Al calor de las urnas

Son pocos los electores ingenuos que creen que el domingo solamente van a elegir equipos para sus ayuntamientos y comunidades y que las Elecciones Generales son otro asunto que llegará, tras unos meses, influidas en algún grado por lo ocurrido en las Municipales.

Esta visión beatífica no es la de Pedro Sánchez que se ha lanzado a una campaña personalista abrumadora en base a promesas de difícil cumplimento desde su plataforma gubernamental, como si presintiese que es su persona la que está en juego y que, entre unos y otros comicios, se abre un proceso agónico entre él y Núñez Feijóo, lo que explica tanta algarabía, tantos vuelos y tanta propaganda.

Sánchez quiere prolongar sus cinco años de gobierno con su fórmula en la que caben todos, incluidos los de Bildu, que convergen en el objetivo de disolver la trama institucional de la nación española como estado unido y constitucional. Una pieza de caza mayúscula en la estrategia geopolítica de debilitar a las potencias enemigas de las tiranías, sin excluir la de Vladímir Putin, tan interesada en asimilar la independencia de Cataluña con la separación de Crimea de Ucrania.

Con el Tribunal Constitucional contaminado por magistrados comprometidos previamente en la trayectoria gubernamental; con ideologías inspiradoras de la educación en todos sus niveles como renuncia a la igualdad de oportunidades en favor de la igualdad de incultura; la familia agredida, la malversación tolerada, el abuso sexual y la sedición beneficiados y las Fuerzas Armadas distantes en múltiples misiones internacionales pero ausentes en los puntos críticos de nuestra integridad, la indefensión del Estado es el peligro esencial que supone la prórroga del sanchismo apuntalado por su alianza con la subversión y la fragmentación de un país.

Es certero el toque de alerta que resuena en vísperas electorales de "O Sánchez o España".

Es la ocasión de escuchar este aviso y ser conscientes de que estas elecciones municipales van a pesar en clave nacional porque Sánchez así lo ha querido y así lo ha buscado. Debiera despertar la opinión contra ese bloque variopinto en que se han incluido sin escrúpulos en las candidaturas a sombras del pasado de pueblos dormidos por un lustro de memoria histórica bastarda. "Hay cosas que pueden ser legales pero no decentes" sentenció Sánchez en un parking de la Casa Blanca, consagrando la legalidad de su indecencia al mantener su legalísima asociación de investidura de pasado, presente y futuro con compañeros de viaje enemigos de la reconciliación constitucional a la que sus socios llaman el régimen del 78.

Es necesario recuperar la estructura institucional del Estado y hacerlo desde abajo hacia arriba, porque hay que desmontar la táctica de contraprestaciones demoledoras con las que se ha comprometido la cúpula de un socialismo degenerado.

El voto municipal y espeso del domingo no será valioso si se distrae exclusivamente en intereses locales o en derogar alguna ley regional. Este voto será valioso si se pronuncia como un paso hacia la derogación del sanchismo. Ese sanchismo que ha convertido los Consejos de Ministros, divididos exteriormente y unidos internamente con la tapadera del secreto de sus deliberaciones, en una prórroga de sus mítines de campaña con la admisión a trámite de sus ocurrencias, multiplicando el eco informativo de sus regalos para un mañana en que, probablemente, no tenga la obligación de hacer realidad esas propinas que apestan a compra de votos como ir los martes al cine por 2 euros los mayores de 65 años que pueden disfrutarlo en su televisión o ir el día de la semana en que tenga vacación sus nietos.

Sánchez ha preferido no estar en la pasada Cumbre que el Consejo de Europa celebró en Reikiavik con Ucrania al fondo, para dedicarse a borrar la mancha sangrienta de las candidaturas de sus asociados de Bildu asumiendo la disculpa de que, caso de resultar elegidos, los asesinos directos renunciarían a sus actas.

No a futuros pactos tras el domingo electoral del 28 de Mayo, tras el que el sanchismo actuará como una caricatura del antiguo socialismo que se pasea entre los esperpentos independentistas y tardocomunistas.

Es el Sánchez que hablaba de rebelión contra los golpistas, y que después los indultó y borró el delito de sedición, aquel que nunca pactaría con un partido edificado sobre la sangre de novecientos muertos y ahora se echa en sus brazos, aquel tan aplicado en denunciar corrupciones ajenas que suavizó el delito de malversación cuando podía afectar a los suyos. Este gran falsario pretende avalar con su descrédito a los integrantes de sus candidaturas de alcaldes y presidentes autonómicos que se presentan bajo su tutela disimulando como pueden el sello ignominioso que patrocina sus listas.

A estas alturas los candidatos a ayuntamientos y comunidades aún tienen horas para hacer valer sus propios planes locales o regionales y lo harán con la tendencia natural de unas elecciones de base territorial. Procurarán que se hable menos de ETA, de la larga mano de Putin en Cataluña o de las mentiras de Sánchez y que se hable más, como es razonable, de sanidad, de vivienda, de regadíos, de incendios, de escuelas o de turismo. Es lo suyo.

Pero ya es tarde para rebajar los decibelios del mitin gubernativo desarrollado por Sánchez para intentar salvarse de ir como un pato cojo al turno de Presidencia de la Unión Europea que vendrá después de estas elecciones. Así lo ha intentado y por ello ha contaminado estas elecciones con la desconfianza que provoca en el pueblo español de nuestros días. La semana próxima podrá contar la totalidad de los votos obtenidos por su partido en las elecciones municipales que reflejarán la amarga evidencia de su descrédito.