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Poder ciudadano

Poder ciudadano

viernes 25 de julio de 2008, 00:08h
¡Ay, amigo mío, si nos diéramos cuenta del poder que tenemos los ciudadanos, otro gallo cantaría en estos momentos! ¿Sabe por qué se lo digo? Porque estamos llegando a una situación en que los ciudadanos no ejercemos nuestros derechos, preferimos quedarnos callados, dedicarnos a otras cosas, mientras otros nos guían la vida desde las instituciones. Y lo que es peor, nos manejan o manipulan desde los medios de comunicación con una facilidad enorme, bombardeándonos con mediocridad evidente. Nos “farandulean” con un descaro incomprensible y la escala de valores se transforma en una escalita pequeña, insignificante, sin destino superior.

Cuando era joven, me marcó una frase de aquel líder negro estadounidense, Martin Luther King, luchador por el pacifismo, que fue asesinado por los violentos que combatía. Dijo el pastor: “Nuestras vidas empiezan a acabarse el día en que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan”. Y ese pensamiento, que lleva una enorme carga de razón, adquiere en estos tiempos una vigencia inusitada. Porque no podemos -¡ni debemos!- mantenernos en silencio, cuando tenemos un arma tan potente como lo es la participación ciudadana. Ese es un poder  que debemos utilizar para conseguir entre todos un mundo mejor.

¿Cuántas veces hemos expresado pasivamente estar en desacuerdo con decisiones, con medidas adoptadas, con reglas del juego ciudadano impuestas sin consulta? Pero lo hacemos pasivamente, en corros pequeños, casi en familia. No somos capaces de alzar la voz, de exigir lo que nos corresponde, de expresar nuestros puntos de vista abiertamente, para que surjan nuevas voces, discrepantes o no, para hacer camino al andar. “De la discusión nace la luz”, dijo un desaparecido líder político ruso, y nosotros estamos desdeñando esa luminosidad que nos conduzca en mejor forma hacia el futuro.

¿Por qué no reaccionamos ante injusticias evidentes? ¿Por qué no exigimos el cumplimiento de programas propuestos para gobernar? ¿Por qué aceptamos sin oposición que personajes mediocres aspiren a representarnos en entidades, organizaciones o poderes públicos? Creo que el poder de los ciudadanos radica, precisamente, en la reacción individual o colectiva, que es el fundamento de una democracia fuerte y sana.

Creo que no es de recibo transferir nuestro papel de protagonistas al de simples espectadores.  No es aceptable el conformismo argumentado con esa frase de que “no hay nada que hacer” y que todo transcurre lejos de nuestro alcance. Que los ciudadanos estemos inermes ante lo que ocurre en nuestro panorama social, aunque lo vivamos cotidianamente y nos duela.

Todo esto nos conduce sin remedio a la indiferencia, al alejamiento de lo participativo o a la ausencia de interacción social. Y el ciudadano se convierte entonces en un ente individual sombrío y mínimo, en vez del actor capaz de erigirse en elemento fundamental de la sociedad, en la base del desarrollo particular y colectivo.

Esta situación facilita entonces la aparición de los inescrupulosos que se aprovechan de esta ausencia de protagonismos amplios, conjuntos, ciudadanos. Son prometedores de sueños, pintores de brocha gorda que pintarrajean paisajes inexistentes, cazadores de voluntades que sólo apuntan a su beneficio personal. Y facilita también la aparición de manipuladores profesionales que comercian con la pasividad colectiva y que se llenan los bolsillos con descaro.

Sí, mi amigo, estoy consciente que esta realidad resulta desmotivante, desmovilizadora,  nos conduce a la confusión y nos lleva muchas veces a abandonar la defensa de nuestros propios puntos de vista e, incluso, a dejar de lado algunos de nuestros principios sobre sociedad y convivencia.

Pretendo, justamente, lo contrario. Como el predicador que utiliza cualquier escenario para exponer sus verdades,  me subo a esta atalaya periódica para denunciar lo denunciable, para agitar a la gente de bien, para rescatar los elementos que nos lleven a conquistar lo que nos corresponde: el poder de los ciudadanos libres, democráticos y solidarios. Intento sacudir conciencias y abrir los ojos de quienes se adormecen con el peso de la mediocridad.

El ciudadano real puede y debe actuar, convencido de que será oído, escuchado, tomado en cuenta en las grandes decisiones. Todos, en forma consciente y premeditada, podemos buscar un destino común, con elementos tan importantes como los derechos humanos, el respeto a la diversidad, el apoyo a los más necesitados, impulsar cauces culturales mayores, procurar justicia verdadera, impulsar el desarrollo sostenible… En fin, para tantas cosas que nos preocupan y que significan una mejor calidad de vida para todos. Debemos participar activamente, aportar ideas, establecer prioridades y programas, y exigir sus realizaciones con nosotros. En definitiva, mi amigo, debemos practicar la democracia genuina.

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Miguel Ángel San Martín
Periodista
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