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Tensión, dramatización y movilización

domingo 17 de febrero de 2008, 17:27h
La lluvia de encuestas no son totalmente contradictorias pero tienen sus matices. Unas apuntan a que el PP le estaría pisando los talones al PSOE; otras indican movilización del electorado socialista. Las primeras generan tensión y dramatización; las segundas, por fin, movilizan.

Es difícil escrutar en las intenciones de los electores porque estos han adaptado modos gallegos en las respuestas. No se sabe si se suben a la participación y en qué partido confiarían o si finalmente se van a quedar en casa. Las intenciones ocultas son una manifestación fehaciente del descrédito de la política y esta circunstancia nefanda hay que adjudicársela en sus meritos a los partidos que tratan a los posibles electores como si fueran potenciales compradores de un vendedor ambulante, de los que al final siempre sorprendían añadiendo a las mercancías convoyadas un peine de última hora: sólo picaban los pardillos. Una suerte de juego de las tres bolitas y los cubiletes en las que los ciudadanos han detectado trampa.

Quizá la mejor tensión/dramatización la obtendría José Luis Rodríguez Zapatero explicando que la seguridad interior de España depende de que no se pierda la guerra de Afganistán, porque desde allí se cursan las instrucciones a los islamistas de el Raval para que dinamiten el metro. No sería malo que Rajoy nos explicara que va a hacer con el millón de inmigrantes sin papeles que él declara que existen y a los que se ha comprometido a no legalizar: los va a expulsar en las mismas pateras que llegaron...

Nada sabemos de los proyectos de los grandes partidos sobre la Europa de la Defensa, ni de la forma en la que los dos grandes líderes van a poner en valor político nuestra dimensión económica; desconocemos que vamos a hacer en Latinoamérica para que la presencia pujante de empresas multinacionales españolas tenga una correspondencia con nuestras responsabilidades y oportunidades políticas en el nuevo continente.

La tensión y la dramatización pueden ser un instrumento electoral para convocar una participación de urgencia. Pero sólo los sueños promueven emociones suficientes para que el ciudadano se vuelva a enamorar de la política y comprenda que no sólo lo necesitan por su voto sino que se quieren casar con ellos para hacer de España un sitio habitable para siempre. De momento hay que conformase con lo que hay.
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