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Así en la guerra como en la paz

Así en la guerra como en la paz

viernes 07 de marzo de 2008, 04:36h

Desde el principio, la gestión del Presidente confunde todas las fronteras: el fantasma de la Gran Colombia, del proyecto inconcluso, siempre ha ofuscado la percepción del contexto geopolítico. El nacionalismo involucrado en la santificación del "pensamiento" de Bolívar implica necesariamente, por definición, el imperialismo bolivariano, reencarnado, como es notorio, en este nuestro Presidente

 

Como en otras coyunturas de esta casi década, la guerra aparece como la continuación de la política: Chávez actúa no con la lógica institucional (fastidiosos procedimientos normativos que convocan consensos a partir de su neutralidad pequeñoburguesa) sino con la lógica del foco guevarista y maoísta: "Cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando el enemigo se detiene, lo hostigamos; cuando el enemigo se fatiga, lo atacamos; cuando el enemigo se retira, lo perseguimos".

Gracias al poder ecualizador de la televisión, que le ha permitido desarrollar un dispositivo retórico unidireccional desde el que no se gobierna sino que se emiten órdenes irrefutables, la guerra y la paz resultan ser lo mismo, o apenas un cambio de escenografía y vestuario.

Expulsar gente de Petróleos de Venezuela es lo mismo que mover tanques desde Maracay.

Y no solamente se borran las distinciones entre civil y militar sino que se disuelven también las que hay entre lo interno y lo externo.

Como si la hinchazón de la vanidad que ha venido aconteciendo en el cuerpo del Presidente no pudiera contenerse ya en los estrechos confines del territorio nacional sino derramarse como una mancha que pugna por crecer.

Desde el principio, la gestión del Presidente confunde todas las fronteras: el fantasma de la Gran Colombia, del proyecto inconcluso, siempre ha ofuscado la percepción del contexto geopolítico. El nacionalismo involucrado en la santificación del "pensamiento" de Bolívar implica necesariamente, por definición, el imperialismo bolivariano, reencarnado, como es notorio, en este nuestro Presidente.

Quizás no deja de ser oportuna la circunstancia, que puede servir de aliviadero a los vapores de la presión doméstica sobre su gestión, pero lo que se está dejando ver no es una simple maniobra para tapar los descontentos y convocar mediante el nacionalismo a una opinión pública decepcionada. Por el contrario, es un momento estratégico.

Como lo demostraba la jerarquía que ha tenido en la agenda reciente del Gobierno venezolano la relación con Colombia, desde la fallida facilitación hasta lo que vimos el fin de semana pasado, y como lo están mostrando los documentos incautados en la computadora de alias Reyes: se trata en efecto de una ofensiva estratégica que, dadas las cada vez más débiles condiciones objetivas de los irregulares, no podía hacerse esperar más tiempo.

Pero ¿ofensiva de quién? Lo que importa dilucidar políticamente es cómo se integra la alianza con las Fuerzas ArmadasRevolucionarias de Colombia al proyecto político de Chávez. Por lo que se puede intuir a través de la fragmentación informativa, lo que por ahora se perfila es una especie de gran comparsa continental (que lejos de ser progresista y de izquierda, es completamente reaccionaria y retrógrada, aislacionista, autárquica y caudillista), cuyos hilos corren a través del flujo de petrodólares en gran parte, pero que no está completamente dominada por el Presidente venezolano.

Hay una coincidencia de intereses de diferentes actores, pero no hay un eje político claro. Queriendo mimar el papel de Cuba y Castro en la subversión de la década de los sesenta, Chávez no está ponderando las diferencias que hay entre la revolución de los incentivos morales que predicaba Guevara y la revolución de la transacción electrónica de centenares de toneladas de cocaína.

El poder relativo que tienen las narcoguerrillas no puede compararse con las penurias de los candidatos a guerrilleros de todas las comarcas latinoamericanas que Cuba recibía y entrenaba trabajosamente para iniciar la subversión en sus países de origen.

Y lo mismo puede decirse de otros actores: gobiernos como los de Morales y Correa, por más alineados que puedan estar con el poder imperial chavista, tienen que cuidar sus propios intereses.

El Gobierno colombiano decidió crear una crisis para desplegar en todo su esplendor el papel del gobierno de Chávez en los distintos escenarios domésticos de los países vecinos.

Seguirá el esfuerzo del chavismo y su sucursal correísta por ideologizar la circunstancia pretendiendo que se trata de la reedición de Bahía de Cochinos, pero Colombia tratará de demostrar que, precisamente, lo que no hay aquí es política ni ideología, ni buenas intenciones, ni socialismo: lo que hay aquí es mercaderes que trafican con droga, con personas, con ideas, con esperanzas.

Colette Capriles
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