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Barbas peladas y en remojo a medio siglo del golpe

sábado 09 de septiembre de 2023, 18:20h

Se cumplen ahora cincuenta años de aquel aciago 11 de septiembre de 1973, en el que militares chilenos derrocaron de manera brutal y sangrienta el gobierno democrático chileno presidido por Salvador Allende. Aquel acto bárbaro e incivil, tendría como consecuencia, en días inmediatos y en los siguientes años, un siniestro balance, que, según datos oficiales de la Comisión Nacional chilena sobre Prisión Política y Tortura, se estima en 40.000 víctimas, de las que 3.065 son muertos y desaparecidos.

El mismo día de aquella ignominia, el general al mando, Augusto Pinochet, decretó un toque de queda que perduraría hasta el 2 de enero de 1987; y, casi inmediatamente, creó, con el inestimable asesoramiento de la CIA, una policía secreta, la DINA, que se dedicó durante muchísimo tiempo a la persecución, secuestro, tortura y asesinato sistemáticos de la población civil; una organización de exterminio, la Brigada Lautaro, que promovió redadas masivas, allanamientos o exilios forzados; y una denominada Caravana de la Muerte, que recorrió el país para verificar y agilizar las ejecuciones sumarias.

El 70% de los chilenos de los que actualmente viven en su país o fuera de sus fronteras, no había nacido cuando los aviones de la fuerza aérea bombardearon sañudamente el Palacio presidencial de la Moneda el 11 de septiembre, y otro estimable porcentaje no tiene memoria propia del exterminio sistemático que siguió al golpe, pero algunos sectores de la sociedad chilena se han esforzado y se esfuerzan en que aquellos monstruosos hechos se mantengan vivos en la memoria colectiva, para que tal atrocidad no vuelva a reiterarse nunca más.

No hace mucho, el mundo ha conocido la sentencia definitiva e inapelable que condena a siete militares por el crimen perpetrado contra el cantautor Víctor Jara, a quien torturaron salvajemente durante tres días en el Estadio Chile, quebraron sus manos a culatazos y después arrojaron su cadáver a la vía pública con 44 balas en el cuerpo. La justicia se ha demorado medio siglo, pero ha llegado, y gran parte del pueblo chileno puede mirarse cara a cara ante el espejo de su Historia.

También en estos días, el mundo ha conocido, gracias a la eficacísima labor del periodista estadounidense Peter Kornbluh, el papel protagonista que tuvieron las máximas autoridades de su país en el proceso de derrocamiento del régimen democrático chileno. Por uno de los documentos recientemente desclasificado y analizado por Kornbluh, hemos tenido acceso al contenido de la reunión que el 15 de septiembre de 1970, mantuvieron, en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el presidente Richard Nixon y el director de la Agencia Central de Inteligencia, Richard Helms.

En el encuentro, Nixon dio instrucciones explícitas al responsable de la CIA para crear las condiciones necesarias que impidieran tomar posesión de su cargo al ganador de las elecciones generales, Salvador Allende, o, que, si finalmente lo conseguía, fuera derrocado a la mayor brevedad posible. Helms anotó entonces en su cuaderno: “No le preocupan los riesgos que involucre”. También registró en sus notas lo perentorio de la orden presidencial: “Quiere trabajo a tiempo completo y que se utilicen a los mejores hombres de los que dispongamos”. La mecánica se expresaba nítidamente en el último apunte o apostilla: “Hay que hacer que la economía grite”. Y no sólo grito, sino que dio alaridos, cuando EEUU redujo a ínfimas sumas las líneas de crédito que tenía comprometidas con el país andino o cuando el territorio se vio asolado por huelgas salvajes promovidas y financiadas por los mismos protagonistas.

Hoy, sabemos estas y otras muchas cosas que ayudan a recuperar la memoria y la dignidad de los chilenos y que en buena lógica deberían extenderse a toda la Humanidad que sigue creyendo en valores de tolerancia, libertad, progreso e igualdad. De esa Humanidad de la que, y perdón por la perogrullada, también formamos parte los españoles, que quizá deberíamos revisar, como elemental ejercicio memorístico, algunas de las informaciones autóctonas de aquel tiempo.

Por ejemplo, la portada de ABC del día después. Una foto del presidente chileno y un título, Cae Allende, acompañado de un texto que entre otras cosas decía: “Contra el caos creciente, contra la vía al socialismo de Allende que ha arruinado al pueblo chileno, contra la amenaza de una dictadura marxista, contra el desastre absoluto social, económico y político del país; en defensa de la paz, del orden, de la ley (…) se ha alzado el Ejército de Chile, columna vertebral de la nación y única posibilidad de salvación, hoy, para el entrañable país hermano”.

Un día más tarde, el 13 de septiembre, y ya con algún dato revelador sobre la inicua represión que se estaba ejerciendo sobre la población civil, especialmente en el Estadio Chile, el diario insistía en sus loas al Golpe de Estado: “… que ha frenado a tiempo el inevitable deslizamiento del país desde la anarquía y el caos a dictadura marxista”.

Esa misma jornada, el periodista Rafael García Serrano, en las páginas del diario El Alcázar, dejaba patente su indignación por la tibia actitud de algunos medios españoles ante el golpe: “Algún diario acentúa conmovedoramente, la legitimidad del régimen de Allende, sin ni siquiera pararse a considerar que su propia cabecera nace de un acto de rebelión militar y civil contra un Gobierno seguramente tan legítimo como el de Chile”. Torpedo en la línea de flotación a alguna de su competencia informativa, y compleja reflexión en la segunda parte de la invectiva.

En la última semana de aquel mes de septiembre, la revista Fuerza Nueva volvía a insistir en el mismo asunto en un artículo firmado por José Luis Gómez Tello: “No comprendemos en absoluto, la razón por la que hay quienes lloran lágrimas de dolor por la eliminación del Frente Popular en Chile y atacan violentamente al Ejército chileno y a la población no marxista que ha secundado su alzamiento (…) Qué apologías, apenas disfrazadas, del régimen marxista de Allende hayan sido publicadas en cierta prensa de España, es ya intolerable”.

Recientemente Michelle Bachelet, expresidenta de Chile y primera encargada de ONU Mujeres, ha escrito que aquel 11 de septiembre de 1973 fue un día trágico que aplastó las esperanzas de vencer una tremenda desigualdad estructural y acabó con la democracia vigente, para concluir con un claro aviso a navegantes: “A 50 años del golpe de Estado es necesario revisar ciertos mínimos comunes para proyectarnos como país hacia los próximos 50 años, porque la historia hay que comprenderla para no repetirla (…) Cuando observamos las encuestas sobre la democracia y cómo se ha perdido la credibilidad de esta, debemos alertarnos (…) la democracia no es un sistema perfecto, pero es el mejor sistema que tenemos”.

En estos días, los españoles no podemos quedarnos mirando, como si lloviera, el espectáculo horrendo de aquellas barbas pelar, sin poner las nuestras a remojar.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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