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El método Sánchez para eludir la responsabilidad política

viernes 13 de junio de 2025, 17:56h

Un día antes de que el informe de la UCO saliera a la luz me encontré en un conocido café madrileño con una amistad, actualmente cuadro del PSOE, para conversar sobre la difícil situación del partido y el gobierno de Pedro Sánchez. En un momento del intercambio mi interlocutor elevó la voz para enfatizar: “¡No hay nada! ¡Absolutamente nada!”. Y agregó: “Todo es una mentira inventada por las derechas”. Me limité a proponer una solución de compromiso: le pedí que recordáramos la discusión de ese día por si en el futuro surgían nuevos escándalos. Prometo que en ese momento no tenía la menor idea de que veinticuatro horas más tarde iba a estallar la bomba del informe de la UCO.

Puedo imaginarme el estupor que embarga a buena parte de cuadros y militancia del PSOE al conocer el contenido del informe y estoy seguro que mantienen dudas respecto a la reacción de Sánchez en la tarde de ese aciago día. Claro, esa situación es distinta para la mayoría de la ciudadanía, sea votante o no del PSOE, porque a estas alturas la credibilidad del jefe de gobierno es bastante baja. Pero hay muchos socialistas que no logran salir de la perplejidad. Por eso voy a dedicar las líneas que siguen principalmente a los que han creído a Sánchez de buena fe, hasta este intento metódico del personaje para eludir la responsabilidad política por lo sucedido.

Desde que tomó la palabra en la sede de Ferraz, el jefe de gobierno tenía un primer objetivo urgente: separar el espacio del partido del correspondiente al ámbito del gobierno. Por eso hizo la rueda de prensa en la sede partidaria y no en la Moncloa, aunque el intercambio previo que acabó con la salida de Cerdán horas antes tuvo lugar en la casa de gobierno. Esa separación radical entre partido y gobierno permitió a Sánchez tomar medidas “drásticas” únicamente en el espacio partidario (auditoria externa, remodelación de la Ejecutiva). Se trata del primer cortafuegos para proteger la cabeza del gobierno, que le permite eludir la responsabilidad política por lo sucedido.

Sin embargo, este intento de aislamiento de la esfera de gobierno es inútil. Entre otras razones, porque es falso que los actos cometidos se dieran únicamente en el espació partidario, ya que tenían como escenario la contratación de obra pública, lo que implica directamente a las instituciones de gobierno. Parece necesario que las medidas drásticas alcancen también al Gobierno.

Desde el comienzo de su intervención, Sánchez, visiblemente afectado, pidió perdón a la ciudadanía, algo que repetiría insistentemente, hasta su despedida. Incluso dijo en una oportunidad que asumía “toda la responsabilidad política”. Pero cuando alude a la causa de esa petición de perdón, lo hace “por haber confiado en la palabra de Cerdán” y también en la de Ábalos. Es decir, se presenta como una victima de la maldad oculta de sus más próximos colaboradores.

Sin embargo, este planteamiento tiene dos graves problemas. Necesita de una enorme dosis de fe ciega para creer que durante 11 años de trabajo, codo con codo, desconociera por completo algún indicio de las malas artes de Cerdán. Sobre todo, después de haber despedido al otro hombre de confianza (Ábalos) en las mismas tareas que debía desempeñar. Mas bien parece que Sánchez tenía necesidad de un mamporrero que se encargara de resolver los problemas peliagudos en cualquier frente (recuerden las negociaciones con Puigdemont). La mayor duda es si Sánchez obtenía información directa e inmediata de su lugarteniente, o si, como sucede en otros casos, solo le mostraba el problema y no quería saber nada acerca de cómo se resolviera.

El otro problema consiste en que, incluso si fuera cierto que desconocía por completo la forma de operar de Santos, ello no exime de responsabilidad política, sino que la hace igualmente exigible: el desconocimiento es una componente fundamental de la ausencia de control y ello es una irresponsabilidad manifiesta. Algo por lo que se debe pedir perdón a la ciudadanía, pero no para exculparse de cargos. Cuando se tiene la responsabilidad del desempeño de la cosa pública, sobre todo en los niveles de toma de decisiones, quien comete el error debe tomar la iniciativa sobre la corrección del caso y el costo punitivo que hubiera que asumir.

La ausencia de disposición a asumir la responsabilidad política armoniza bien con una forma de hacer política y con la cultura política basada en la convicción de que el fin justifica los medios. Algo que también se reflejó en como Sánchez entiende el asunto de los mensajes entre Cerdán y Koldo sobre trucar papeletas en los comicios de las primarias de 2014: “Estamos hablando de dos votos y yo gané por 17.000. Me decepciona esa conversación, pero la limpieza de las primarias está fuera de toda duda”. Sánchez oculta que la limpieza electoral obliga a invalidar las elecciones por la manipulación de esos dos votos.

La decisión de no asumir las responsabilidades políticas del caso también requiere de una escenografía adecuada. Es cierto que Sánchez se mostraba visiblemente afectado por la situación cuando inició su exposición pidiendo perdón a la ciudadanía. Pero es difícil distinguir si esa afectación guardaba relación con la vergüenza ligada a un arrepentimiento moral o más bien refiere al golpe político que el descubrimiento de la corrupción podría ocasionarle. Tal vez podría ser una mezcla de ambas cosas, pero la cultura del resistente hace pensar que hay una mayor proporción del segundo factor.

Es difícil saber si las circunstancias forzarán a Sánchez a adoptar medidas que se correspondan en mayor grado con esa petición de perdón a la ciudadanía, mostrando así la disposición de asumir de forma rigurosa las responsabilidades políticas del caso. Como tampoco es fácil estimar cuanto material escandaloso o delictivo saldrá a la luz en un próximo futuro respecto de los distintos casos que le rodean. Lo único cierto es que simpatizantes y militantes del PSOE deben disponerse al nada agradable ejercicio de masticar gusanos durante los próximos meses.

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