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Basta verlos

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
jueves 27 de octubre de 2022, 11:34h

Prolongar los plazos para presentar enmiendas al proyecto de “ley trans” a la espera de que sus promotores acepten modificaciones de fondo es perder el tiempo. Están fanatizados hasta el extremo de que solo piensan en imponerla como presión de su alianza dentro del Gobierno. Basta verlos expresarse a través de los medios informativos. Parten de un concepto particularista de la relatividad del sexo, no como producto de la naturaleza sino como una alternativa variable a voluntad de cada individuo según su imaginación o su deseo. A partir de este desvarío, la voluntad individual tiene abierto un camino hacia cualquier experimento irreversible en el cuerpo de un niño o de un adulto.

Ninguna criatura mamífera en la tierra está preparada por la naturaleza para transformarse según su voluntad por carecer de la capacidad de manipulación imprescindible para una transformación de esta clase. Tampoco lo estaba el ser humano hasta que los avances científicos contemporáneos descubrieron los tratamientos hormonales y las cirugías sin riesgos de fácil infección gracias a los antibióticos. Es decir, desde anteayer. Anteriormente lo más que podían hacer aquellas criaturas disconformes con su identidad sexual era vestirse y acicalarse como las del sexo opuesto. Por eso les llamaban “travestís” y no transexuales. Hoy, con hormonas y operaciones quirúrgicas, adornadas con depilaciones, maquillajes y peluquería, se pueden obtener vistosos cambios de apariencia conformes con los deseos del solicitante y sin otras consideraciones, según el proyecto de ley, distintas al deseo individual, ya se trate de niños raros y caprichosos o de maduros dispuestos a vivir un cambio tardío de erotismo. Es un acto de voluntad que debe asumirse según el proyecto de ley como un derecho: cambiar de envoltura carnal epidérmica a gusto del consumidor. Este cambio de apariencia es más superficial que profundo. No cambia el cerebro, ni el sistema nervioso, ni el sistema circulatorio, ni la disposición de los órganos internos practicables para hacer posible la maternidad, ni el esqueleto. Pero tal deseo puede llevar consigo mutilaciones o desarreglos irreversibles. En estas consecuencias prefieren no ahondar los defensores del proyecto de “ley trans”. Ellos sabrán por qué.

Basta ver a las personas transformadas por su propia voluntad que se presentan como activistas del cambio de atributos sexuales, con su físico y sus modales, para comprender la superficialidad del cambio. Hasta el eco de las vibraciones de su garganta suena distinto mientras gesticulan con unas manos que no parecen las suyas. A veces ganan prestancia porque las mujeres recompuestas como hombres resultan más guaperas y los hombres recompuestos como mujeres más tipazos. Pero hay que saber y decir, sin acritud, que los estragos y dependencias físicas y psíquicas son retrocesos hacia la concepción de la homosexualidad como motivo de tratamiento clínico. Nadie va a discutir a nadie su derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera. Pero basta verlos para dudar de que sean más felices por someterse a una servidumbre sobreañadida a las más duras a las que la vida nos somete voluntariamente por las enfermedades, los accidentes o la edad.

Los disconformes no tratan de discutir ningún derecho a nadie. En un país libre donde la homosexualidad no es perseguida ni discriminada, los tratamientos hormonales o quirúrgicos para disfrazar la tendencia fingiendo los rituales de la heterosexualidad son artificios prescindibles que solo provocan que el hombre deformado abuse de los espacios de la feminidad o la mujer deformada irrumpa con desventaja en los espacios d la masculinidad. Son simples observaciones, porque es inútil razonar con minorías cerradas y fanatizadas por su conciencia de particularidad pero influyentes por la identificación como progreso de cada fórmula de cambio relativo. Allá ellos. Basta verlos como son: personas respetadas en el ejercicio de su libertad de opinión o de decisión, empaquetadas en un envoltorio carnal que no se corresponde con su osamenta porque el cambio de género que se pretende legalizar no equivale a un cambio de sexo biológico. Basta verlos para comprender que el proyecto de “ley trans” solo es la consagración de un erotismo inestable y morboso provocado en el campo de las banalidades externas. Una insatisfacción insaciable y utópica con la propia imagen que no debiera entretener a los políticos en tiempos difíciles para la seguridad y la salud del mundo, aunque el PSOE considere que este debate entra “dentro de la normalidad”.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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