La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017 marcó un punto de inflexión en el orden internacional. Su retórica proteccionista, plasmada en guerras arancelarias y un nacionalismo económico agresivo, no fue un mero capricho aislado, sino una estrategia calculada para preservar la hegemonía estadounidense en un mundo cada vez más multipolar. Hoy, con a su regreso en 2025, Trump no solo busca rematar a una Unión Europea (UE) ya en crisis, sino también asestar un golpe definitivo a la globalización, confrontar a China y reconfigurar el tablero geopolítico en beneficio de Washington y sus aliados. Las políticas de Trump están acelerando el colapso del proyecto europeo, profundizando las tensiones comerciales y empujando al mundo hacia un abismo de confrontación.
La guerra arancelaria de Trump: El fin de la globalización y el asalto a China
La globalización, entendida como un sistema basado en cadenas de suministro interconectadas y libre comercio, recibió su primer golpe mortal con la pandemia. Sin embargo, fue Trump quien, años antes, plantó la semilla de su desintegración al lanzar una guerra comercial sin precedentes contra China. Los aranceles del 25% a productos chinos en 2018, justificados bajo el lema "America First", no solo buscaban corregir el déficit comercial bilateral, sino frenar el ascenso tecnológico y militar de Beijing.
El resultado fue una reacción en cadena: China respondió con medidas similares, las bolsas mundiales se desplomaron y empresas de ambos países perdieron acceso a mercados clave. Pero el daño real fue estratégico: Trump logró que Occidente cuestionara su dependencia de Beijing, especialmente en sectores críticos como semiconductores o energías limpias. Su retorno en 2025 promete escalar esta confrontación. Trump ha impuesto aranceles de hasta el 60% a todos los productos chinos, aislando aún más a la segunda economía mundial.
Para China, esto supone un desafío existencial. Su modelo de crecimiento, basado en exportaciones e inversión en infraestructura global (como la Nueva Ruta de la Seda), choca con un muro proteccionista. Pero Beijing no se rendirá fácilmente: su alianza con Rusia, su expansión en el Sur Global y su apuesta por el yuan digital son herramientas para resistir el cerco estadounidense.
Europa: Un continente en quiebra, atrapado entre el globalismo, Trump y su propia elite
Mientras Trump y China libran su pulso, la UE se enfrenta una tormenta perfecta. Su economía, ya debilitada por la crisis del euro (2008) y el Brexit, se hundió tras cortar los lazos comerciales y energéticos con Rusia. La decisión de Bruselas de priorizar sanciones a Moscú por la guerra en Ucrania, en lugar de buscar una solución diplomática, ha tenido costes devastadores:
- Crisis energética: La dependencia europea del gas ruso (40% del consumo en 2021) provocó inflación récord y desindustrialización. Alemania, otrora potencia manufacturera, vio cómo empresas como BASF trasladaban plantas a EE.UU. o China para acceder a energía barata.
- Gasto militar desbocado: La UE ha destinado más de €200.000 millones a rearmarse y financiar a Ucrania desde 2022, recursos que podrían usarse en reindustrialización o protección social.
- Deuda insostenible: España, siguiendo el guion de Bruselas, recurre al endeudamiento para rescatar empresas afectadas por los aranceles de Trump. Su deuda pública supera el 110% del PIB, lastrando el futuro de generaciones.
La élite europea, encabezada por Macron, insiste en un "rearme soberano" y mayor integración fiscal. Pero este proyecto es un espejismo: sin energía barata, sin industria competitiva y con una población envejecida, la UE camina hacia la irrelevancia. Trump, por su parte, ve a Europa como un vasallo al que exprimir. En 2025, Trump exige una mayor contribución a la OTAN o amenazara con aranceles todavía mayores a automóviles alemanes, españoles y franceses y hacer inviables las exportaciones agrarias.
