No sé si vive en un mundo real o la realidad es tan falsa como el propio mundo. Cada uno tenemos un círculo de opinión que nos hace ver esa realidad de una manera tan diferente que, si lo pensamos fríamente, da miedo. Somos marionetas de un modo de vida que no queremos pero aceptamos. Y, claro está, el fútbol no se libra de esa manipulación.
La gala del Balón de Oro fue un nuevo ejemplo. No digo, es imposible pensarlo, que Messi no merezca cualquier premio individual que se le otorgue. Pero sí afirmo que su octavo Balón de Oro es sólo producto del marketing. Ver a David Beckham entregarle el trofeo es asumir que el fútbol ya solo huele a dinero. Y es una pena.
La deriva del fútbol hacia el marketing es llevarlo también hacia el extremo. Las opiniones de bufanda ya son conocidas, pero ahora la pelota va hacia la inmediatez. Y el fútbol son 90 minutos y, en la nueva cultura del joven aficionado, eso es demasiado tiempo para esperar un desenlace. Sin embargo, los héroes sí venden. Y Messi lo ha sido. Por eso este último premio en forma de homenaje a una carrera inmensa, aunque en el último año sea ridículo pensar en méritos individuales para poder levantar un galardón de este tipo. Pero el marketing puede con todo. Y me temo que, o se pone remedio, también podrá con el modelo actual de fútbol.
Messi es el último estandarte de un modelo de fútbol que ya no puede tener continuidad. Y no porque no vuelva a ver un jugador como Leo, que lo habrá, sino porque el fútbol ya va camino de ser otra cosa. De momento, Messi le ha venido bien a la maquinaria del fútbol para un ultimo homenaje. Y eso es lo que fue la gala del Balón de Oro. No un premio al mejor jugador del año sino al último jugador del fútbol que conocemos.
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