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Vista nocturna de Las Vegas
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Vista nocturna de Las Vegas (Foto: Unsplash/julian-paefgen)

La Ciudad Esmeralda

martes 10 de octubre de 2023, 08:32h

Un río de turistas recorre el bulevar; la avenida principal (y casi única) donde los macrocomplejos de hoteles, casinos y centros comerciales se tienden la mano unos a otros a través de pasarelas elevadas. Allá a lo lejos, pasado el Mandalay Bay Beach, se levanta, tras cientos de metros de aceras solitarias y oscuras, el icónico luminoso que reza "Welcome to Las Vegas". Una multitud llegada en coches y autobuses -nadie camina de noche fuera del área más comercial- hace cola en el pequeño espacio de acera que se abre como una isla en medio de la carretera. Todo el mundo quiere una foto con el icónico letrero, ni grande, ni espectacular, pero famoso a rabiar gracias al cine.

Volvemos a nuestro hotel andando (nosotros no tenemos coche) Caminamos con prisa mientras los ojos miran adelante y atrás en busca de siluetas amenazantes. Todo parece peligroso en este lugar cuando te sales de los circuitos establecidos. En ocasiones, junto a la mediana de cemento que separa la acera de la carretera, en pleno corazón de la ciudad, donde los casinos aglutinan ríos de gente, aparece, al llegar la mañana y convertirse la corriente en goteo, alguna persona tirada, no se sabe si dormida o inconsciente, mientras el resto la sortea como si no existiera. Otras veces, entre el gentío del Strip, en el exterior, circula por la acera cojeando algún caminante, vestido sólo con unos pantalones rotos, sin zapatos ni camiseta, llena la piel de llagas, mientras es ignorado sin más. En ocasiones, la realidad más invisibilizada se filtra como una humedad dentro del fastuoso bulevar.

Un obelisco de cuarenta y tres metros de altura salta sobre la acera. Al mirar hacia arriba puede leerse “LUXOR”. Comparado con él, la recreación de la gran esfinge de Giza parece no tan grande pese a tener la altura de un edificio de diez plantas. Multitud de pequeñas esfinges y esculturas de faraones decoran la entrada a una gigantesca pirámide acristalada. Su cúspide, a ciento siete metros del suelo, lanza haces luminosos contra la noche del cielo. Dentro, los pasillos que dan a las habitaciones son voladizos de cemento que recorren a la inversa las caras interiores de la pirámide. El interior, diáfano y enorme, da cabida a varios edificios o estructuras (Sí, el espacio albergado es tal, que caben unas instalaciones dentro de otras) con forma de templos o casas árabes. A su vez, estos albergan el casino, restaurantes, sala de fiestas, etc…. Toda la enormidad está climatizada. Necesitas chaquetilla para estar cómodo dentro.

El Caesar alberga un centro comercial cuyo interior tiene forma de ciudad romana. Recorres sus impolutas calles bajo un cielo pintado a gran altura en el techo, como si fuera un decorado precioso y reluciente de una película de los años sesenta. Tiene fuentes con dioses romanos que parecen de piedra y templos que albergan restaurantes y tiendas. La palabra es impresionante, pero no tanto como Venecia. Un poco más adelante, en la acera de enfrente, otro gigantesco centro comercial reproduce un decorado (por supuesto, interior y climatizado) que imita las calles de Venecia. A mí, solo se me viene a la cabeza el Show de Truman. Un canal recorre Venecia entre los palacios que albergan más y más comercios. Puedes alquilar los servicios de un gondolero que te pasee por el canal hasta la gran plaza de San Marcos mientras te canta una hermosa canción. El pastiche es espectacular y precioso. Una fantasía gigantesca a varios metros del suelo. Todo el decorado, con sus canales y toneladas de agua, no es más que la primera planta del edificio que alberga un enorme centro comercial

Y así existen Excalibur, imitando un castillo de fantasía equivalente a ¿40 plantas? de altura… París, Nueva York, y un largo etc, concentrado de continuo sobre el Strip, donde a veces las aceras son reemplazadas por pasarelas que permiten pasar de una fantasía a otra sin tocar el suelo.