La geopolítica del caos: Petrodólares, Israel y el Golfo Pérsico
El objetivo último de Trump no es solo debilitar a China o Europa, sino salvaguardar la hegemonía del dólar. Desde los acuerdos de Bretton Woods (1944), Estados Unidos ha usado su moneda como arma geopolítica. Hoy, el auge de alternativas como el yuan o el uso de otras monedas de la zona BRICS amenazan este dominio. La estrategia de Washington incluye:
- Aislar a Irán: Las sanciones a Teherán, reforzadas por Trump en 2018, buscan estrangular su economía y beneficiar a Israel, su "ente sionista protector" en Oriente Medio. Un eventual ataque israelí a instalaciones nucleares iraníes, respaldado por EE.UU., podría desencadenar una guerra regional y el necesario apoyo de Rusia, China e incluso el Pakistan musulman.
- Controlar el Golfo Pérsico: Arabia Saudita y Emiratos Árabes, aliados clave, son vitales para mantener el petrodólar. Trump impulsó los Acuerdos de Abraham (2020) para normalizar relaciones entre Israel y Estados árabes, consolidando un bloque anti Irán que ya no existe, al menos por ahora.
- Sabotear la Ruta de la Seda: China invierte $1 billón anual en infraestructura desde Asia hasta Europa. Trump busca contrarrestarla con el "Blue Dot Network", un proyecto rival que solo ofrece migajas a países en desarrollo.
Esta ofensiva, sin embargo, tiene un riesgo colosal: una escalada militar. Si China o Rusia deciden defender sus intereses en el Golfo o en Taiwán, el mundo estará al borde de un conflicto armado.
La trampa del rearme europeo: Un suicidio económico
Frente a este panorama, la UE insiste en imitar a EE.UU. con un "capitalismo de guerra". Macron habla de "producir más armas" y Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, pide "competir con China en subsidios". Este enfoque es un error histórico:
- Coste social: Recortes en educación, sanidad y pensiones para financiar tanques y aviones de combate. En Francia, el gasto militar aumentará un 40% para 2030, mientras 10 millones viven en la pobreza.
- Dependencia tecnológica: Europa carece de capacidad para producir chips avanzados o baterías. Incluso si lograra rearmarse, dependería de EE.UU. para inteligencia artificial o satélites.
- OTAN obsoleta: La Alianza Atlántica, diseñada para la Guerra Fría, no sirve ante desafíos como el cambio climático o la ciberseguridad. Trump ya la llamó "obsoleta" en 2017, y su regreso podría dinamitarla.
La solución, según movimientos nacionalistas populares y partidos de izquierda soberanista, es clara: salir de la UE y la OTAN, rechazar el alineamiento automático con Washington y reconstruir lazos con el Sur Global. Incluso países como Argentina, bajo Javier Milei, o India, bajo Narendra Modi, ya buscan acuerdos con China y Rusia.
La clase trabajadora global: Víctima de un saqueo concertado
Trump y las élites europeas comparten un objetivo: transferir riqueza de las clases trabajadoras hacia arriba. Mientras el expresidente estadounidense recorta impuestos a los milmillonarios, Bruselas impone reformas laborales que precarizan empleos. Los datos son contundentes:
- En EE.UU., el 1% más rico acapara el 32% de la riqueza, según el Fed.
- En la UE, los salarios reales caen desde 2020, mientras los beneficios empresariales baten récords.
Esta explotación se agravará con la guerra comercial. Si Trump impone más aranceles, empresas europeas y estadounidenses trasladarán costes a trabajadores mediante despidos o congelación salarial.
Conclusión: Paz, pan y soberanía frente al colapso
La UE está muerta. Trump y Biden la remataron, pero su suicidio comenzó con políticas austericidas, sumisión a Washington y una ceguera voluntaria ante la multipolaridad. Frente a esto, la alternativa es clara:
- Desobedecer a Bruselas: Rechazar el rearme, reabrir el comercio con Rusia y nacionalizar sectores estratégicos.
- Salir de la OTAN: Priorizar la diplomacia con el Sur Global y negociar pactos de no agresión.
- Auditar la deuda: España y otros países deben negarse a pagar préstamos contraídos para rescatar bancos o empresas.
Como gritaban los campesinos medievales: "Paz y pan". Es hora de dejar de ser carne de cañón de una elite globalista que nos lleva al matadero.