Cuando el infierno te sorprende

"No queríamos abrazarnos porque eso suponía rendirse". Eso dice Sara, quien junto a su pareja, Amar, nos tuvieron con el alma en vilo durante dos angustiosas horas desde un balcón en el pavoroso incendio del edificio de Valencia, que una vez más, viene a mostrarnos la fragilidad de la vida y lo insospechado de la muerte. Un día que empieza como otro cualquiera y que en minutos se torna en la peor de las tragedias, que, milagrosamente, muchos han podido contar y que desgraciadamente, otros no han vivido para contarlo.

Una fatalidad llena de héroes que sin pensar en sus vidas salvaron las de otros, esos bomberos acostumbrados a apagar fallas en puertas de esos días festivos, de repente, se enfrentaron a un edifico devastado por la voracidad de un fuego que se propagaba a una velocidad difícil de comprender. Heroica fue también la actitud de Julián, el conserje, que como el capitán de un barco, fue el último en desalojarlo tras avisar puerta por puerta a sus vecinos.

Sobrecoge escuchar a los supervivientes agarrándose a la vida y sintiéndose afortunados por estar vivos, posiblemente, por haber tenido la muerte tan cerca con esa amarga sensación de si esto se podía haber evitado… Y ahora, ¿cómo se empieza una vida desde cero? Fotos, recuerdos, esfuerzo, sueños, ilusiones, regalos, la medalla de la comunión, la alianza de bodas… tu casa, tu reino, tu hogar reducido a cenizas. Llega la muerte y sobra todo, asoma la vida y necesitas de todo.

Y cuando la tragedia enseña su peor cara, la sociedad muestra la mejor de las suyas. La solidaridad, la generosidad, el cariño, la humanidad… todo aquello que nos sigue salvando. Saber que nos puede pasar a cualquiera, que todos somos esos vecinos. Lejos de las cifras hay historias detrás de cada puerta, de cada piso devastado por las llamas. Vidas truncadas y otras que comienzan de nuevo, conscientes de la partida extra que les ha tocado en este azaroso juego que es la vida.

Todos nos estremecimos viendo a esa pareja saltando de terraza en terraza con su vida en una pequeña mochila. Confiando en sus rescatadores entre la esperanza en forma de bomberos y la muerte camuflada en llamas. Entre el agua y el fuego, entre la vida de frente y la muerte a sus espaldas. Una situación desesperada con final feliz y sumamente emocionante. Sara y Amar no querían morir abrazados sino vivir para abrazarse.