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El fracaso de los extremos

El fracaso de los extremos

lunes 14 de enero de 2008, 23:56h

En el balance final de este proceso, lo cierto es que las posiciones extremas se anularon.

La reunión de los prefectos y el Poder Ejecutivo constituye el momento en que el Gobierno comprende la proximidad de su colapso y se instala como una opción orientada a superar un impasse en que, probablemente, él hubiera sido el mayor perdedor, no sólo porque es una vana ilusión pensar que se puede gobernar una nación con dos tercios de su territorio fuera de control estatal (a lo que se añade que los vectores económicos que mueven la economía del país radican precisamente en esos territorios), sino que además con La Paz, Oruro y Potosí las posibilidades de un desarrollo sostenible son mínimas, y si a eso se suma una visión jurásica de la sociedad, la política y el Estado (profundamente arraigada en las visiones fundamentalistas del régimen), la situación sería complicada, aún simbólicamente, si el presidente Morales no puede visitar más de dos terceras partes del país, si sus ministros no pueden ingresar en un departamento sin el riesgo de ser agredidos (pese a las movilizaciones de grupos de choque masistas), es ya un desastre político que el Vicepresidente no parece comprender. Este conjunto de factores resaltan la importancia política de la reunión en la medida en que al posicionar una agenda cuya esencia se orienta al respeto de la democracia y la institucionalidad democrática, la reformulación de la CPE del MAS y los estatutos autonómicos, y la restitución de los recursos del IDH, señalan el fracaso de las fracciones extremas, tanto de uno como del otro lado.

Mucha gente opina que la presencia del Vicepresidente y su notoria molestia frente a la posición conciliadora del presidente Morales durante la trascendental reunión traslucían el fracaso de la izquierda ortodoxa bajo la égida de García Linera; es más, la presencia del Vicepresidente en Santa Cruz, un día después, a efectos de inaugurar la campaña por el Sí, ha sido interpretada como una reafirmación de su posición extrema, cosa que se comprende en él dada su formación ideológica; empero, cabe ahora preguntarse si don Evo Morales no está en el juego de las dilaciones y si éste es un paso trascendental de su Gobierno en la búsqueda de un país menos conflictuado, o una movida política para ganarle tiempo al irreversible deterioro del Gobierno ante una nación dividida no precisamente a su favor. En el balance final de este proceso, lo cierto es que las posiciones extremas se anularon y todo indica que atravesamos un momento en que la naturaleza misma del Gobierno se ha puesto en el tapete. Morales no podrá ahora jugar a doble cara si no quiere precipitar un desastre que arrastraría tanto a los radicales de la línea vicepresidencial como a los moderados de su propio partido, además crearía las condiciones de una resolución por la vía de las armas y la violencia generalizada.

Más allá de cualquier connotación y de lo que pueda dar como resultado la reunión del Gobierno y los prefectos, parece claro que ésta ha marcado un punto de inflexión en que tanto la oposición como el oficialismo tienen que reorientar sus posiciones y modificar sus estrategias; de lo contrario, el país en su conjunto se arrimará al desastre y en esa eventualidad nadie podría ni con cartas chinas o dólares venezolanos premonizar de qué lado se inclinarían las fuerzas de la victoria. Si el Presidente no ha entendido la dimensión del diálogo, o si se imponen frente a él las fracciones fundamentalistas y ortodoxas, no sólo ese encuentro, sino el futuro inmediato de la Nación está seriamente amenazado.

* Sociólogo y profesor universitario

renzoabruzzese.blogspot.com

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