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Luces y sombras de la candidata Díaz
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(Foto: PSOE Andalucía)

Luces y sombras de la candidata Díaz

miércoles 29 de marzo de 2017, 13:44h

Una vez que Susana Díaz ha presentado en Madrid su candidatura a la Secretaría General del PSOE, el también candidato Pedro Sánchez ha renovado su discurso a partir de la siguiente afirmación: “Ahora que estamos todos, solo falta que se explique por qué se abstuvieron en la votación que hizo a Mariano Rajoy Presidente de Gobierno”.

Diversos representantes del PSOE han respondido reiteradamente esta pregunta que hoy repite Pedro Sánchez, cuyas razones pueden agruparse en dos principales. En primer lugar, una razón de Estado: cuando no se tiene una mayoría alternativa, sólo queda ir a unas nuevas elecciones o dejar que gobierne el que tiene más votos. El propio Pedro Sánchez, un mes después de las últimas elecciones, rememoró aquello de que “cuando no se puede ofrecer una alternativa, hay que dejar gobernar al otro”. Lástima que semanas después le pareciera más progre aquello del NO es NO. Y en segundo lugar, una razón partidaria: según anunciaban las encuestas, repetir una vez más las elecciones solo favorecía al PP y amenazaba al PSOE con una nueva sangría electoral. Pareciera que estas dos razones justificaban sobradamente la abstención del PSOE ante el nombramiento de Rajoy.

En realidad, que Sánchez vuelva a repetir esta pregunta como argumento central de su discurso refleja el nivel de su visión de Estado, algo que sintoniza bien con su oferta de buscar un bloque de gobierno mediante una alianza con Podemos. Todo parece bastante redondo y claro.

Sin embargo, hay un aspecto en que Susana Díaz parece estar -al menos a primera vista- en desventaja frente a Pedro Sánchez. El exsecretario general aparece abanderando la democracia directa dentro del partido, es decir, busca la opinión de las bases sin mediación alguna. Mientras tanto, Díaz pone el acento en lograr que el PSOE represente de nuevo el verdadero sentir del electorado. Desde luego es necesario distinguir la democracia interna del partido de la democracia nacional que refiere al conjunto de la ciudadanía. Pero el acento que ponen ambos parece indicar que Pedro Sánchez confía en la opinión de las bases y Susana Díaz está más preocupada por los problemas de la representación.

Ahora bien, si se observa la serie de fenómenos electorales recientes (Brexit, Derrota del referéndum por la paz en Colombia, victoria de Trump en Estados Unidos), todo parece indicar que no es fácil prever las corrientes de opinión que predominan en la base de la sociedad. En España, por ejemplo, después de la formación de una corriente mayoritaria de opinión favorable a la apertura democrática (que se expresó en la transición), se pasó primero a una normalización democrática y después a una despolitización (con los gobiernos conservadores), para acabar enfrentando una crisis económica extremadamente grave, que provocó el traslado del malestar social a nuevos cauces de opinión política.

Así, cuando Díaz pone el acento en la recuperación del PSOE para representar a una ciudadanía mayoritaria, debe considerar que las corrientes de opinión en la base social ya no son las que eran. Es decir, no se trata sólo de reparar los mecanismos de representación, efectivamente afectados por la crisis, sino también y fundamentalmente de crear ciudadanía democrática. En nuestro país, también hay todavía mucha ciudadanía formal, aquella que no se interesa por el sistema político, y, por el lado opuesto, últimamente ha crecido bastante el activismo político que critica el sistema. La ciudadanía sustantiva, esa que no es activista pero que sostiene la democracia representativa (la que ha derrotado al populismo en Holanda) y se extiende desde el centro derecha al centro izquierda, no ha experimentado un crecimiento paralelo en este último tiempo.

De hecho, el apoyo tradicional de la socialdemocracia sufre hoy una presión considerable. La corriente de opinión progresista, que antes abarcaba desde el centro hasta el límite con la extrema izquierda, ahora es atraída por corrientes progresistas liberales, así como por planteamientos populistas, además de la tradicional orientación socialdemócrata. En suma, Díaz se equivoca si piensa que el problema central es volver a representar una amplia mayoría progresista, como sucedió en tiempos de la transición. El problema para la socialdemocracia –en España y en Europa- no es únicamente de representación sino también de creación de ciudadanía. Una ciudadanía capaz de encarar la inseguridad económica y la diversidad cultural.

Ciertamente, la creación de ciudadanía sustantiva de orientación progresista implica un debate político en las bases de la sociedad, algo que exige actualmente tanto formación política como coraje partidario. Todo ello al mismo tiempo que se fortalece el liderazgo más público y se exhibe un discurso sólido. Pero lo importante es saber que no se trata sólo de un esfuerzo de representación política, como parece subrayar Susana Díaz.

Cierto, puede que Pedro Sánchez se sitúe muy lejos de este tipo de preocupaciones. Para una propuesta como la suya no hay necesidad de modificar nada en las corrientes de opinión existentes en la base social. Incluso el avance de las corrientes radicales puede entenderse como un factor favorable a su proyecto político. No importa si con ello se abandona el espacio propio de la socialdemocracia.

Pero ese no es el caso de la propuesta de Susana Díaz. Ella está obligada a ganar la hegemonía política en el seno de la sociedad desde el espacio históricamente socialdemócrata. Un reto considerable. Y, en todo caso, mucho mayor que una cuestión de representación política.

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