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Y Kiev optó por la escalada

miércoles 14 de septiembre de 2022, 17:48h

Hace solo tres semanas, cuando se cumplían seis meses desde el inicio de la agresión rusa a Ucrania, los analistas militares occidentales hablaban del estancamiento de la guerra. En ese contexto, sostuve que las perspectivas del conflicto empeoraban, puesto que la disyuntiva que aparecía en el horizonte era: enquistamiento de la guerra o escalada de alguna de las partes para romper el equilibrio. La única certeza consistía en que ambos contendientes parecían empeñados en continuar la guerra hasta conseguir una hipotética victoria sobre su oponente. Los discursos sobre un alto el fuego y una eventual negociación habían desaparecido del escenario.

En el trascurso de estas últimas semanas, la mayor novedad ha consistido en que Kiev insistió acerca de que estaba preparando una poderosa contraofensiva; pero, como sucede con frecuencia, nunca estuvo claro si finalmente llegaría a realizarla. El pasado fin de semana esa posibilidad se materializó. Kiev ha optado por impulsar una escalada que rompa el equilibrio en el campo de batalla.

Con la contraofensiva iniciada el pasado viernes 9 de septiembre, Kiev asegura que ha conseguido recuperar más de 6.000 kilómetros cuadrados, principalmente en el norte del país, incluyendo ciudades claves para la logística rusa, como el nudo ferroviario Kupiansk o la localidad de Izium. Más allá del alcance efectivo de esa recuperación territorial, hay pocas dudas de que se trata de la mayor derrota local de las tropas rusas desde que comenzó la guerra.

Es cierto que, desde el punto de vista táctico, esa posibilidad no era tan remota. En una línea de frente de miles de kilómetros, realizar un ataque en cuña siempre ha sido posible para cualquiera de los dos contendientes. Solo tenía que camuflarse bien. Y el ejército ucraniano, apoyado en la inteligencia militar estadounidense, ha conseguido hacerlo. Amagó por el sur y atacó por el norte. Para ello, ha contado con el entrenamiento prolongado de las fuerzas de la American Special Operations y el apoyo concentrado de la inteligencia de Washington sobre las condiciones internas de las tropas rusas. Todo parece indicar que la asistencia en inteligencia militar está resultando tan decisiva como el envío de armamento de última generación que Estados Unidos está trasladando a Ucrania.

Los portavoces militares rusos tratan de camuflar la derrota afirmando que, en realidad, se trata de un reagrupamiento de fuerzas para proteger el Dombás. Desde luego, el traslado de miles de soldados rusos hacia el sur se produjo efectivamente, pero no como producto de una previsión acertada, sino como fruto de una operación de intoxicación preparada por el ejército ucranio.

Ahora es difícil saber el impacto real que esta decisión de Kiev de optar por la escalada tendrá en el curso inmediato de la guerra. Las críticas de los halcones rusos no se han hecho esperar, encabezadas por los chechenos, y parece que Putin no podrá seguir disimulando la gravedad de la situación. El pasado domingo 11 de septiembre, pese a las noticias que llegaban del frente, el mandatario ruso mantuvo su presencia en los actos conmemorativos de la ciudad de Moscú. Pero no podrá evitar por mucho tiempo tener que dar una respuesta a la escalada ucraniana. Sabe perfectamente que si hay algo que no perdona la madre Rusia es la derrota militar. Los nacionalistas rusos le están exigiendo una represalia ejemplar, acudiendo al armamento nuclear táctico si fuera necesario.

Mientras tanto, en occidente hay sectores que celebran la ofensiva de Kiev por diversas causas. De un lado, porque cualquier victoria ucrania, por puntual que fuere, responde al legítimo derecho de defensa de ese país. De otro lado, porque se considera que esta contraofensiva demuestra que Rusia puede ser derrotada en la guerra. Algo que, desde luego, sería imposible sin la progresiva intervención occidental. Es cierto que una derrota de Moscú es posible, aunque lo más probable es que la consecuencia sea que se dispare una escalada general impulsada por todas las partes. Lo único seguro es que, conforme se aleje la posibilidad de detener la guerra, las perspectivas del enfrentamiento no dejarán de ser sombrías, tanto en Ucrania como a nivel global.

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