a tanto mosqueo descrito, Mariano Rajoy sigue manteniendo la confianza en su ministro de Industria y lo mismo hacen tres destacados compañeros del Consejo de Ministros. Su dimisión o su cese, en este momento político y con el Gobierno en funciones, tendría un mero valor simbólico pero dejaría en mejor lugar al PP y al propio interesado, que podría dedicarse a aclarar quién es, como se llama, a que se dedicó antes de entrar en política, cuáles son sus empresas familiares y donde está su capital.

Mirando hacia atrás, y después de escuchar estupefactos sus declaraciones, muchos españoles se preguntarán cómo el Ministerio de Industria, fundamental en la recuperación económica, clave para las empresas tecnológicas que pretenden abrir mercados exteriores, ha podido estar cuatro años en manos de un político que no sabe ni donde tiene los ahorros.

Para el Partido Popular, a las puertas de una nueva campaña electoral, es un baldón más en su imagen. Como lo es la detención del alcalde de Granada por corrupción. Pero en Génova 13 ya no se inmutan, dan por amortizada la corrupción, tanto la pasada como la venidera, porque están convencidos de que, antes de que "el de la coleta" toque poder, sus electores les votarán, tapándose la nariz.

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