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Las mocitas madrileñas en el nuevo Bernabéu

lunes 02 de septiembre de 2024, 17:53h

"Las mocitas madrileñas van alegres y risueñas porque juega su Madrid...". ¿Lo recuerdan? La mayoría espero que sí, aunque estoy seguro que muchos no saben de qué estamos hablando. En cambio si dijéramos "ya salen las estrellas, mi viejo Chamartín, de lejos y de cerca, nos traes hasta aquí" . Eso sí. Todo el mundo sabría que estamos reproduciendo una estrofa de lo que se ha convertido, sin serlo, en el Himno del Real Madrid. Y es que el Real Madrid ya no casi lugar para los nacidos en el siglo XX. Poco o nada recuerdan ya los aficionados que llenan cada partido el nuevo Santiago Bernabéu a los muchos aficionados que eran adolescentes con el Castilla de la quinta del Buitre y que se han quedado en un reducto de minoría, que apenas se les escucha ya en el campo.

Este domingo tuve la oportunidad, jugaba mi Real Betis, de vivir la previa, el partido y el post partido en el Santiago Bernabéu. Y como de fútbol prefiero no hablar, porque al Ingeniero le hacía presentarse este septiembre a la asignatura de medirse ante los grandes, quiero venir a este rincón a hablar del cambio espectacular que se ha producido en Madrid antes de los partidos en el coliseum de la Castellana. Y es todo bien distinto. La gente apura para entrar al campo, aunque el partido no empieza cuando rueda el balón, sino que lo hace con la salida al terreno de juego y el himno del “Hala Madrid y nada más”, canción compuesta en el 2014 para conmemorar una Champions y que graban desde sus terminales móviles ocho de cada diez aficionados presentes en el estadio. Es increíble ver como alienta ese himno que es, en lógica, el primer grito de guerra de los aficionados blancos.

Después el balón toma protagonismo y lo hace en base a las estrellas pero sin la exigencia de antaño. Está claro que los madridistas han tomado dosis de paciencia con Mbappe y tragan el extraño afán competitivo de Vinicius. Pero ya apenas se oye rugir el Bernabéu si Carvajal se pega una carrera de treinta metros para salvar un balón (si lo hace Ceballos casi ni se le aplaude) o si Valverde estira zancada para conducir treinta metros un balón hasta el área contraria. Todo es diferente a lo que era antes. Es necesario esperar a que Mbappe entré en contacto con el juego o que a Vinicius se le ocurra un regate para escuchar ese preludio de que algo va a pasar.

No es tampoco el Bernabéu ese lugar tranquilo que los antimadridistas y la condicionada retransmisión televisiva quiere vender silenciando el micrófono ambiente. Pero tampoco ya es el público exigente de antaño. Y no lo es porque ayer el Betis aguantó sin jugar a nada hasta bien entrada la segunda parte y en ningún momento hubo el run-run de las tardes que se complican. Este mismo partido en los años noventa era de pitada al descanso a sus propios jugadores. Quizá por eso haya llegado a estas líneas. Ayer en el campo me di cuenta de que el fútbol ha cambiado porque han cambiado quienes lo ven.

El aficionado cada vez es más joven, cada vez hay más presencia femenina en los estadios. Hay mayor educación, si me apuran, y el fútbol ya es, para una amplia mayoría, solo lo más importante de las cosas menos importantes. Supongo que al ser del Betis, un equipo simpático en el Bernabéu y en casi todos los estadios, verle de visitante me libra de la tensión que ofrece la rivalidad con otros equipos. Sin embargo, creo que no es solo eso. Existe un cambio generacional en la gente que asiste a los estadios. De ahí que su manera de ver el espectáculo deja fuera de juego al aficionado de antaño. No es, además, ni bueno ni malo. Como tantas otras cosas digamos que es diferente.

Digamos que las mocitas madrileñas ahora van más y siguen yendo alegres y risueñas pero no solo porque juega su Madrid, sino porque van a disfrutar de sus estrellas y sus ídolos del día a día durante noventa minutos. En el Bernabéu, siguen siendo molto longos. Y más para mi Betis.

Alberto Martín

Periodista

Alberto Martín tiene una dilatada experiencia en el campo de la información, trabajando en medios de comunicación desde los años 1990 y llegando a dirigir medios como Libredirecto.com o siendo el delegado del periódico Gol en Madrid durante los años 2000. Experto en deportes y particularmente en turf

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