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A vueltas con Cataluña

miércoles 14 de diciembre de 2022, 12:58h

Vaya por delante que a quien escribe, los nacionalismos, como cualquier otra religión, le han tocado históricamente el pie. Otra cosa es la reivindicación cultural que da identidad y hace pueblos en el sentido sociológico de la palabra, y su libertad de expresión.

Esta cosa tan decimonónica de banderas y golpes al pecho, versión 2.0 del llanto ante el paso procesional de Semana Santa, no esconde tras la tormenta emocional de sus devotos más que la pugna política de sus sacerdotes, que homilía tras homilía arengan a la parroquia desde el púlpito otorgado por los medios de comunicación.

Las leyes se hacen y se modifican constantemente. Básicamente ese es el fin último de gobierno, parlamento, y resto de instituciones políticas.

Hablar de “Golpe de estado” “mes negro” y resto de hipérboles vertidas a concurso que estos días nos hemos desayunado quienes asomamos la testa a la ventana del belén mediático y sus escenas, es hacerle flaco favor a la democracia, y casi un insulto intelectual a la parroquia, aunque sea fin de toda religión por quien escribe conocida, tratar a pastorcillos y gentes del montón como a inocentes niños carentes de conciencia que necesitan guía, bien sea de una estrella, bien de su párroco/periodista/político de cabecera, para alcanzar el pesebre donde adorar (y por supuesto hacer ofrendas) al niño Jesús, como forma de bien supremo.

Las fronteras se mueven. Los países se dividen, se unen, se vuelven a dividir, y así sucesivamente desde que existen términos administrativos. A veces, a voluntad de sus habitantes, a veces, a voluntad de sus dirigentes, a veces, a voluntad de gente de fuera, a veces, a voluntad de gente de dentro. ¡Echen un ojo al mapa político de Europa de los últimos cincuenta años!

Esta vuelta enésima del nacionalismo no solo catalán, también español, como fábrica de héroes y villanos, confitada por el mito, la tradición y los rezos de ambos, asegura un suculento roscón de reyes para todas las partes metidas en la arenga, donde la disputa es quien se queda el haba.

Es conocimiento popular que la religión mueve montañas, pero se olvida con demasiada frecuencia que la ciencia salva vidas. La ciencia, que arrebata porciones de fe dando explicaciones a lo que antes era magia. La ciencia, que permite a cualquiera, poseedor de ingredientes e instrumental, hacerlo en casa. La ciencia, que son números frente a palabras. “Hechos, que son amores, y no buenas intenciones” que rezaba el refrán.

La ciencia dice que debiera preocuparnos el precio del gas, si se paga más aquí o fuera. El precio de la electricidad. El de los alimentos. Lo que ingresamos en la cuenta del banco. Si en caso de enfermedad vamos a tener asistencia sanitaria o no, y cuánto va a costarnos. El seguir respirando, el poder comer, el tener un techo donde cobijarnos. Las cosas importantes de la vida, cómo están y cómo van a seguir estando. Si son mejores con este gobierno, con los anteriores, o cómo serán con el que tengamos dentro de diez años. Poder desarrollarnos libremente como personas y como ciudadanos.

La pugna política de estos días que lleva el manómetro del odio hasta el rojo de su escala, debiera darnos un poco igual a todos de un lado y de otro de cualquier línea que queramos inventarnos, pedir que se batieran en duelo los popes si tantas ganas tienen de hacerlo y dejaran de arengar en la iglesia. Frente a la religión, lo que nos dice la ciencia, demostrado una y otra vez, es, que a todos, lo que nos gusta, cuando llega la hora de la verdad, es que en el plato, al meter la cuchara, salga llena, que no nos la arrebaten por el camino a la boca, y a ser posible que alimente la cena, una necesidad que se da a ambos lados de cualquier frontera política, ideológica o administrativa.

Menos mito, menos demonización y menos santificación de héroes y villanos. Menos popes de la verdad, al fin y al cabo, otra cosa sabida por todos, es que cualquiera puede ser pope en la cena de nochebuena, extensible para todas las demás, no hace falta una ocasión especial. Pope, podemos serlo cualquiera.

Carlos Paredes

Analista político

Fue portavoz de Democracia Real Ya (DRY, 2011-2012) colaborando en la aparición del movimiento 15-M. Fue presidente de Ecopolítica (2020-2021) y ha tenido presencia como invitado y tertuliano, en 'El programa de Ana Rosa' (Telecinco), 'Las mañanas de Cuatro' (Cuatro TV), '13 TV', 'Los Desayunos de TVE', 'El Objetivo' y 'La sexta noche' (La Sexta)... En 2011 fue portada de las revistas 'Tiempo' y 'Pronto' como portavoz de DRY, además de contar con apariciones en medios internacionales como 'Le Monde', 'Le Monde Diplomatique', 'Der Spiegel', la 'Rai', la televisión pública francesa... Su nombre aparece en el libro 'España 2020, la España que necesitamos', junto al de José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, entre otros. Colaboró en la publicación por primera vez en castellano de 'Vida y Muerte de Petra Kelly' y actualmente lleva una vida retirada de la política activa, concretamente en el sector privado, dedicado al mundo de la pequeña empresa.

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