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El populismo perpetuo

El populismo perpetuo

lunes 28 de julio de 2008, 23:44h

Todavía hoy causan estupor los sepelios multitudinarios de Evita Perón, de su esposo Juan Domingo Perón en Argentina y las exequias agobiantes de Joaquín Balaguer en la República Dominicana. La súbita desaparición del líder o caudillo siempre va acompañada hasta sus últimos momentos por un contingente humano que impresiona a todo el país. La profunda tristeza de sus seguidores se confunde con la incertidumbre del núcleo histórico del partido al cual pertenecía. ¿El líder hace al partido o éste crea el verdadero liderazgo?

Tanto las cúpulas partidarias como los humildes devotos del caudillo cuando éste muere, solamente alcanzan a converger en una sola pregunta: ¿qué seguridad tiene y cuál será la viabilidad política del partido popular y del movimiento social que sustentaba al líder desaparecido?; es decir, ¿cómo podrá responderse a los miedos sociales y políticos que revientan como las esquirlas de una granada después de la muerte del caudillo populista que condensaba tantos símbolos y mostraba tanto poder?
 
Tal como ocurrió con el mexicano Emiliano Zapata a comienzos del siglo XX y con la muerte del mismo Ernesto Che Guevara –que tranquilamente pueden ser considerados líderes populistas– las especulaciones de los partidos políticos sobre la perpetuación del populismo parecen marcar siempre la historia de América Latina. Por los pasillos de cualquier parlamento o en las propias calles, los líderes populistas de repente se convirtieron en sumos sacerdotes, frente a los cuales es imposible promover miradas y conductas racionales sobre la actividad política. El populismo latinoamericano constituye una simbiosis espectacular entre religiosidad pensada para la política y una gran estafa donde el simbolismo junto con la adhesión emocional valen más que mil propuestas sólidas para solucionar problemas sociales en la práctica.

En realidad se puede plantear que el populismo latinoamericano siempre ha caracterizado a cualquier tipo de liderazgo, sea de izquierda o derecha porque nuestra cultura política está más acostumbrada a la grandilocuencia discursiva, la presión y amenazas en las negociaciones, antes que la concertación social junto a un liderazgo donde se defiendan argumentos racionales.

Lo que más llama la atención en la perpetuación del populismo latinoamericano son las convicciones de muchos seguidores e inclusive de muchos teóricos donde se afirma que la muerte de los líderes populistas marcaría la inminente destrucción del partido que los impulsó; sin embargo también podría ocurrir todo lo contrario porque los partidos tienden a fortalecerse en diferentes países al tener la oportunidad única de seguir acogiendo a las masas pues el reto en cada elección presidencial y la actividad política paternalista, exigen analizar de qué manera las acciones simbólicas del líder populista pueden prolongarse para proseguir con la apropiación emocional de las bases en la sociedad civil.

El populismo, por lo tanto, es un componente imprescindible para los partidos en América Latina, sean modernos, tradicionales e históricos; por supuesto, el populismo del siglo XXI se nutre de elementos tecnológicos al controlar los medios masivos de comunicación. El populismo obedece, tanto a las movilizaciones completamente irracionales, como a la planificación premeditada de las cúpulas partidarias que tratan, minuciosamente, de no dejar nada a la deriva, calculando cada movimiento del partido populista por medio de la propaganda y la venta de mentiras por intermedio de la comunicación política.

Con los líderes populistas, cuando están con vida y después de su muerte, los partidos deben analizar muy hábilmente las mejores estrategias para reconstruir sus relaciones con el voto ciudadano ya que para el populismo, las masas son como niños y por ello éstos siempre buscarán una imaginada protección suprema bajo las alas del caudillo.

La democracia no podrá destruir las raíces del populismo; éste impone, no moderniza nada pero pervive con los aspectos modernos en elecciones libres. El populismo se caracteriza por ofrecer el cielo y la tierra sabiendo que no podrá cumplir casi nada, pero se perpetúa porque es la misma sociedad latinoamericana que inconcientemente busca hacerse embaucar.

Sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program

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