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Inflación: siempre y en todo caso un fenómeno monetario

martes 26 de julio de 2022, 14:15h

La inflación sigue galopando. En Estados Unidos el índice de precios al consumidor ha alcanzado un máximo del 9,1%, en Europa del 8,6% y también en nuestro país, España, el índice de precios está en constante aumento. (Variación del Índice General Nacional según el sistema IPC base 2021 desde junio de 2021 hasta junio de 2022. Índice Porcentaje (%) Nacional 10,2).

Según Bernardo Ferrero de IBL(italiano) Subdirector de StoriaLibera y coautor de Pandemic and Dirigisme (IBL Libri, 2022). Aunque las razones son múltiples, nunca podemos olvidar que la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario. Este es uno de los puntos más enunciados enfáticamente por Milton Friedman, Premio Nobel de Economía en 1976. Esto no quiere decir, sin embargo, que cualquier aumento en la oferta monetaria deba traducirse mecánicamente en un aumento -en su mayoría proporcional e inmediato- en el nivel de precios. Significa, simplemente, que un aumento generalizado en el precio de los bienes y servicios necesariamente tiene su origen en un cambio en la relación entre la demanda y la oferta de dinero. De lo contrario, la teoría cuantitativa del dinero que encuentra su origen en Nicolás Copérnico dejaría el tiempo que encuentra.

Negarlo sería siempre la misma historia. Los años previos a la Gran Depresión de 1929 y los posteriores a la crisis subprime (2007-2008), por ejemplo, fueron años de gran expansión monetaria y al mismo tiempo de estabilidad en los precios al consumidor. Lo mismo puede decirse de lo sucedido hasta la llegada del Covid 19: a pesar de las políticas ultra expansivas de los bancos centrales, el dinero ha evitado depreciarse considerablemente.

Lejos de negar que la inflación es un fenómeno monetario, estos ejemplos nos muestran que el impacto de la creación monetaria sobre los precios es siempre indirecto y mediado. La nueva cantidad de dinero empuja algunos precios hacia arriba, otros hacia abajo, y otros los deja sin cambios dependiendo de la cantidad que realmente se gasta -en la jerga económica de la demanda de dinero- y a través de qué canales se inyecta y se extiende gradualmente sobre la estructura productiva, revolucionando los precios relativos y redistribuyendo los ingresos respectivos. En los ejemplos anteriores, la creación de dinero fue neutralizada por otros factores, como el aumento de la productividad y la demanda de dinero, y en gran medida encontró un hogar en el sistema bancario y los mercados financieros al inflar los precios de un conjunto muy específico de activos. Lo que explica los preocupantes niveles de inflación actual es un cóctel muy específico: la creación monetaria masiva por parte de los bancos centrales que ha terminado en manos del público (a través de diversos estímulos y bonificaciones, seguro de desempleo, gasto deficitario, etc.), un sistema productivo aun recuperándose y una disminución de la demanda de dinero . después del confinamiento. Aquellos que señalan solo con el dedo los cuellos de botella en las cadenas de suministro, en otras palabras, ignoran el hecho de que los aumentos de precios no son ni sectoriales ni transitorios, sino generales y continuos: un fenómeno que solo puede explicarse si se mira más lejos y se observan las políticas no convencionales de los bancos centrales. , que se han dedicado intencionalmente a aumentar constantemente la oferta monetaria, haciendo que se devalúe. También, como se explica en el libro Pandemia y Dirigisme. Al igual que salir de un estado de crisis permanente, los cuellos de botella, más que ser la causa de la inflación, son el efecto: la inyección monetaria y el consiguiente aumento de la demanda ha permitido a las empresas ingresar al mercado de factores de producción con mayor fuerza y tenacidad, causando fuertes presiones sobre el sistema logístico.

