El colectivo LGTBI esquiva la bala

El colectivo LGTBI respira con normalidad tras esquivar el domingo por la noche la bala que apuntaba a su corazón.

Futurólogos y analistas habían pronosticado la amenaza en cada carta astral, señalando la conjunción que llevaba, inevitable, al retorno de la extrema derecha al poder cuarenta y cinco años después de aprobarse la constitución. La extrema derecha invocada desde los despachos de Génova para engrosar los resultados del PP y formar gobierno. La tormenta, configurada a fuerza de encuestas, había provocado una intensa movilización, especialmente la última semana, movida por el miedo a lo que parecía inevitable. “Tenemos que hacer algo” empezó a correr como grito desesperado por los teléfonos móviles de aquellas personas sobre quienes, con más fuerza, se cernía la amenaza. Lo que nadie sabía, era exactamente qué. Había miedo a que España se convirtiera en la Hungría de Orbán o la Polonia de Andrzej Duda. Miedo a que negacionistas de la ciencia impusieran el crucifijo y los rezos frente al cambio climático. Miedo al oscuro ostracismo de Los armarios. A la vuelta de las palizas en los colegios y el señalamiento en las calles. Miedo a que, como en Italia, negaran la maternidad a parejas del mismo sexo. Miedo al fascismo que, disfrazado de nostalgia, se levanta estos días como un huracán que amenaza con arrasar la convivencia en Europa.

Pero no pasó. Ahí están, los dos bloques, empatados. Una España obligada a convivir consigo misma para tranquilidad de quienes defienden derechos humanos, con un 70,4% de participación pese a los esfuerzos de los negacionistas de la democracia.

Queda para el recuerdo la campaña en la que la extrema derecha puso una lona electoral en la que tiraba el feminismo o al colectivo LGTBI a la basura mientras amenazaba en sus discursos con arrasar Cataluña. Una estrategia audaz; promover que se rebajen los controles sobre carne afectada de tuberculosis para permitir su consumo humano, negar el cambio climático, promover conspiraciones antivacunas, negar la violencia machista o censurar películas y obras de teatro ¿Quién hubiera dicho que amenazar a la población restaba votos?

No quedó atrás Fejóo con su metralleta de mentiras. Un hombre que en toda la campaña ha mostrado una audacia sin parangón para esquivar la verdad en cada una de sus intervenciones. Tanto fue así que alguien del buen querer hacia Feijóo, debió llegar la conclusión de que su mejor activo era el silencio. Ahí queda su ausencia en el debate a cuatro.

No sabemos si habrá quien haya tomado nota no solo de la importancia de ir a la tele para comunicar, sino también de saber las consecuencias que hay cuando se habla. Lo que sí sabemos, es que ese alguien se halla ausente en la curia morada. No ha tardado ni un día en salir Belarra a criticar a Yolanda. Yolanda salvó el partido aun con Podemos en contra. Yolanda, es la gran triunfadora del domingo. Un Podemos cada día más hundido en la tormenta, debe sus cinco diputados al paraguas de Sumar.

Queda para la historia el manual de resistencia de Sánchez, que consigue iniciar un nuevo capítulo pese a todas las apuestas en contra. Una suerte de Ave Fénix socialista, tantas veces matado como resucitado.

Aunque si quieren que les diga la verdad, para la historia, de este domingo, lo que quedará en el imaginario del colectivo LGTBI será la Drag Queen Onyx, haciendo orgullo frente a la tormenta que venía, en una mesa electoral. Si la imagen en blanco y negro de dos monjas votando en la segunda república, representó su tiempo, la de Onyx, a todo color, representa el nuestro.