La famosísima esfera, una semana antes de su estreno, tiene ya preparado su paso elevado, pendiente de abrir, desde uno de estos macrocomplejos. Caminamos hacia ella por la acera vacía, bajo un sol de justicia. Fuera del abarrotado bulevar nadie camina. Sólo se ve a lo lejos, un grupo de obreros haciendo trabajos de mantenimiento. A la esfera la rodea una valla. Ni una tienda, ni un puesto comercial, ni vida, fuera del decorado. Veré cómo la inauguran, desde casa, mientras escribo este artículo.

Los casinos abren las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, sin relojes ni ventanas; nada hay que te haga sentir el paso del tiempo en su interior. En todos los espacios está permitido fumar. Las tragaperras tienen mullidos asientos para que los visitantes echen las monedas en la más absoluta comodidad. A veces, la gente ni tan siquiera camina, circula en sillitas eléctricas cómo de minusválido, mientras sorben por la pajita grandes cantidades de cóctel servidas en vasos con forma de trompeta.

Mujeres jóvenes, vestidas de vedette, con las carnes al aire, te ofrecen hacerse una foto contigo por 60$. También hay un par de cowboys de gimnasio, sin camiseta, para las fotos con chicas. No vemos una sola bandera LGTBI en toda Las Vegas.

Las entradas del Flamingo y del Mirage imitan bosques tropicales. La abundante vegetación es en su mayoría de plástico y las explanadas verdes, de césped artificial. Todo es increíble, enorme, fantástico y de mentira, cómo la propia ciudad.

En los impresionantes centros comerciales hay centenares de tiendas para comprar moda, joyas, esculturas, cuadros y todo el lujo que se pueda imaginar… pero ninguna para comprar un destornillador, un carrete de hilo, una aguja o un bote de pintura.

Tras el pastiche, a distancia prudencial, miles de módulos prefabricados en forma de vivienda dan cobijo a sus trabajadores. Se ordenan en perfectas “cuadras” o “manzanas” como si fueran un polígono industrial.

El área metropolitana de las vegas alberga aproximadamente un millón y medio de residentes, que recibieron en 2022 a treinta y ocho millones de visitantes. La Ciudad Esmeralda es un lugar al que todo el mundo va para regresar a casa. Un lugar deslumbrante, fabuloso y artificial.

En el bulevar no hay supermercados, hay restaurantes

No hay habitantes, hay turistas

Y a sus márgenes, no hay residentes, hay trabajadores con sus familias.

La ciudad es un gran negocio, sin más.

Un día, cuando el caudal del Río Colorado no permita alimentar la presa Hoover, quedará todo abandonado. Nadie se molestará ni tan siquiera en recoger. Simplemente buscarán otro lugar donde vaciar el tambor de los juguetes para construir otra irrealidad.

Carlos Paredes

Analista político

Fue portavoz de Democracia Real Ya (DRY, 2011-2012) colaborando en la aparición del movimiento 15-M. Fue presidente de Ecopolítica (2020-2021) y ha tenido presencia como invitado y tertuliano, en 'El programa de Ana Rosa' (Telecinco), 'Las mañanas de Cuatro' (Cuatro TV), '13 TV', 'Los Desayunos de TVE', 'El Objetivo' y 'La sexta noche' (La Sexta)... En 2011 fue portada de las revistas 'Tiempo' y 'Pronto' como portavoz de DRY, además de contar con apariciones en medios internacionales como 'Le Monde', 'Le Monde Diplomatique', 'Der Spiegel', la 'Rai', la televisión pública francesa... Su nombre aparece en el libro 'España 2020, la España que necesitamos', junto al de José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, entre otros. Colaboró en la publicación por primera vez en castellano de 'Vida y Muerte de Petra Kelly' y actualmente lleva una vida retirada de la política activa, concretamente en el sector privado, dedicado al mundo de la pequeña empresa.

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