Las políticas de bonificación son un mal remedio para la inflación. Como hemos visto en el caso de la bonificación del 110% a la construcción, estas políticas han favorecido el aumento de los precios y las presiones sobre el sistema logístico, aumentando artificialmente la demanda de materias primas; para frenar la inflación, necesitamos poner fin a la impresora monetaria y a la combinación del Estado y el sistema monetario. La principal causa de la inflación a lo largo de los siglos, de hecho, como Luigi Einaudi había adivinado hace 80 años, es la monetización de la deuda pública, una política que se ha seguido intencional y constantemente en Europa desde 2015. Calmar los precios, como los políticos italianos y españoles han propuesto recientemente hacer, en lugar de aliviarnos de la reducción de los salarios reales, aumentará la escasez, distorsionando aún más el cálculo económico y la asignación de recursos. En lugar de reducir la producción, debemos promover la división del trabajo, la globalización y el incentivo para ahorrar e invertir, frenar el gasto público, reducir la carga fiscal -principalmente sobre la acumulación de trabajo y capital- y restablecer la confianza necesaria en la unidad monetaria.

Respecto a España según Ignacio Fariza de el Pais

La inflación, ya en doble dígito, no da tregua y los esfuerzos de las autoridades por contenerla tampoco parecen arrojar los resultados esperados. Al menos, por ahora: “Esta evolución se debe, principalmente, a la subida de los precios de los carburantes, mayor este mes que en junio de 2021, así como de los alimentos y bebidas no alcohólicas, frente a la estabilidad registrada el año anterior”, explican los técnicos del INE. También influye, dicen, el incremento de los precios de los hoteles, cafés y restaurantes, muy superior al del pasado año, cuando las restricciones a la movilidad aún lastraban la llegada de visitantes desde el exterior.

“El dato general es peor de lo esperado, pero particularmente el de la inflación subyacente”, apunta Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas, la fundación de las cajas de ahorros. “Los servicios parecen haber presionado al alza, tal vez por el tirón del turismo”, desgrana. “Es mucho peor de lo previsto; habrá que esperar a ver el detalle de todos los componentes para ver dónde se disparó. Con los datos adelantados parece probable que energía y/o alimentos subieron bastante más de lo previsto”, completa Ángel Talavera, economista jefe para Europa de la consultora británica Oxford Economics. El desagregado por grupos y subgrupos de bienes y servicios no llegará hasta el próximo 13 de julio.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha calificado el dato de “malo” en una entrevista en la Cadena SER. “Sabíamos que el efecto de los cortes de gas de Putin se iba a trasladar a la evolución de los precios” de la vida. “Esto demuestra la gravedad de la situación, la idoneidad de las medidas [anunciadas el pasado sábado por el Gobierno] y la necesidad de seguir tomando más”, ha afirmado. En el anuncio del plan de choque, Sánchez deslizó que sin esas medidas de urgencia la inflación acabaría el año 3,5 puntos por encima, yéndose “hasta el 13% o 14%”.

La partida energética, la principal responsable del estallido de los precios en tiempos recientes, da una de cal y otra de arena. La mala es que tanto la gasolina como el diésel siguen encadenando máximos, drenando renta a los hogares y elevando los costes de las empresas, empujándolas a subir precios en una peligrosa dinámica que se filtra sobre prácticamente todos los rincones de la economía. Ese impacto es especialmente claro en los alimentos, en cuyo valor final pesan especialmente los gastos de transporte y cuya escalada se deja sentir con especial intensidad en las familias de menos recursos. La buena noticia es que, tras un inicio turbulento, el inédito tope al gas para abaratar la factura de la luz debería empezar a dar resultados en las próximas facturas, aliviando también la presión sobre el IPC. También que la nueva rebaja del IVA eléctrico, del 10% al 5%, debería posibilitar un descenso en los recibos a costa de un mayor déficit público.

. En sus últimas previsiones, el Banco de España calcula que el IPC cerrará 2022 con una subida interanual del 7,2% para desinflarse hasta el 2,6% en 2023 y el 1,8% en 2024, ya dentro del rango que se fija como objetivo el BCE. Tras apuntar a una subida de los tipos de interés en julio, la presidenta del Eurobanco, Christine Lagarde, se comprometió el martes en el tradicional cónclave de Sintra (Portugal) a llevar la política monetaria “tan lejos como sea preciso” para apagar el incendio inflacionario.

Bernardo Rabassa

Presidente de clubs y fundaciones liberales. Miembro asociado de Alianza Liberal Europea (ALDE). Premio 1812 (2008). Premio Ciudadano Europeo 2013. Medalla al Mérito Cultural 2015. Psicólogo social. Embajador de Tabarnia. Presidente del partido político constitucionalista Despierta.

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