www.diariocritico.com
Sacralizaciones

Sacralizaciones

martes 08 de julio de 2008, 20:09h
Que no cunda el pánico, que el sectarismo habitual del columnista queda para mejor ocasión, y no va entrar –todavía, tiempo habrá de hacerlo— al trapo de laicidades sacralizadas o funerales oficiales por lo cívico-religioso. Eso sí, cabe entrar en materia, por mor de la actualidad y del interés general, en otro tipo de ámbitos, de espacios sagrados. El del F.C. Barcelona, sin ir más lejos.
La parroquia culé, a la que voluntariamente está adscrito el columnista como sufridor en casa, anda revuelta cosa mala. Joan Laporta, el sumo sacerdote azulgrana, ha superado por los pelos una moción de censura. El pasado domingo, el 60,2% de 39.000 socios que se tomaron la molestia de pasar por las urnas, reprobó su gestión. Ciertamente, según los estatutos del club, al no conseguirse el 66,66% de los votantes, Laporta puede seguir en el cargo. Y esa era su intención el pasado domingo, tras conocerse los resultados de la votación. Apenas un día después, las cosas cambian.

El presidente barcelonista y su Junta Directiva han salido muy tocados por el resultado. Y eso que en las primeras horas, Joan Laporta se atribuyó la abstención de los casi 70.000 socios como un respaldo a su gestión… No es el único en hacerlo, tampoco será el último. Por estos pagos, en cualquier tipo de comicios, los perdedores se agarran a la abstención como si fuera un clavo ardiendo. Y salen arúspices mediáticos –siempre a instancia de parte—que la interpretan a su gusto y manera (y a la que más les conviene a los intereses nada desinteresados a los que sirven).

    Todo apunta hacia una especie de cisma en la Iglesia azulgrana. Normal, porque ni la Iglesia Católica, a lo largo de dos mil años de Historia, se ha visto libre de ellos. Es en estos momentos cuando a Laporta le da por hacer llamamientos a la unidad en la verdadera fe culé. El crisma con el que fue, votos mediante, ungido por los socios ha dejado de tener efecto salvífico. Es como aquel que, a media tarde, le abandona su desodorante, por decirlo en términos profanos. Y hay directivos que empiezan a pedir su dimisión… Y hay aficionados –muchos—que, de cara a la próxima temporada, están haciendo una buena provisión de pañuelos.

    Porque a Joan Laporta, con su carácter de chulopisicinas, su soberbia y su exceso de protagonismo, ya no le vale el sacralizar al Barça (y de paso, sacralizarse él mismo). Los numeritos, incluso políticos, que ha montado durante esta pasada y anodina temporada (ya se sabe que la culerada, columnista incluido, siempre quiere más) le han acarreado una nada disimulada antipatía de muchos aficionados. El Barça, nadie lo niega, es una institución genuinamente catalana, tanto o más que La Caixa o el monasterio de Montserrat. Pero como toda institución tan arraigada tiene un carácter transversal y casi –o sin él— ecuménico. Uno es culé i prou, y basta. O debería bastar. Pero el Barça, aunque cueste apartarlo de la función vicaria que tuvo durante la larga noche de piedra del franquismo, ya no es el sustituto de Cataluña. Por catalana que sea la entidad, por peso social y mediático que tenga, no es Cataluña. Afortunadamente, claro. Y Laporta tiene que entenderlo así. Y quienes, nada disimuladamente, le apoyan (destacados dirigentes de CiU y de ERC, por ejemplo) no deberían animarle a que se envuelva en los pliegues de la senyera. Es un riesgo que corre la entidad a poco que Laporta se enroque en su actitud y se pegue a su sillón. ¿O habría que llamarlo silla gestatoria?
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios