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Solos en Navidad

martes 25 de diciembre de 2007, 13:39h

En estos días de bullicio, de celebraciones familiares –y no tan familiares-, de invasión de luces y de publicidad, de comercios llenos –tal vez menos que hace un año, tal vez la crisis que viene-, de comidas y cenas de empresa, en España hay miles, tal vez millones, de personas que viven las fiestas de otra manera, pero, sobre todo, que las viven en soledad. Una sociedad tan abierta como la nuestra acoge en su seno a muchas personas que están solas, que se sienten solas. Según algunas encuestas, uno de cada cuatro españoles, solteros y casados, dice sentirse solo con frecuencia y el cuarenta por ciento confiesa no tener ningún amigo íntimo. 

Este país está lleno de inmigrantes que viven sin sus familias. Madres que han tenido que dejar a sus hijos a miles de kilómetros con la esperanza de poder traerlos o de volver algún día a su tierra, pero que se están perdiendo verles crecer. Mayores solos o abandonados a los que algunas residencias privadas han ofrecido un lugar donde compartir la Nochebuena con otros ancianos. Miles de desarraigados, sin techo, sin familia, sin esperanza. Personas solas en sus hogares sin nadie con quien compartir una palabra. Hay una soledad dramática, impuesta por las circunstancias, que pone de manifiesto cómo esta sociedad del bienestar da la espalda, ignora a una buena parte de quienes la forman. Se sorprenderían muchos ciudadanos de bien si supieran cuántos ancianos con hijos socialmente considerados, ciudadanos respetables, pasan solos esta Navidad. Claro que, seguramente, esos mismos padres pasan solos el resto del año. Aunque les vayan a visitar de vez en cuando o les llamen por teléfono. La peor soledad no es la física.

Benedicto XVI acaba de denunciar “la explotación egoísta de la tierra”. El Rey Juan Carlos se refería en su discurso de Navidad a algunas cuestiones políticas de calado – otra llamada a la unidad y al sentido de Estado, tal vez inútil- pero reflexionaba también sobre el esfuerzo que deben redoblar las Administraciones para luchar contra la pobreza, la exclusión social, las desigualdades sociales y asistenciales. Su reconocimiento al papel de los inmigrantes en el desarrollo de España, también merece ser resaltado. “El país moderno, unido y diverso, justo y solidario, con mayor bienestar para todos”, que pedía el Rey, debe prestar una atención especial a los que están solos, a los excluidos, los marginados, los rechazados socialmente. No es de recibo que en una sociedad que ha multiplicado su crecimiento, que gasta y consume compulsivamente, que derrocha hasta límites extremos, los que no tienen nada, ni siquiera afecto, sean atendidos en su mayoría por instituciones privadas, especialmente la Iglesia católica y muchas ONGs.  No es de recibo. Pero aquí somos todos responsables.
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