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Javier Urra, escritor y psicólogo de la Fiscalía de Menores

"Los padres deben actuar como adultos"

martes 10 de junio de 2008, 14:43h
Después de toda una vida dedicada a la infancia —fue el primer Defensor del Menor—, Javier Urra reflexiona para Madridiario sobre los problemas de los menores y los valores de nuestra sociedad.
Acaban de concederle el Primer Premio de Comunicación del Colegio Oficial de Psicólogos. ¿Cómo recibe este reconocimiento?
Con mucha emoción, ya que además es un reconocimiento que me hacen los propios compañeros. Voy a donar el importe, de 4.000 euros, para que se publique un manual de buenas prácticas en el sector.

Acaba de publicar un nuevo libro, ‘¿Hay alguien ahí?’. ¿De qué trata?
Es una recopilación de mis últimos artículos en el 'Diario de Navarra', en el 'Diario de la Alcarria' y en Madridiario. Esos textos reflejan mi visión de la vida y sobre todo sobre la infancia. Además, estos días estaré firmando ejemplares en la Feria del Libro y me siento muy a gusto manteniendo el contacto con los ciudadanos.

Una de sus obras más exitosas ha sido ‘El pequeño dictador’, donde aborda un tema de plena actualidad, el maltrato ejercido por menores. ¿Hay más casos ahora o se denuncian más?

Hay más casos. La gente se alarma cuando ve agresiones en la calle o en las escuelas, pero esto se produce con menos frecuencia de lo que se ha querido transmitir, y sin embargo hay muchísima más violencia en los hogares de lo que aparece en los medios de comunicación.

¿Por qué se producen estas situaciones?
Estamos en un país algodonoso en el trato con los niños y con muchos hijos únicos, que crecen solos, con muchos procesos de separación y se quiere comprar con dinero el amor de los hijos. Hace años alerté sobre el peligro de que se produjera esa violencia y ahora ‘El pequeño dictador’ lleva 14 ediciones.

¿Qué se puede hacer para evitarlo?
Por ahora no hay solución posible, porque muchos niños han sido malcriados en los primeros doce años de su vida, dejándoles hacer lo que quieran, y cuando eso avanza es imparable. Así, van a ser dictadores que machacan a los que les rodean. El remedio puede ponerse con los niños que van a nacer, para que dentro de otros doce años no tengamos en ese problema.

¿Cómo?
Los padres deben ser adultos, poner límites, saber decir que no, ser responsables y no perder de vista a los hijos. Los niños deben jugar, pero a los doce años tienen que recoger después los juguetes. Si un niño con dos años le da una patada al abuelo, no se le puede dejar impune. A esa edad no le hace daño, pero dentro de 17 años esa patada es brutal, y sin embargo es el mismo gesto. Eso no se puede permitir y hay que perder el miedo a que los niños se traumen. También hace falta más conciencia ciudadana, para que un chaval que va por la calle dando patadas a las papeleras se le pregunte: “¿A ti qué te pasa? La papelera es tuya y mía. No lo vuelvas a hacer”.

Con los problemas que tienen las familias actuales para conciliar la vida laboral y familiar, ¿cómo se las arreglan para educar correctamente a los hijos?

Ya hay empresas que han conseguido conciliar; hay muchas fórmulas. Y a los adultos hay que preguntarles si prefieren trabajar muchas horas para conseguir el dinero necesario para comprar un todoterreno o pasar más tiempo con sus hijos dando un paseo por el campo. El capitalismo y la sociedad competitiva empujan a lo primero, pero yo tengo compañeros y amigos en las más altas instancias y que han dicho que no a muchos cargos por estar más tiempo con su familia. Hay quien no puede, porque necesita pagar una hipoteca o está muy agobiado, pero aun así cuando llegue el fin de semana hay que disfrutarlo con los hijos y aprovechar cualquier ocasión para hablar con ellos. Tampoco se necesita tanto tiempo, sino que basta con preocuparse por ello: “¿Cómo te ha ido el día, hijo? A mí me ha ido mal, he tenido problemas en la oficina”.

Madrid cuenta con El Laurel, un centro especializado en reeducación de menores que han cometido delitos de maltrato familiar. ¿Cómo valora esa experiencia?
En este centro, los menores pasan una media de nueve meses donde se ha demostrado que es posible recuperarlos. Los profesionales trabajan con ellos y con los padres y hemos observado que, cuando salen, la relación entre ellos mejora muchísimo, hasta llegar al respeto. Este centro es una magnífica idea que va a ser imitada por otras comunidades autónomas. Aquí están los menores que ya han llegado al extremo de la agresión física o de la vejación, a lanzar un cuchillo para amenazar, pero la casuística general es ese chaval que responde, ridiculiza y humilla, insulta a los padres delante de otras personas, que no llega a ser un delito, se queda casi en falta. Hay familias que ni siquiera pueden con un niño de cuatro años. En esos casos tienen que intervenir los servicios sociales; si la familia no puede, tiene que delegar esa tarea.

Algunos menores mantienen las formas en su casa, pero los padres no saben lo que hacen fuera…
Son pocos; si unos padres tienen el fonendoscopio puesto, lo tienen que captar. Otra cosa es que los hijos siempre les sorprendan y que los padres hablen a una hija de sexualidad cuando esta tiene ya 16 años, en un país donde un alto porcentaje se inicia en el sexo a los 13 años. A un padre le hace gracia recordar cuando él salía a cazar gatos, pero no se imagina a su hijo haciendo grafitis, o no lo quiere saber.

¿Debe rebajarse la edad penal de los menores a los 12 años?
Cuando Rajoy lo planteó, me pareció muy bien. Yo fui una de las personas que elaboraron la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, que ha recibido muchas críticas, la mayoría de gente que no la ha leído. Además, aunque hay quejas, nadie sabe cómo cambiarla, pero cambiar la edad penal no va a cambiar la filosofía de la ley. Lo que hay que evitar es que un chico cometa el primer delito. Aquí conseguimos que el 87 por ciento de los menores no reincidan; es un dato importante, aunque es verdad que los que reinciden, reinciden mucho.

¿Qué ventajas tendría, entonces, ese cambio?
El menor ya no tendría sentimiento de impunidad y los que están siempre sustrayendo en un gran almacén sabrían que eso no sale gratis. En el caso de quienes cometan delitos graves, la víctima no tendrá que ver cómo, por ser menores de 14 años, ese delito queda impune. La desventaja es que los niños de esas edades van a aprender de un buen abogado a negar los hechos. Es el derecho a la defensa, pero no hay nada menos educativo que no enseñarles a responsabilizarse de sus actos. Lo que se plantea ahora en la ley es que, en esa franja de edad, intervengan los servicios sociales, pero no es obligatorio y además, a veces, resulta imposible. Yo soy partidario de rebajar la edad para los hechos muy graves, violación u homicidio, o los de una reiteración casi compulsiva. De todas formas, eso supondría admitir un fracaso.

Manuel Martín Serrano alertó hace poco de que la mayoría de las víctimas de la violencia doméstica son menores. ¿Esto también es nuevo?
Los maltratos en la infancia se han dado toda la vida. En la época de mis abuelos el azote estaba a la orden del día, pero ahora se dan relaciones de doble vínculo y maltrato psicológico: “Eres un fracaso”, “Me has decepcionado”… No es solo el maltrato físico, sino esa relación ambigua de “Te quiero pero te machaco”. La gente cree que los maltratadores son esas personas perversas que maltratan siempre, pero la realidad es otra.
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