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El PP se cuela por las puertas que abre el PSOE

sábado 19 de abril de 2008, 16:10h
Mientras populares y socialistas deciden si las tesis de Mariano Rajoy son más socialdemócratas o liberales que las de Esperanza Aguirre, los madrileños se quejan de la subida de los precios de las viviendas públicas aprobada por la Comunidad de Madrid y de los requisitos mínimos que han de cumplir las Escuelas Infantiles para considerar decentes estos centros educativos. Los pisos que se adjudiquen a partir del 1 de abril costarán  un 25% más que los adquiridos antes de esta fecha. Esta Orden de la Consejería de Vivienda ha caído como un jarro de agua fría entre los que pretenden acceder a una vivienda de promoción pública.

Los que están parados ven cada vez más lejos tener una casa, y los que tienen empleo sienten que lo tendrán más difícil que antes para pillar algo porque se amplía la brecha entre su estrecho salario y el ancho incremento del coste de este tipo de viviendas. El secretario general del PSM, Tomás Gómez, da un paso al frente y se ofrece para liderar el rechazo a  esta injusta medida, y el portavoz del Gobierno regional, Ignacio González, le contesta diciendo “pío, pío, que yo no he sido”.

Se limita a explicar que la Comunidad de Madrid ha aplicado el incremento máximo permitido por el Gobierno central y llama la atención por el silencio de los que hoy claman contra el Ejecutivo de Esperanza Aguirre y callaron cuando el de José Luis Rodríguez Zapatero, de la mano de la hoy ministra de Defensa, Carme Chacón, estableció unos módulos que fijaban la horquilla de incrementos para los pisos promovidos por las comunidades autónomas y por los ayuntamientos. Los socialistas culpan al PP y los populares responden que han aplicado lo aprobado por el PSOE. Medias verdades que permiten a cada cual quedarse con la parte de la mentira más interesante para sus propios intereses. Es verdad que Aguirre podría no haber aplicado el máximo de lo permitido por Zapatero, quien, por cierto, podría haber publicado unos márgenes más estrechos a la hora de fijar el coste del metro cuadrado de suelo. De esta manera, los más insensibles a las necesidades de los más necesitados  de las ayudas públicas,  y,  también, los más liberales no habrían tenido excusas para dar tanto oxígeno a los promotores y constructores y tan malas noticias  a los futuros compradores. Respecto al conflicto en las Escuelas Infantiles, más de lo mismo.

El PSM se ofrece a liderar las justas protestas contra Aguirre y, de nuevo, González replica con los mismos argumentos: que aplican lo que marca para estas cuestiones la LOE. Los padres, madres y educadores denuncian que meter más pequeños de 0 a 3 años en las mismas aulas puede convertir estas escuelas en aparcamientos de bebés; explican que adelgazar la plantilla de docentes de apoyo dejará a estos niños sin el aprendizaje necesario para su posterior desarrollo educativo, y se quejan de que los  lugares de recreo pueden ser hasta los parques públicos cercanos. De nuevo, intercambio de medias verdades para arremeter contra los artífices de estas normas.
Parece que el PSM aspira a ser tan liberal como el PP pero sin que se note. El tercero en discordia, IU, todavía bajo los efectos de la derrota electoral del 9-M, decide que no quiere seguir siendo la chacha de los socialistas y explica sus posiciones en estos dos asuntos.

Su portavoz en la Asamblea de Madrid, Inés Sabanés -sabedora de que, si sigue el juego al PSM y se limita a servir de acompañante pobre de sus políticas, lo más seguro es que la coalición desaparezca-, obvia los débiles argumentos de unos y otros para responsabilizar al contrario de lo hecho entre ambos. Predicando con el ejemplo,  se pone del lado de los perjudicados por estas políticas y se manifiesta con ellos por las calles de Madrid. Además, denuncia la hipocresía del bipartidismo y culpa a Zapatero de abrir las puertas por las que se cuelan las políticas liberales de Aguirre. Sabia posición de una mujer que lleva en esto de la política muchos años y que, tras su paso por el  Congreso de los Diputados y el Ayuntamiento de la capital y ahora  en el Parlamento regional,  ha aprendido que ser de izquierda no es sólo decirlo,  ni  dedicarse a atacar a la derecha por costumbre en el ring de la simulación mediática. La compenetración entre bipartidistas mejora.
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