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Prematura Navidad

miércoles 15 de noviembre de 2006, 18:29h

La Navidad empieza en Madrid cuando se enciende el alumbrado navideño. Es decir, que la Navidad entra por decreto municipal. Y el Ayuntamiento ha querido que este año comience antes, concretamente el 24 de noviembre, que es la fecha elegida para el encendido del alumbrado. Luego hay otra Navidad, la comercial, que se inicia cuando el sector del comercio, especialmente las grandes superficies, deciden que empiece, y aquí si que no hay fecha en el calendario, porque cada año comienza antes, ya en el mes de septiembre.

Por eso no es extraño que desde hace ya varios días estemos asistiendo al bombardeo continuo de la campaña de juguetes a través de la ventana de la televisión. Y este año la moda juguetera nos trae cachivaches cada vez de mayores proporciones, cuando el espacio en los hogares es cada día más reducido. Son elementos de grandes proporciones, difíciles de manejar por un niño, aunque tampoco es preciso que los manejen, porque la mayoría son aparatos, robots, que basta con apretar un botón para que se pongan en funcionamiento y el niño se convierte en un mero y quieto espectador de lo que hace la máquina.

Yo no llamaría juguete a estos cacharros autómatas, ni diría que un niño está jugando con ellos, porque no es cierto, porque no juega, sino contempla. La industria juguetera se ha empeñado en fabricar objetos que no permiten al pequeño crear su propio espacio, su propio juego, estimular su creatividad y fantasía como tradicionalmente se hacía con los juguetes inanimados. Primero se pasó a los de cuerda, más tarde a los de pilas y ahora a otros que viven y se mueven conectados a la red eléctrica o al ordenador.

Los expertos en cuentas y estadísticas aseguran que estas navidades nos gastaremos en juguetes casi 200 euros por  niño. Pero esto parece no inquietar el ánimo del consumidor, otra cosa sería que nos anunciaran que este curso gastaremos en libros de texto 200 euros por niño, entonces se pondría el grito en el cielo.

Eso sí, los juguetes modernos que desfilan por la pasarela de la televisión son grandes, anden o no anden; automáticos, para que el pequeño no se esfuerce, y caros, para distinguirlos de los parecidos, pero que no salen en televisión.

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