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Lecciones para el segundo ‘debatazo’

Lecciones para el segundo ‘debatazo’

martes 26 de febrero de 2008, 08:35h
Las bajas calificaciones de los periódicos del martes a ambos contendientes en el primer debate preelectoral ante las cámaras –enorme división de opiniones. Lo previsible: quienes se esperaba que dijesen que ganaba uno, lo dijeron; los del otro, también, con no rara unanimidad—deberían hacer reflexionar muy seriamente a unos cantos. Me siento incapaz de asegurar con rotundidad que ganó uno u otro: quizá Rajoy lo tuvo más fácil cuando hablaba de terrorismo y de la “mentiras” de Zapatero en este terreno. Pero se dejó comer la jugada en cuanto se entraba en los números. Estuvo Rajoy más sereno, Zapatero más contundente. A mí, al menos, no me convenció ninguno de los dos.

Los periodistas, tan aficionados a dar consejos, no somos quiénes para andar prodigándolos, pero me parece que algunos tenemos solamente, y nada menos, la autoridad de haber visto ya muchos debates ‘cara a cara’ en muchas partes del mundo. Por ello, me atrevo a adelantar que todos, Zapatero y Rajoy, el moderador, los ‘estados mayores’ de los partidos, los medios y los telespectadores, deberíamos cambiar nuestra mentalidad ante estos espectáculos.

Porque espectáculos son, que no acto institucional, estos debates, y como espectáculos, sanos para la democracia, deberían ser contemplados. Han sido unánimes las críticas al formalismo riguroso impuesto a este ‘cara a cara’, en el que el moderador no es un periodista, sino un cronometrador. Y en el que, contra lo que dictan los modernos cánones del nuevo periodismo, no existe la menor participación ciudadana. Son dos señores, frente a frente, consultando los gráficos que les han preparado los currantes de sus respectivos partidos (más los de La Moncloa, en el caso del presidente del Gobierno) y soltando el rrrrollo patatero a unos telespectadores que acudieron al sillón apasionados y que se sienten, dicen los medidores, crecientemente aburridos. Y no me extraña. 

Debería, pues, cambiarse el formato. Y los comisarios políticos deberían dejar de imponer sus presiones a los realizadores. No hay espectáculo artístico –y este debería serlo: rostros crispados sacados inadvertidamente, gestos nerviosos que se nos hurtan…la vida msma, que no apareció en el debate de ayer— que resista la burocracia (la censura) de los ‘aparatos’. ¿Dará tiempo para que, en el debate del próximo lunes, las rigideces, los controles de los ‘aparattchik’, las presiones al moderador (moderadora), desaparezcan? Claro que no. ‘Ellos’ no quieren debatir mirando al electorado, sino recitar la lección que se tienen aprendida. Y así no hay manera de evaluar la verdadera talla de un político. O quizá, me temo, sí.

Las grandes cuestiones pendientes para la legislatura que comienza quedaron olvidadas, o minimizadas, en aras de un pasado que ambos se arrojaban como municiones vanas a las respectivas cabezas: usted militó en Alianza Popular, pues ustedes antes eran marxistas… Menudo nivel. Ni el caos en el que ambos partidos han sumido –más, el gobierno socialista, esa es la verdad—al Tribunal Constitucional, ni el que padece –más por culpa de los populares, es la verdad--  el Consejo del Poder Judicial tuvieron sitio en el debate. La inmigración, poco; el terrorismo, menos –ya se encargó Zapatero de tratar de pasar página cuando se llegaba a la cima del encuentro--; la corrupción del ladrillo, nada. Lo mismo que la política exterior –qué simpleza seguir con aquello de que los socialistas solo tienen como amigos a Chávez y Castro--, la consulta amenazante propuesta por Ibarretxe, la reforma constitucional y tantas otras cosas que penden cual espada de Damocles sobre la cabeza de los españoles para el cuatrienio que nos viene.

La conclusión a sacar es la de que ambos se aferran a la pelea en torno a  los números –ya conocidos: no sacaron nada nuevo— y a los hechos del pasado y que prefieren eso a hablar del futuro, tal vez porque ambos saben que concurren con las mismas recetas, con parecidas soluciones –oferta más o menos generosa por acá, millón de árboles más o menos por plantar por allá—a estas elecciones. Así que todo, incluso las rencillas, viene pactado de fábrica. Yo creo que ganará el segundo debate --.claramente, no como este, que ninguno lo ha perdido porque ninguno lo ganó—el que reconozca que esta similitud es un hecho, que no hay medicamentos mágicos de derecha o de izquierda, y tienda la mano al otro en busca de iniciativas de futuro.

 Pero esto, claro, es algo que no gusta a los ‘estados mayores’ de los partidos, esa pléyade de asesores, expertos y correveidiles que viven, precisamente, de que nadie gane con rotundidad un debate como este, manteniendo así eso que ahora se llama ‘tensión’ y que, para mí, tendría otros calificativos.  Una lástima haber recuperado estos estupendos ejercicios democráticos, tras quince años de silencio, y tener que decir, porque me salen del corazón, todas las cosas que aquí, y en otras muchas partes, se han dicho.
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