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Un cachascán entre rudos

Un cachascán entre rudos

martes 15 de julio de 2008, 01:20h

Son dos. Los técnicos y los rudos. Los primeros son, digamos, los buenos: conocen el oficio, se esmeran en la perfección de los movimientos, juegan limpio. Los rudos, en cambio, son esos que, sabiendo las reglas del juego, juegan sucio. Los técnicos no ceden, pelean porque, ante la trampa, se haga justicia. Mantienen la ética y, por tanto, la tensión, porque el público enloquecido encarna la impotencia y a gritos, insultos, botellazos y lágrimas de verdad quiere hacer justicia por mano propia. El drama prospera con un tercer personaje: el árbitro bombero por vocación, tan corrupto como el rudo, su hermano de sangre y espectáculo.

Las cholitas cachascanistas del Multifuncional de la Ceja de El Alto estarán en El Show de Cristina, en Miami, como máxima atracción de este país bueno para eso: el espectáculo surrealista. Para nosotros se trata del realismo mágico como nuestra condición natural. Tal vez por eso nos resulte obvio imaginar en el cuadrilátero al presidente Morales y los prefectos de la “media luna”. En este país estamos un poco hartos de ese show bueno para Cristina y el mundo, pero infeliz para muchos bolivianos, espectadores impotentes de esta payasada llamada referéndum revocatorio.

Los del medio. Así nos llamamos quienes apostamos por el país creyendo que ahora era cuando resolver siglos de injusticia, maltrato, retraso, y en el camino quedamos en off side. Ninguneados con toda la mala leche con la que se ha llevado a cabo este proceso de debacle nacional, acarreando a los ciudadanos a un extremo o al otro, cual barras de esa hinchada cachascanista, haciéndonos creer, ambos, que eran técnicos, sabiendo que eran y son vulgares rudos.

Entre el rudo tramposo y el árbitro su cómplice, el ring del cach es un chenko total. Porque a pesar de las buenas intenciones del técnico, las reglas del juego se anulan y entonces el único orden posible lo dicta la ley del más piola, del más fuerte. Bolivia reducida al cuadrilátero cachascanero armado por los actores de una política que venía ya degradada. Si alguna vez creí que Evo fue técnico, sucumbió al segundo siguiente. Porque sabiendo lo que le esperaba, optó por el camino que siguen los menudos de la historia: el odio y la revancha. Cayó así al juego del rudo. Porque le tocaba hacer lo imposible y no pudo: superar siglos de opresión con grandeza. Porque esa tarea amorosa que demanda desprenderse de uno mismo para darse al otro ciertamente no es para Evo y el MAS. Amén.

Porque Evo nunca entendió que no era lo mismo ser dirigente sindical de un sector de los bolivianos que ser Presidente de todos los bolivianos. A pesar de sí mismo y por encima de sí mismo. Porque ¿a quién le toca perdonar sino al ofendido? Quien ejerció violencia es, por principio, incapaz. La grandeza está precisamente en no remedar la estupidez del otro, el rudo. Evo no pudo. Es más, utilizó la fuerza sindical ampliada como “movimientos sociales” con la mañudería discursiva de la política ambidiestra: el poder parlamentario y el poder en las calles. Si uno falla el otro presiona. Así, la democracia fue degenerando en dictadura del proletariado. Si no hacen lo que quiero, viene el chantaje de los movimientos sociales degradados a grupos de choque. Evo nos subestima. Cree que el pueblo es tonto. Yo lo vi y oí en el Chapare. A su gente simplemente la manipula contando medias verdades. Al resto nos chantajea diciendo que si deja de ser Presidente, vuelve al Chapare. A buen entendedor, pocas palabras.

Estamos jodidos. Nos imponen un referéndum revocatorio absurdo. Pataleta de machos súper rudos. Conmigo o contra mí: o votas por Evo o se viene el despelote otra vez. O apruebas a los prefectos y debilitas a Evo, pero tienes lo que no querías: esa derecha regordeta insoportable. ¿Y si no votamos? ¿Se acaba el show o continúa? Avísenme porque yo ya estoy harta de este cachascán.

* Comunicadora

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