No es país para padres

Vivimos en un momento en el que parece que todo se tambalea... lo que antes era certeza ahora es incertidumbre, lo que creíamos saber no vale, lo que teníamos seguro es inestable, lo que era posible es improbable, lo que era... ya no es. Puede que sea una sensación, pero realmente así lo veo y no tiene por qué ser malo, la vida al fin y al cabo es cambio y quizás el sentir que nada es igual es señal de estar vivo.

Y ese tambaleo ha llegado a uno de los pilares de la sociedad, la familia. No digo que haya una “maniobra orquestada” para destruirla, pero tampoco creo que se haga mucho para protegerla. Hasta a los padres le van a cambiar la denominación en el Código Civil. Ya no serán solo madres ni padres sino que irán acompañados, según sean, de progenitores gestantes y no gestantes, cosas del lenguaje inclusivo… aunque bueno, a decir verdad, algo más bonito que lo de progenitor A y B del libro de familia, es.

Las niñas de 16 años podrán abortar sin permiso de sus padres, incluso podrán pedir un cambio de sexo sin su consentimiento… ya lo dijo Isabel Celaá que “de ninguna manera los hijos pertenecen a los padres” a lo que Pablo Iglesias añadió que por eso “se les inscribe en el Registro Civil y no de la Propiedad”. Así las cosas, parece que la tendencia es que los padres y madres pinten lo justo, salvo que haya un problema en el que ahí sí serán responsables.

Sinceramente, pienso que no es problema del lenguaje, sino de quien lo interpreta. Las familias han cambiado, son diversas y eso es maravilloso, pero ¿por qué ese empeño por llamar a las cosas de otra manera? ¿Esa ofensa por todo? ¡Cómo va a ser lo mismo decir “mis padres” que “mis progenitores”! Todo se está volviendo ambigüo, impersonal y feo, porque se pongan como se pongan padre y madre, además de identificarlos con el amor, son palabras bellas y no necesitan de ningún añadido.

Hay cosas y decisiones que trascienden a las palabras; quién sabe si el día menos pensado los progenitores pertenecen a sus gestados y tienen que pedir permiso a sus hijos, hijas… e hijes ¡claro!