Fútbol, machismo y puticlubs

Como una carpa dando sombra se ha comportado el fútbol durante años, refugiando en la oscuridad de su fresco toldo a quienes huían de la luz que la sociedad iba vertiendo sobre esa masculinidad tan frágil y tóxica. El machismo, como un virus, se iba apiñando ahí, formando un reservorio para correr por los torrentes de la sociedad, atacando a quienes no puede infectar.

La discriminación del macho alfa hacia los demás. Las palizas a la mujer (no hablemos ya, de homofobia) Ese complejo de inferioridad creado a miles de hombres que intentan una y otra vez escalar la fachada del Empire State para darse golpes en el pecho como King Kong a los ojos de toda la sociedad… solo que los golpes no se los dan en el pecho, cada vez que se frustran y se frustran mucho (subir el Empire State no es cualquier cosa) se los dan a los demás. No importa que no seas capaz de subir por la fachada del Empire State, si hay alguien a quien puedes maltratar, es que no estás tan abajo en la escala social.

Como todo virus, el machismo sufre lo indecible bajo la luz solar, y ahí, que cuando las mujeres han conseguido arrojar luz sobre la lacra que las atenaza, miles de hombres atacados de este mal, han temblado y se han revuelto maldiciendo, dando zarpazos contra la luz, sintiéndose profundamente amenazados en lo hondo de sus tripas.

Pero ahí estaba el fútbol. Esa cueva fresquita donde tantos encontraban amparo en la oscuridad. Un lugar donde desahogar sus pasiones más machistas. Fútbol, machismo, y puticlub. El reservorio perfecto para el virus machista.

¿Saben? Justo tras el confinamiento, al ardor de un partido de fútbol del Getafe, un cabeza rapada, hincha de uno de los equipos que se peleaban el campo, se quedó mirando a mi marido, por la mascarilla arcoíris, mientras le gritaba “maricón”

Pusimos la denuncia correspondiente (al menos, que quede constancia) y hubo concentración de protesta, apoyada por Gaytafe, Leganés, y Éboli LGTBI entre otras. Numerosos activistas LGTBI nos llamaron para interesarse y solidarizarse, así como varios partidos políticos, y algunos concejales acudieron del ayuntamiento de Getafe para expresar su apoyo. Cuando le pedimos al concejal de deportes si podía existir un pronunciamiento contra la LGTBIfobia en el fútbol por parte del Getafe, fue como si le hubiéramos pedido que asesinara a alguien. “No, no es posible” “Es un club privado” “No podemos entrar ahí” “El ayuntamiento lo que quieras, el Getafe es otra cosa”

En febrero de este mismo año, Jankub Janko, jugador del Getafe, salió del armario mientras el Getafe le expresaba su apoyo en nota oficial de prensa. Algo está cambiando.

El fútbol, un lugar perfecto para el machismo hasta que la selección femenina ha ganado el mundial. Campeonas. Heroínas. El poder no es de un hombre, es de ellas. Y ahí han empezado los problemas. El macho alfa no es el protagonista. Hay mujeres que no le van a dejar que las trate como él quiera. No son mercancía, son iguales a cualquier hombre, en derechos, deberes, y dignidad. La igualdad se llama feminismo. Pero el reservorio machista no lo ve, no lo entiende y da zarpazos contra la luz, cuando la luz alumbra la cueva.

Rubiales hizo una importante labor al frente del sindicato de futbolistas, tratando de solucionar los problemas económicos que muchos jugadores sufrían tras dejar el fútbol. Llegó a amenazar con una huelga de futbolistas para conseguir derechos laborales. Luego, en 2018 llegó a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol, y en 2022 salieron los audios con Piqué y las comisiones de por medio. Del domingo pasado a esta parte, el virus machista no ha hecho más que revolverse y dar dentelladas desde su reservorio, exponiéndose cada vez más. Lejos de aceptar que su comportamiento con las jugadoras no es aceptable, apoyado por la camarilla que se amarra al jugoso sueldo, Rubiales ha ido hundiéndose en un pozo de fango de dimensiones internacionales. Ahí está, la cueva, donde nadie se atrevía a entrar, dando dentelladas, revolviéndose a la luz de los focos. El mundo cambia, y lo hace para bien. Gracias a Jennifer Hermoso y a sus compañeras, mujeres con coraje que se han atrevido a entrar.