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Rumanía es quizás uno de los países más desconocidos de la Europa del Este

Rumanía es quizás uno de los países más desconocidos de la Europa del Este

martes 29 de enero de 2008, 14:32h
Quizás por ello, al ver el nombre de una ciudad rumana (un nombre que ni siquiera sabía pronunciar correctamente) entre los posibles destinos para mi beca Erasmus, no me lo pensé dos veces, para el asombro de muchos, que lo veían como un destino peligroso, quizás por desconocido, y el apoyo incondicional de otros tantos.
Sin saber rumano y con muy poca información conseguida a través de la red, me planté en Iaşi y empezó nuestra historia de amor. Me sorprendió la amabilidad de sus gentes, empezando por la de aquel vigilante del parking del aeropuerto que se esforzó por entenderme y llamar a un amigo para que me llevara a la residencia universitaria, dada la ausencia de taxis a aquella hora intempestiva, y acabando por cada uno de los profesores, camareros, tenderas y peatones variados con quienes me he topado en mi estancia en su tierra. Desde luego, la hospitalidad es una característica a destacar de los rumanos. Curiosamente, muchos se muestran incrédulos al conocer mi intención y la de mis compañeros Erasmus de aprender su lengua y vivir en su país, quizás no sólo durante nuestros períodos de beca.

Como estudiante de traducción, el rumano me llamaba poderosamente la atención. La proximidad con el español de esta lengua de origen latino (que cuenta con vocabulario prestado del turco, el griego y los idiomas eslavos) la hace relativamente fácil, aunque el intrincado acento de la Moldavia Rumana y una gramática un tanto diferente supongan una pequeña barrera. Tras seguir varios cursos ofertados por la universidad Alexandru Ioan Cuza, creo que puedo decir que me manejo en este idioma con la suficiente facilidad como para seguir una conversación de medianoche en un tren destino Timişoara con una mujer que, tras contarme unos cuantos chismes, me explicó cómo cocinar el delicioso sarmale, plato típico de esta tierra consistente en una mezcla de arroz y carne preparadas de una manera determinada y envuelta en hojas de col o vid.

Rumanía en rosa y negro

Y es que la gastronomía rumana no desmerece la hospitalidad de los habitantes de esta tierra. Imposible perderse el ya mencionado sarmale, la inmensa variedad de sopas y cremas, aquí llamadas ciorba o supa, la tocaniţa o guiso de diferentes carnes, todo ello aderezado con un delicado vino rumano. Y, para los que gusten de emociones fuertes, un vasito de ţuica, un fortísimo aguardiente local, o un vin fierbt, vino caliente y especiado, para ayudar a soportar las bajísimas temperaturas que estamos soportando ya desde finales de octubre por estos lares.

    Pero, por supuesto, no todo es de color de rosa en Rumanía. En la calle se ven numerosos niños que toman por hogar las alcantarillas, los parques o cualquier agujero donde resguardarse del frío extremo que cada año asesina silencioso a unos cuantos indigentes. Sin familia, sin nadie que se preocupe por ellos, estos niños están expuestos desde su más tierna infancia a todo, incluida la droga de los pobres y los desesperados, el pegamento. Es común verles a cualquier hora de la noche o del día por las calles más céntricas de las ciudades rumanas, con una bolsa de plástico llena de pegamento aplicada al rostro, pidiendo bani (dinero) o comida a los viandantes, que en la mayoría de los casos pasarán por su lado sin verles siquiera. Una imagen, impropia de un país que se precia de su reciente ingreso en la Unión Europea, que resulta especialmente dura.

    Además, el gravísimo problema de racismo que afecta sobre todo a los romaníes o gitanos, apartados de todos y de todo incluso desde el nivel político, y más desde los recientes acontecimientos en Italia, es uno de los mayores obstáculos que la población rumana ha de ir superando en beneficio de todos.

También es digna de mención la carencia de servicios básicos (como el agua corriente, la electricidad o los servicios sanitarios) que se aprecian en las zonas rurales. Y, una vez más, quién se lleva la peor parte son las familias con niños, que viven en algunos casos en una situación de pobreza extrema, conocida por pocos y atendida sólo por unas cuantas ONG, y sujetos a que el azar meteorológico les permita sacar adelante una buena cosecha (su única fuente de ingresos) que les permita alimentarse durante todo el año.

    Como estudiante Erasmus, se me está permitiendo observar la cara y la cruz de un país que cada vez nos queda más cerca, pero sigue estando muy lejos: entre la belleza dormida de los Cárpatos, los ojos profundos de los que pasan la noche al raso y el bullicio occidental de ciudades como Iaşi, Bucureşti o Timişoara.

Explicación de fotos de arriba a abajo:

Foto 1: Yo (la autora) con dos niños de 8 y 7 años en una aldea cercana a Iaşi, Rumanía. La familia de estos niños vive del campo y la mala cosecha de este año les ha acarreado carencias importantes. Muestran signos evidentes de pobreza e incluso desnutrición. Agosto 2007.

Foto 2: Vista general del Palacio de la Cultura. Iaşi, Rumanía.

Foto 3: Niños en un poblado romaní, en Agosto de 2007. Iaşi, Rumanía.

Foto 4: Niño de 8 años delante de su casa en una aldea cercana a Iaşi. Es el mismo niño que aparece en la foto 2 a mi derecha. Agosto 2007.

Foto 5: Vista general de Piaţa Independenţei, Iaşi, Rumanía.


Crónica publicada el 29 de enero 2008

María Rodríguez Rodríguez

20 años
3º en la Licenciatura en Traducción e Interpretación (Inglés-Español)
Universidade de Vigo. Facultade de Filoloxía e Tradución
Destino: Universidad Alexandru Ioan Cuza, Facultatea de Litere, Iasi. Rumanía
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