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Agua pasada no mueve molino

lunes 24 de marzo de 2008, 14:17h
Cuando Fernando Jáuregui me ofreció colaborar en Diariocritico acepté por dos motivos. El primero porque a toda persona con vocación política le tienta cualquier forma de contacto con opinión. El segundo porque en Diariocritico se practica una fórmula de periodismo digital  nueva para mí pero que intuyo que tiene una gran importancia en el campo de la información contemporánea.

Cuando, hace un cuarto de siglo, gané un escaño en la Cortes Generales –primero en el Congreso y después en el Senado- este tipo de periodismo no existía. Absorbido por las tareas parlamentarias que no son –como parecen creer algunos  periodistas superficiales- sentarse en el pleno el día de las votaciones sino una compleja tarea legislativa en ponencias y comisiones, contactos con colectivos interesados en los asuntos a tratar, labores de partido y contactos con el electorado, representación en organismos internacionales y relaciones con colegas afines de otros países, etc, Me distancié de mis actividades literarias y periodísticas. Ahora me encuentro esta ocasión de regresar al análisis político en un tiempo intenso y problemático.

Quisiera, en estas primeras reflexiones, adelantar una promesa de sinceridad. Yo creo mas en la sinceridad que en la objetividad, pues esta solo puede surgir de una asepsia que puede lograrse en un laboratorio pero no en un ambiente políticamente contaminado como es el que vivimos. Lo importante es no engañar a nadie. Mi trayectoria en el Partido Popular es bien conocida y a nadie oculto que considero que, en las actuales circunstancias hubiese sido mejor para España un gobierno de centro derecha que la prolongación del izquierdismo del Sr. Rodríguez Zapatero. A partir de esta posición, mis análisis tendrán siempre el valor de quien no intenta vender sectarismo o prejuicios disfrazados con ropajes hipócritas de independencia o de pura profesionalidad. Mi tendencia es de oposición pero sin sometimiento a directrices ni a consignas ajenas a mi propio criterio.

Esta tendencia a la oposición es tan necesaria en un sistema democrático como el apoyo al gobierno por parte de quienes confíen en él. Poder y alternativa suficientemente equilibradas son el fundamento de la estabilidad de un sistema prácticamente bipartidista. El único sistema que hace funcionar a las democracias consolidadas y que cuando se rompe en un unipartidismo desordenado acaba en los fracasos que fueron notorios en otras épocas de nuestra historia.

En estas fechas en que inicio mi colaboración en Diariocritico es difícil definir cómo debe ser una oposición eficaz. Hay tres hechos decisivos que deben ser tenidos en cuenta. El primero son las circunstancias que se den para la investidura del Presidente del Gobierno. Digo las circunstancias, no las palabras, que puede ser de fiar o de desconfiar según la apreciación que cada uno tenga de la credibilidad del Sr. Rodríguez Zapatero. El segundo será la composición y estilo del nuevo gobierno. El tercero el perfil del único partido alternativo una vez que se celebre, antes del verano su anunciado Congreso Nacional. Todo lo que pensemos antes de que se celebre este trío de acontecimiento serán apreciaciones provisionales.

Lo que sí es evidente, a mi entender, es que la oposición que comienza no tiene que plantearse en términos de dura o blanda sino en términos de actualidad o anacronismo. No puede perderse en consideraciones sobre las deficiencias de la legislatura anterior, como, por cierto, hicieron en su día los socialistas. Debe enfrentarse a lo que va a ocurrir de ahora en adelante. “Agua pasada no mueve molino" dice el viejo refrán. Esta vez tenemos delante las grietas abiertas en la unidad nacional, en la seguridad interior y exterior, en la educación y en la justicia la perspectiva de una seria crisis social y económica, solo en parte achacable a repercusiones de la economía internacional sino acrecentada por graves imprevisiones y disimulos internos. No le van a faltar a una oposición sólida asuntos donde desarrollar su tarea mirando al presente y al futuro que es lo único en lo que debe centrarse. Porque repito “agua pasada no mueve molino”.
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