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Instaladas dos esculturas de Antonio López en Atocha

miércoles 02 de julio de 2008, 10:19h
Las esculturas de Antonio López 'Día y noche', dos cabezas de gran tamaño en las que el artista retrata a una de sus nietas, han sido instaladas en la madrileña Estación de Atocha. El artista de Tomelloso, de 72 años, se ha convertido el pintor vivo español más cotizado después de que su cuadro 'Madrid desde Torres Blancas' llegara a los 2,76 millones de dólares en una subasta de Christie's el pasado lunes.
Antonio López ha vivido este miércoles "muy emocionado" la colocación de sus esculturas 'Día y Noche' en la plataforma de llegada del AVE de la estación de Atocha, donde los primeros viajeros que las han contemplado pugnaban con el equipo de montaje para conseguir la atención del artista.

"Un poco más a la izquierda... ahí, perfecto", indicaba Antonio López al equipo de seis expertos encargados del montaje de las enormes cabezas de bebé, mientras sorteaban a periodistas y curiosos para intentar instalar las dos piezas de bronce de más de 2.000 kilos que recibirán a los viajeros en la estación de Atocha. Las dos esculturas, de tres metros de altura, están colocadas una enfrente de otra, a medio centenar de metros de distancia, y son el reflejo de la cara de su nieta durante el día y la noche.

"Dudaba del tono, de la pátina, pero ahora que las veo aquí estoy muy contento", ha expresado el artista. Corriendo de un lado para otro el artista de Tomelloso daba los últimos detalles para la colocación de sus obras. "Me encuentro muy bien", ha declarado López, a la vez que atendía a una mujer que pedía un autógrafo para su hijo, "un admirador de su arte desde que es muy pequeño". "Atocha fue mi entrada a Madrid cuando llegué en 1949, así que es muy especial poder colocar mis piezas aquí. Es un espacio magnífico", ha afirmado. Sorprendido por la expectación y por la abrumadora presencia de público, el artista castellanomanchego, con los ojos chispeantes de emoción, decía a su mujer: "No me lo creo, no me lo creo".

Entretanto, posaba paciente para todas las fotos que le pedían, tanto con los fotógrafos profesionales como delante de las cámaras que los turistas se aprestaban a sacar del fondo de sus maletas. "Cuando el que hace las cosas no está, otro tiene que hacerlas por él, así que a mí siempre me gusta estar en el montaje de mis obras", comentaba López, mientras se giraba para mirar las esculturas y después sonreír satisfecho con el resultado.

La conversación resultaba difícil por la cantidad de la gente que se acercaba a felicitar al escultor. "Hola, Antonio, soy maquinista. Enhorabuena, son impresionantes. Cuando las he visto me preguntaba ¿cómo las hace?", interrumpía un hombre. "Pues primero en barro, del tamaño de la cabeza de la niña, después voy al taller..." explicaba pacientemente el escultor, a los curiosos que le rodeaban, todo el proceso de elaboración de las obras.

A pesar de sus colosales proporciones, las dos caras de bebé no apabullan al espectador. "Quedan modestas, ¿verdad? Llenan, pero no interfieren en el espacio; están viviendo una vida cerca de las personas, entre la gente...", reflexionaba Antonio López.
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