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Claudín y Haroche: la estrategia coja de apoyo a Ucrania

domingo 24 de diciembre de 2023, 17:57h

A mediados de este mes de diciembre, un grupo de estudiosos de asuntos de seguridad internacional, encabezados por Carmen Claudín y Pierre Haroche, consiguieron publicar en varios periódicos europeos (El País, entre ellos) lo que denominan “un solemne llamamiento a los ciudadanos de Europa y a sus dirigentes”, para mantener el apoyo político y militar a Ucrania. Más allá de esa autoatribuida solemnidad, los firmantes del llamamiento se presentan como “investigadores de think tanks que llevamos muchos años trabajando en la seguridad europea”. No hay razones sustantivas para dudar de esa identificación, pero si las hay para situarla en términos relativos. Representan a un grupo de expertos convencidos de que la única solución de la crisis procederá de la victoria militar de Ucrania. De hecho, no son muy representativos. La lista de expertos, publicaciones y centros de investigación que no firman este manifiesto sería demasiado extensa, comenzando por la sonada ausencia de las principales entidades dedicadas a los estudios de paz y seguridad en toda Europa (del estilo de PRIO, SIPRI, etc.)

En realidad, el contenido del llamamiento es una respuesta al aumento de expertos que no coinciden con la tesis central del documento. El propio texto se hace eco de esa situación, al mencionar a los que “piensan que la opción más razonable es presionar a Ucrania para que haga concesiones y ponga fin a la guerra”. En otras palabras, el manifiesto responde así al giro que se está produciendo en occidente en torno al relato sobre las perspectivas del conflicto. Un giro que viene asociado a cambios en el contexto bélico del conflicto. El propio documento admite que el enfrentamiento ha devenido en “una guerra de desgaste” para la que las fuerzas ucranias “están mal preparadas”. Y respecto de los apoyos externos a Kiev las cosas no pintan mucho mejor: “Europa se retrasa en las entregas de municiones prometidas y Estados Unidos, con las elecciones de noviembre a la vista, amenaza con poner fin a su ayuda militar”.

En una primera lectura diagonal, el manifiesto parece solo un sonido de alarma circunscrito a la posibilidad de un abandono de Ucrania a su propia suerte. Pero, observada con más atención, contiene en su seno una estrategia de seguridad basada únicamente en una solución militar, aderezada con amedrantamientos y exageraciones sobre la suerte de Europa si esa solución no se produce.

Es necesario superar la confusión: no es lo mismo abandonar el apoyo político y militar a Ucrania que empujarla hasta lograr una derrota militar estratégica de Rusia. Muchos observadores, favorables a la detención de la guerra, no están a favor de abandonar el apoyo a Kiev. Es necesario ese apoyo para evitar el aplastamiento de Ucrania a manos de la Rusia de Putin. Pero eso nada tiene que ver con la estrategia de los halcones occidentales de utilizar la guerra en Ucrania para lograr una derrota estratégica de Moscú.

Lamentablemente, esa confusión se mantiene en el llamamiento que encabezan Claudín y Haroche. Tratando de ampliar el grupo firmante, incluyen la perspectiva belicista. El problema consiste en que, al asociar el fin de la guerra con una derrota militar de Rusia, establecen un condicionante sustantivo al apoyo efectivo a Ucrania. Se basa en una estrategia coja que coloca a Kiev ante una perspectiva unilateral y rígida.

El apoyo efectivo a Ucrania en este conflicto debe basarse en las condiciones reales de su resolución. Alentar opciones improbables en una guerra que se muestra cada vez más imposible de ganar, no es apoyar efectivamente a Ucrania. Varios analistas han subrayado, desde el inicio da invasión militar rusa, que el verdadero apoyo a Kiev consiste en una estrategia de doble carril: mantener el apoyo militar para evitar su aplastamiento, pero redoblar el esfuerzo político y diplomático para regresar a la mesa de negociaciones. Esta estrategia fue impulsada por la Unión Europea al inicio de la guerra, hasta que finalmente se asoció a la tesis anglosajona (de Londres y Washington) de que era posible usar la guerra en Ucrania para lograr un debilitamiento estratégico de Moscú.

Desde luego, esta estrategia de doble carril contempla la evidencia de que, en la mesa de negociaciones, ambas partes estén dispuestas a realizar concesiones. Seguir repitiendo que Ucrania debe recuperar todo su territorio (incluyendo Crimea y las provincias rusófilas) significa que no hay disposición alguna para hacer concesiones. A cambio, Rusia debe aceptar la determinación de no realizar ninguna agresión militar en el futuro, incluyendo la aceptación de la inclusión de Ucrania en la Unión Europea.

Es esta estrategia de doble carril la que representa un apoyo integral a Kiev. Cierto, esta opción pasa por mantener el apoyo político y militar a Ucrania en estas horas que no le son favorables. Europa no debe abandonar a Ucrania a su suerte. Pero ese apoyo debe incluir también la asistencia política y diplomática para que Kiev se ayude a salir de este impase que le cuesta una masacre continuada de vidas humanas.

Ciertamente, esa doble estrategia no necesita incluir extrapolaciones sobre el futuro de Europa. No es necesario, por ejemplo, afirmar que “Europa quedaría profundamente debilitada por la pérdida del baluarte ucranio” (una pérdida que no se contempla), pero sobre todo no necesita asegurar que “sería una vuelta a la Europa de los años treinta”. Esa admonición es una falsificación histórica de tal calibre, que da idea del rigor que subyace en este llamamiento.

En suma, el intento de evitar el abandono del apoyo militar a Ucrania deviene en un planteamiento confuso, donde conviven la buena intención con el belicismo más rancio, que al final no representa un apoyo integral a Kiev, sino un planteamiento segmentado y contraproducente.

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